Por Sofía Villanueva
Clara Sanz debuta como novelista con Todas las flores que olvidamos (HarperCollins, 2025), un relato que conecta con el alma de la España vaciada y con quienes buscan un cambio de rumbo en sus vidas a través del regreso a un pueblo de Soria, donde la obra invita a reflexionar sobre el ritmo de vida contemporáneo y la urgencia de reconectar con lo esencial.
Con una escritura emotiva y cercana, la autora invita al lector a hacer una pausa, a reinventarse y a no tener miedo a empezar de nuevo, aunque eso signifique dejar atrás la ciudad y abrazar lo desconocido.
El entorno rural no es solo un telón de fondo, sino un personaje más. Soria, con sus paisajes silenciosos y sus pueblos despoblados, se convierte en el espacio donde germina una nueva forma de vivir.
Todas las flores que olvidamos es una historia que echa raíces en la tierra, pero también en la memoria, en la identidad y en el deseo de reconectar con nuestros orígenes.
Clara Sanz, autora y protagonista en parte de esta historia, es una mujer que ha sabido dar forma literaria a su propio viaje de transformación. Mitad numantina y mitad baturra, como ella misma se define, lleva una década viviendo en Arcos de Jalón, donde cultiva flores en el pueblo de Somaén.
Geóloga de formación y florista por vocación, Clara ha sabido combinar ciencia y sensibilidad en su día a día. Su proyecto, ‘La Moderna Rural Shop’, ha logrado conectar con una comunidad que valora lo artesanal, lo local y lo natural.
La cuenta, que ya reúne a una comunidad de 325 mil seguidores, es un pequeño refugio digital donde florecen los colores, los consejos y los secretos del cuidado floral. Allí conviven peonías, girasoles, rosas, claveles, tulipanes y hortensias, cada una con su historia, su delicadeza y su forma de ser entendida.
Todo ocurre en un ambiente cálido, donde se respira olor a madera antigua y perfume de flores recién cortadas, como si cada publicación abriera la puerta de una floristería escondida en un rincón del campo.
Ahora, con Todas las flores que olvidamos, traslada ese mismo espíritu al papel, narrando una historia profundamente conectada con su propia evolución personal y profesional.Bella, la protagonista del libro, es un alter ego de Sanz, y como ella, decide dar un giro radical a su vida, abandonar la ciudad y abrir una floristería en un pequeño pueblo soriano.
Todas las flores que olvidamos inicia con la llegada de una carta inesperada que empuja a Bella a regresar al “Maldito Pueblo”, donde vivió momentos clave de su infancia y adolescencia, pero que también relaciona con la muerte de sus padres.
A partir de ahí, la protagonista se embarca en un proceso de transformación personal que la lleva a replantearse sus prioridades, a reconciliarse con su pasado y a construir una nueva vida sobre los cimientos del que fuera el sueño de su madre, tener una floristería.
En su adolescencia, Isabella rechazaba su nombre de pila y prefería que la llamaran Bella, un deseo que en el “Maldito Pueblo” casi nunca fue respetado y que acaba moldeando la historia de búsqueda de identidad que atraviesa la novela.
Instalarse en un pueblo no es tarea fácil, y Bella debe adaptarse a un entorno tranquilo pero exigente, en el que cada relación y cada gesto cuentan.
En este nuevo comienzo surge el amor con Gonzalo, alcalde del pueblo y amor de la adolescencia de Bella, que representa lo opuesto al mundo que ella ha dejado atrás: estabilidad, serenidad y conexión con la tierra.
Con una prosa que combina humor, emoción y reflexión, la novela es, en el fondo, una oda a la valentía de volver a empezar, incluso si eso implica reencontrarse con lo que un día quisimos dejar atrás.