Trabajadoras y trabajadores de la EPE: pala y pico para dar electricidad


El calor sofoca y el sol parte la tierra en la siesta de este enero insoportable rosarino. Una mujer de la cuadrilla de la EPE toma la pala y comienza a cavar un profundo pozo tras haber detectado, junto con sus compañeros, en qué preciso lugar está la falla del largo cable subterráneo del servicio eléctrico que impide el servicio a los vecinos.

No es la única mujer que hace este tipo de trabajo en la Empresa Provincial de Energía en Santa Fe. Son muchas quienes junto con sus compañeros están abocados a la tarea de reparar las redes.
Es un trabajo calificado que no puede hacer cualquiera, no solo por el esfuerzo físico que demanda, sino por el conocimiento que se necesita para manejar aparatos electrónicos, eludir cables de otros servicios y caños de gas y dar exactamente con el lugar donde un fallo ha impedido que los usuarios tengan energía eléctrica. Aquí no se discrimina a la hora de tomar la pala o la máquina de mano perforadora, pues hombres y mujeres tienen la misma obligación, idéntico compromiso: que la energía retorne lo antes posible.
Los intensos calores del verano, han determinado que los aires acondicionados y los refrigeradores funcionen a full, la demanda de energía toca límites casi históricos. Sin embargo, en la ciudad de Rosario, así como en otros lugares de la provincia, la EPE, una empresa estatal, ha logrado que los cortes (imposibles de impedir completamente) se hayan reducido extraordinariamente, y que comparados con los que se dan en ciudades donde el servicio está en manos de privados, sean sensiblemente menores.
Esto se debe, en gran parte a la acción de los trabajadores y trabajadoras de la EPE, quienes a toda hora y cotidianamente acuden a solucionar desperfectos que se producen por la alta demanda.
«El trabajo es arduo -dicen una joven y un muchacho que están cavando en la zona sur de la ciudad- somos pocos, hay pocas cuadrillas y mucha demanda. Hace falta gente, porque las edificaciones se han multiplicado, la ciudad ha crecido y el plantel de empleados comparativamente se ha reducido. Pero el trabajo hay que hacerlo y no solo es pesado, sino riesgoso. Más de un compañero ha sentido el rigor de una descarga que a veces cuesta la integridad física y hasta la vida», subrayan.
Y no es un trabajo que pueda hacer cualquiera, se necesita capacitación

El hecho de tener una empresa estatal y el compromiso de trabajadores y trabajadoras ha significado que en Rosario el nivel de cortes haya sido sensiblemente inferior y mucho menos duradero. Hubo un pico de tensión durante la reciente y extraordinaria tormenta, con algunos problemas en las líneas, y aunque existieron algunos casos que demandaron más tiempo para arreglar las fallas, ello se debió a la magnitud de los daños y la falta de personal.
Hay que decirlo: no siempre se valora debidamente la labor de estos trabajadores que no tienen privilegios como sostienen equivocadamente algunos, sino derechos aquiridos, conquistas logradas.
La idea de que todos los trabajadores y jubilados, privados y públicos, en un país con salarios insuficientes, desempleo y pobreza, estén mejor, ha relegada para dar paso a que se piense que es necesario igualar para abajo y no para arriba. Con sagacidad el sistema y el poder han logrado establecer esta idea lamentable.

Estas trabajadoras y trabajadores abocados a la tarea de dar luz en la calurosa tarde rosarina, son los mismos que junto a otros aportan para que junto al gremio de Luz y Fuerza que los agrupa acudan en ayuda de comedores barriales, sectores empobrecidos en el marco de una campaña solidaria que se mantiene en el tiempo.

Una trabajadora toma una máquina perforadora y junto con sus compañeros buscan la falla bajo el calor de la tarde rosarina, otro maniobra entre la alta tensión. A veces parecería que para algunos no son personas, sino una pala, una pinza, una mera herramienta, cuando no un número.

(En la foto una trabajadora con la perforadora buscando una falla)