Algunos niños piden constantemente a mamá y papá que juegue con él bajo la frase ‘Yo no quiero / Y no sé jugar solo”. Compartir el juego con los niños es esencial para sentirse apreciados y válidos en su verdadero y genuino trabajo: jugar. Pero no nos corresponde estar en todos sus juegos, pues es esencial que ellos mismos potencien su creatividad y generen sus historias sin adultos de por medio.
Algunos niños juegan solos desde pequeños (tengan o no hermanos) y otros parecen depender de nosotros para divertirse. ¿Es culpa nuestra? ¿Podemos hacer algo para cambiar esta situación? Hoy exploramos pequeñas sutilezas que modifican este sistema de juego.
¿Por qué no consigo que juegue solo?
La principal razón de que tu hijo no juegue solo es una gran ironía:
«no saben jugar solos porque no juegas con ellos»
No es que queramos que jueguen solos un rato, sino que pretendemos que jueguen siempre sin mamá o papá. Que su juego sea constantemente individual. Buscamos esto de forma inconsciente para tener más tiempo para nosotros y nos disculpamos diciendo que es importante que el niño juegue solo. Lo es, pero si nunca compartimos el juego, él seguirá demandando compartir un momento contigo. El equilibrio aquí es fundamental: ni jugar todo el rato juntos, ni todo el rato solo. Esto se consigue jugando con ellos.
Si dedicamos un mínimo de media hora a jugar con ellos de forma presente (sin móvil cerca ni la televisión encendida), el niño sentirá satisfecha su necesidad de reconocimiento.
Mamá piensa que soy importante y que lo que hago es importante.
Mi juego es tan importante como el trabajo de mamá.
Soy divertido porque mis juegos divierten a papá.
¿Dirigimos el juego del niño?
Otra de las razones que hacen a los niños demandantes de nuestra presencia es el efecto de nuestros comentarios sobre el juego. Se hacen dependientes por nuestras constantes críticas. Les hemos dicho ‘cómo se juega’ y hemos intervenido frecuentemente con frases como:
‘Espera, ya lo hago yo’.
‘Así no, es al revés’
‘Esto no sirve para eso, mejor ponlo aquí’
‘Quedaría más bonito si lo pones de esta manera’
‘Los perros no vuelan’, ‘Los peces no cantan’ y similares…
Presta atención a este experimento sobre el juego infantil:
«En un experimento fascinante, se pidió a los padres que se sentaran en el suelo junto a sus hijos, menores de dos años, que estaban jugando. Algunos padres se apropiaron del juego inmediatamente y empezaron a dar instrucciones ( “Pon el bloque dentro. No, no ahí. ¡Ahí!”), mientras que otros dejaron que sus hijos exploraran, animándolos y ofreciéndoles ayuda solo cuando la necesitaban. Después, se les dieron más juguetes a los niños, esta vez sin la presencia de los adultos. Resultó que, una vez solos, aquellos niños cuyos padres los habían controlado dejaban más rápidamente la tarea en vez de tratar de descubrir cómo funcionaba el nuevo juguete» Alfie Kohn, Crianza Incondicional.
Si les damos a entender que hay una ‘forma correcta de jugar’, los haremos temerosos de inventar y nos requerirán para que les demos normas.
¿Dónde juega el niño y con qué?
El espacio de juego es fundamental. Si la casa está demasiado llena, no quedará espacio para el juego. Es importante que el niño tenga espacios diáfanos para jugar que no tiene por qué ser una gran sala, sino una mesa sin nada por encima o una alfombra. Las casas no son un escaparate, sino un sitio donde hacer vida y si tienes un hijo, es igual de dueño del espacio que tú.
Además del espacio hemos de tener en cuenta el tipo de juguetes que tiene el niño. Cuantas más cosas haga el juguete, menos hará tu hijo. Es preferible evitar juguetes con frases grabadas o movimientos por botones. Para cultivar su imaginación son perfectos los bloques, las piezas, los muñecos que no corresponden a ninguna serie, los animales… Si el juguete ya lo hace todo por él, el juego en solitario durará menos tiempo y requerirá tu ayuda.
¿Qué le digo al niño si no me apetece jugar?
La verdad, que no te apetece. No pasa nada por ser sinceros sobre ello (siempre que juguemos con él ese día aunque no en ese momento). A veces nos apetece jugar con ellos pero no a eso. Proponle otro juego que te anime más.
Si en ese momento no puedes, dile que ahora no puedes jugar pero que te apetece jugar cuando termines lo que estás haciendo. No es lo mismo decir ‘no’ que ‘en breve’. Pero por favor, no le mientas: si dijiste ‘luego’, cumple tu promesa. Entretanto, el niño puede jugar a tu lado. Tu presencia ya es importante, aunque no colabores directamente en el juego. Podéis compartir la alfombra o la mesa del juego, cada uno en su actividad.
Algo importante: Si el niño va a jugar solo, no intervengas. No digas frases para no sentirte culpable del tipo ‘Qué bien lo haces tú solito’ que puedan interrumpir su juego. Da valor a su trabajo, no lo estorbes.
La lista de juegos
Si el niño sabe leer, podéis elaborar juntos una lista de opciones de juego. No me gusta mucho el juego dirigido pero en casa tenemos una lista de ‘recursos’ para cuando tenemos la mente perezosa. A veces el niño dice ‘Mamá, no sé qué hacer’ y tener una lista de ideas es algo útil. Deja que la escriba el niño.
Además de darle opciones, puedes iniciar el juego con él y después dejarle hacer. Esto puede ser suficiente para el niño, basta con crear el escenario para que él de rienda suelta a su imaginación. No es necesario acabar con él toda la historia y él se sentirá feliz de haber creado algo contigo.
No pasa nada si se aburre
¡El aburrimiento no es nuestro enemigo! De él nacen cosas asombrosas y juegos que no hubiéramos inventado de estar entretenidos. Si constantemente estamos atareados, no nos conocemos, no hablamos y no creamos.
Tampoco pasa nada si te aburres tú jugando. No todo tiene que ser un momento cumbre en tu vida. Si no te apetece jugar, será mejor que hables menos y que dejes que el niño te guíe. Siéntate junto a él, acepta el rol que te de y sigue su juego. Seguro que en el trabajo te dan órdenes tediosas o responsabilidades muy pesadas ¡esto del juego es otra cosa! Disfruta sencillamente de dejarte llevar.
Fuente: Mamá Valiente