Vera Cirkovic eligió la Argentina por amor y ahora rescata a Francia en sus canciones


Por Eva Marabotto

Vera Cirkovic pronuncia con elegancia los nombres en francés, su lengua materna, pero cuela en su charla expresiones netamente porteñas. Cantante de ópera internacional, llegada a Argentina hace más de 20 años para participar de una puesta de una obra de Wagner, por estos días presenta «Vera canta Barbara», disco en el que homenajea a la «chansonista» gala Bárbara con una particularidad, lo hace en su idioma adoptivo: el castellano.

Cirkovic tiene un rostro con reminiscencias eslavas pero vive en el barrio porteño de San Cristóbal; cantó el Himno nacional argentino durante los festejos del Bicentenario, en 2010, en la Avenida 9 de Julio; y ahora lanzó una producción que homenajea a Barbara, un emblema de la música francesa de los ’60, que le dio voz a las preocupaciones y sentires de las mujeres de su época.

 

En diálogo con Télam, cuenta que llegó al país por primera vez para cantar como valquiria para la ópera de Buenos Aires. Fue en el Auditorio de Belgrano y en aquella sala coincidió, curiosamente, con gente que sería fundamental en su futuro. Por un lado la Orquesta del Teatro Colón, con la cual se presentó innumerables veces dentro y fuera del máximo coliseo, y, por otro, el tenor Darío Volonté, hoy su esposo, y el motivo de que se haya afincado en la Argentina.

 

«Ahí nos conocimos, pero nos reencontramos cuando volví a la Argentina para hacer ‘Tosca’ y ahí Darío debutaba en el rol principal de Cavaradossi. Después nos cruzamos en otras actuaciones en Europa y nuestra historia se fue afianzando», cuenta como si aquel amor fuese el argumento de una de las óperas que ambos protagonizaron.

En un principio, Cirkovic probó de repartir su año entre Buenos Aires y las capitales europeas. Ni siquiera intentó convencer a Volonté de instalarse fuera de la Argentina. «Además de su historia, conozco pocos argentinos que sean tan nacionalistas como él, tan arraigado a su cultura, a sus costumbres, a su comida. Así que entendí que tenía que quedarme acá», confiesa y señala la casa de San Cristóbal, donde ambos construyeron su refugio, con un ginko inmenso en el jardín y cientos de plantas que la transforman en una selva urbana y música por todas partes.

Aunque señala que lleva en la sangre el desarraigo ya que sus padres habían llegado a París provenientes de los Balcanes, la cantante asegura, con las emociones a flor de piel: «Extraño un montón y cada vez más. Es duro ir a actuar a Europa y ver a los amigos irse en subte, despedirse y no saber cuándo se los volverá a ver. (…) Amo profundamente vivir en la Argentina. Pero sé que no puedo estar completa en ninguna parte y tengo que aprender a vivir así».

La mezzosoprano se enorgullece de haber actuado en el Teatro Colón y en grandes teatros del país, pero también de haber recorrido estadios y plazas. «Con Darío hicimos un lindo dúo y llevamos la ópera a grandes espacios, a lugares impensados, buscando un espectáculo de calidad pero para un público más amplio», define antes de insistir en el propósito de «masificar» el arte. Algunos de los «hitos» que pondera: una plaza en Tucumán, un estadio en Salta y la entonación del Himno Nacional en los festejos del Bicentenario en la avenida 9 de Julio.

En su faz individual, también decidió gestar sus propios proyectos en un registro que va de la ópera francesa, italiana o alemana, la música sacra y la música contemporánea. «Hace cinco o seis años hice un show de chanson francesa, interpretando temas de distintos autores, comenzando por Edith Piaf, quizás la más conocida en la Argentina. Después retomé un ciclo que hacía en Francia Leo Ferrer sobre los poetas malditos y me di el gusto de llevarlo a Francia, a la Ópera Nacional de Montpellier», reseña.

Para el proyecto que actualmente tiene entre manos tuvieron que confluir su nostalgia por su país de origen y el azar. José María Perazzo, un argentino que vive en Nueva York, la vio en un espectáculo sobre «chansonistas franceses» y le ofreció las canciones de una de ellas: Barbara que él mismo había traducido al español.

«Yo ya había hecho El águila negra de Bárbara. Me fascinaba su personalidad, que fuese compositora y le diese voz a la mujer. Escribió sobre mujeres presas, mujeres con SIDA y sobre cuestiones cotidianas, como la despedida de alguien que es la amante, la segunda en cuestión», sintetiza y se alegra de haberle contagiado ese entusiasmo a Lito Vitale, quien la acompaña en las grabaciones y también estará presente en el espectáculo del 6 de junio en el Café Berlín, de la Ciudad Autónomo de Buenos Aires, en el que presentará el trabajo con el que vuelve a sus raíces: un disco doble con canciones en francés y en español.