Plumas femeninas

Una escritora que nos relata en dos libros la vivencia de su cambio de vida


Laura García Racciati escribió «Relatos de un cambio de vida» y «Poesía en la piel», dialogamos con ella.

«Soy Laura, vivo en Argentina, y después de dejar la ciudad de la furia en 2016, junto a mi compañero y con el fin de cambiar de aire, logré reencontrarme con mi escritura como una forma ineludible de expresión. Cuando era chica sentía una conexión especial con las letras, en especial con la poesía, y aunque la escritura siempre me acompañó de varias formas, no me dediqué de manera activa a ella hasta que me establecí en el interior del país, momento en que escribí mi primer libro de relatos donde doy testimonio de mi historia de cambio», dice la escritora.

Sigue relatando, «soy amante de todas las formas de arte pero en particular amo la música y he intentado en varias oportunidades aprender a tocar la guitarra, como también me he dedicado a tomar clases de canto porque es un medio que me permite canalizar mis emociones. Y la escritura la utilizo como nexo directo con mi alma para transitar procesos internos en desarrollo o para sanar situaciones dolorosas de la vida misma que de otra manera no podría lograr. Me siento muy conectada con la poesía y la escritura de la intimidad o de reflexiones profundas y por eso mi segundo hijo de papel es un hermoso poemario de poesía intimista que amé escribir.
Participé en varias antologías y libros grupales».

Cuenta que «como un gran desafío personal, en pandemia comencé a coordinar talleres de escritura para ayudar a otras personas a lanzarse a escribir, colaborando a conectar con su esencia y acompaño procesos de escritura sobre textos académicos y literarios. Allí nace, en 2022, mi cuaderno de escritura con herramientas de escritura terapéutica, para quien se anime a recorrer el interior de su alma. Actualmente me desempeño como escritora independiente, coordinadora y mentora de proyectos de escritura, además de dedicarme a crear y redactar contenido digital.

Mis redes sociales, donde podrán encontrar mis obras literarias y mis servicios de escritura son:

@mialmaemletras85

 

Laura nos agrega esta historia

Un hogar que se volvió refugio

«San Mayol, una recóndita localidad 500 kilómetros hacia el sur de la capital de Buenos Aires, con origen catalán que ha sabido mantener sus raíces y también su familiaridad de pueblo. Un sitio acogedor en medio del campo donde la vida sucede al ritmo de la naturaleza y la gente no se preocupa más que por vivir. Este paraíso de 50 habitantes mantiene la tradición de pertenecer a una comunidad reducida, como una gran familia que se encarga de las cuestiones comunitarias a través del club social del pueblo. En San Mayol hay, también, un museo o el salón de la juventud, entre otras actividades vecinales.

Antonella (Foto), una pobladora mayolera, es la portadora de una historia de amor surgida en su infancia en este pequeño poblado del interior de Buenos Aires. Maestra de vocación y amante de un estilo de vida tranquilo, esta joven tuvo que vivir una pérdida muy difícil al salir de su temprana juventud para comprender que la vida en la naturaleza, la posibilidad de admirar la calma y la geografía propia del campo no se negocia para llevar un ritmo ideal y formar una familia sana en la que criar hijos felices. Con su compañero de vida se conocen desde la infancia porque los abuelos de él son populares en el pueblo por ser los “abuelos de todos”; ella tenía parte de su familia allí entonces frecuentaba San Mayol desde su niñez. Por las cosas de la vida, luego se trasladaron a la ciudad cercana, Tres Arroyos, donde el ritmo es más urbano y se puede observar los rastros del progreso globalizado del interior del país. Cuando la vida le dio el primer golpe, Antonella se refugió en San Mayol para despejar la mente y resguardar su primer embarazo con el cobijo de “los Totos”, los abuelos del pueblo, y el abrazo de quien hoy es su gran amor. Ella trabaja desde hace años en la ciudad pero su compañero es empleado en un campo cercano al pueblo entonces siempre estuvo el deseo mutuo de traslado a Mayol. Y, por esas cosas inexplicables de la vida, hace algunos años apareció en su destino el que hoy es su hogar, una antigua casita a refaccionar que, por su naturaleza impulsiva, Antonella no dudó en señar antes de avisarle a su pareja para después concluir con la operación de compra juntos. El primer hijo, apenas comenzando la infancia fue testigo del amor que le pusieron a la casa y a la mudanza a esa nueva vida. Años más tarde llegó el segundo hijo y hoy viven el sueño realizado de vivir en el pueblo que tanto aman desde siempre y donde nació el amor entre ellos. Allí disfrutan de admirar los mejores cielos –al amanecer y atardecer-, de saludar a la luna (Antonella es fanática de saludar a la luna, al punto de estar manejando y frenar su auto para bajar a sumergirse en su magestuosa presencia), de juntarse con los vecinos en el club social que muchos de ellos levantaron con esfuerzo y cariño a la tradición del pueblo, al mismo tiempo que no descuidan la vida social de los chicos en la ciudad, asistiendo a la escuela o a las actividades recreativas junto a sus amigos.

Vivir en un pueblo tranquilo es la vida soñada de muchos pero es la vida que pocos se animan a vivir. Antonella y su familia se animaron, un poco por necesidad y comodidad de sostener el trabajo de su marido pero en gran parte realizaron este cambio de vida por amor a la naturaleza, al pueblo de sus infancias y el deseo de vivir una vida diferente a la que vive la mayoría sumergidos en la vorágine del frenético ritmo urbano. El pueblo es mucho más que el lugar donde viven, es su lugar en el mundo, su refugio al que al finalizar sus jornadas regresan a abrazar a la familia en cortejo de la naturaleza y la quietud que el campo les regala a diario.  Crear una vida distinta es posible, solo que hay que buscarla y trabajar en ello para lograrlo. Por eso es que no todos se animan a hacerlo porque hay que ser muy valiente para plantarse ante el mundo y decir “esto no lo quiero”, “quiero algo distinto a lo convencional”. Antonella y su familia se animaron porque antes de realizarlo se animaron a soñarlo. Y a partir de ese soñar se aventuraron a dar todos los pasos necesarios para alcanzar la meta que habían imaginado. Seguramente hubo dificultades en el camino, traspiés ineludibles, imprevistos que los desalentaron, hubo tantos obstáculos como ganas de seguir adelante y pesaron más las ganas. Ellos no tienen una vida perfecta; los problemas forman parte de la vida. Pero están donde siempre quisieron, formaron una familia dejando atrás viejos dolores, viven en un entorno dulce en el que sus hijos pueden disfrutar y aprender cosas que las escuelas no enseñan, caminan sin miedo a los robos a cualquier hora del día, no tienen que lidiar con muchedumbres agitadas que deambulan apuradas hacia no sé dónde. Y allí atraviesan el viaje hacia el futuro, unidos desde su amor y el amor por lo que hacen», finaliza.