La columna de Paula Winkler

Sobre indumentaria, reinas y princesas


Por Paula Winkler

Las revistas-magazine “Vogue”, “Bunte”, “Caras”, “Hola” y otras similares, en sus versiones locales o globales, se ocupan dentro de su variedad temática, de las monarquías europeas mediante la intervención de periodistas especializados en el protocolo de las mismas.

Han resaltado, por ejemplo, los atuendos elegidos por la Reina Letizia e hijas, como expresión de sobriedad en su participación en diversos eventos, aunque la revista alemana “Bunte” criticó alguna vez severamente el modo de vestir de la princesa Leonor. A esto, el vocero de la Casa Real rápidamente contra argumentó que los miembros de la realeza no se ocupaban de caerle bien al mundo en cuanto a las apariencias de sus prendas pues priorizaban y defienden el derecho de sus hijas a elegir la indumentaria que ellas quieran. Educar en libertad, una ajustada opinión para contrarrestar la crítica puntual de “Bunte”, si se piensa que todas las madres no podemos sino concordar.

En Argentina no sabemos de reinas ni princesas, pero intuimos, nos informamos y tratamos de hacer lo mejor respecto de nuestros hijos, con relación al vestir y a otros derechos.

Ahora bien, muchos españoles, como casi todos los habitantes del planeta, deben de presenciar en la época un ligero declive en sus democracias.

Las monarquías occidentales suelen funcionar como eje conciliador de paz interna, si bien no gobiernan, mientras que los países republicanos sostienen la columna vertebral de sus Constituciones: algunos poseen la figura del primer ministro; otros crearon la del jefe de gabinete -con análoga función, aunque más de gestión política que de simbólico social. Los efectos parecidos, es decir preservar la institución presidencial y evitar crisis y escándalos.

Nuestra racionalidad no implica, empero, demostrar interés mayúsculo en discusiones acerca de la diplomacia de los gestos y de los protocolos aplicables o no, a la moda de las coronas. Algún título hubo en algún informativo, en respuesta a “Bunte”, la revista alemana que –como dije- se disgustó con un traje de Leonor: tal indumentaria implicaba una “renovación institucional”- se respondió desde la Casa Real española… Supongo que se aludía al rol de la reina Letizia como influencia evidente en la moda y en la cultura hispana.

Lo que tal expresión acerca de una institución (monárquica) “renovada” nos asombra es su ineficacia contextual porque aun cuando nosotras, plebeyas, conozcamos que la moda es cultura y que el vestido significa, no parece que el gesto de haber portado un traje implique un cambio relevante, siquiera de protocolo.

Pese a lo expuesto, señoras reinas, señoritas o señoras princesas, duquesas y tal, vistan como se les dé la gana -dentro de los límites que le impondrán sus obvios deberes-. Y también, les plazca o no a las llamadas revistas “del corazón”, sería auspicioso que cada cual se ocupara con cierta coherencia de lo suyo…

En cuanto a nosotras, que habitamos el fin del mundo y no poseemos títulos nobiliarios, no estaría mal recordar que “la arruga es bella”, según el diseñador Adolfo Domínguez. Y si en el lenguaje de la indumentaria lo menos es más, la exhibición obscena de marcas de lujo termina siendo una auténtica ofensa al buen gusto. Los elegantes destacan cada prenda que visten y cada zapato que calzan debido a su estilo personal. Esto nunca opera a la inversa. Por el contrario, la elegancia huye de los consejos masivos, de las imitaciones improvisadas y se atreve a elegir conforme la silueta y profesión o lugar en el mundo de cada cual. Todo ello, con decoro.