Por Carolina Camacho

Sobre el género documental en nuestro cine


Por Carolina Camacho

En Argentina el cine documental se caracteriza por una fuerte vocación de explorar y denunciar realidades sociales y políticas, especialmente en períodos de crisis. Y como Argentina siempre ha estado y está en crisis, el documental nunca pierde vigencia. Así han surgido movimientos muy importantes para el documentalismo, como por ejemplo el grupo Cine Liberación, que fue un movimiento cinematográfico argentino fundado a finales de los años 60 por Fernando Solanas, Octavio Getino y Gerardo Vallejo que buscaba formar un Tercer Cine como herramienta política contra los cines comerciales y de autor. Este movimiento se caracterizó por su estilo de filmación crudo y directo, y una fuerte intención de transformación social.

Dentro de este grupo se gestó el documental “La hora de los hornos” (1968) que simbolizó un panorama muy claro y grafico de nuestra América, entre otros títulos representativos. No solo estos movimientos acompañaron momentos históricos como la dictadura de Onganía y la de 1976 sino que también a finales de los años 90 hubo un cine emergente de denuncia sobre el periodo menemista. Sin ir mas lejos, el propio Pino Solanas se vió perjudicado recibiendo 4 balazos en sus piernas estando en una manifestación luego de haber hecho denuncias directamente direccionadas hacia el menemismo, hacia la persona del ex presidente Carlos Menem. Solanas combatió al menemismo y repudio sus políticas, y lo pagó con su cuerpo.

En cuanto a mujeres cineastas documentalistas estuvieron Eva Landeck que filmó algunos cortometrajes documentales como “Barrios y teatros de Buenos Aires” (1963), “Las ruinas de Pompeya” (1965) y “Domingos de Hyde Park” (1965), entre otros, y María Herminia Avellaneda, que hay registro de unos pocos documentales, ambas tuvieron una extensa trayectoria en ficción, pero dedicaron una parte de sus carreras al documental.

Raymundo Gleyzer y su esposa Juana Sapire conformaron un cine de denuncia muy importante para la época del terrorismo de estado, costándole su secuestro y desaparición a los pocos meses del Golpe de 1976. Su esposa Juana y su hijo Diego tratan de continuar su legado vivo.

Por otro lado, tampoco puedo dejar de nombrar y homenajear a mis docentes del Instituto de cinematografía de Avellaneda, quienes formaron parte del documentalismo en nuestro país, ya que el Instituto de Cine de Avellaneda fue denominado “El instituto de la resistencia”, debido a que fue el único Instituto de cine en todo América que siguió con su actividad a puertas abiertas aun en dictadura, eso lo convirtió en un semillero de documentalistas, y para mí realmente haber sido alumna de todos esos referentes que conformaban el plantel docente fue un verdadero privilegio que solo tuvimos quienes pasamos por esos niveles educativos. Aprendí muchísimo de realizadores como Humberto Ríos, Miguel Mirra y su compañera, entre otros nombres.

Tristán Bauer filmó algunos documentales como “Cortázar” (1994), “Los libros y la noche” (1999), “Che. Un hombre nuevo” (2010) y “Tierra arrasada” (2019), entre otros.

Ya mi padre que perteneció a esa misma generación y estudió cine en su juventud al igual que ellos, me había hablado de Solanas y Getino, a quienes conoció, y también me había hablado de Jorge Preloran, me había dicho siendo chica “Ya vas a conocer el cine de Preloran y te va a volar la cabeza”, y así fue, cuando lo conocí de la mano de mis docentes. Preloran fue el precursor del cine etnográfico, que es un género de cine de no ficción, muy similar por momentos al documental. Filmó “Araucanos de Ruca Choroy” (1968), “Hermógenes Cayo (Imaginero)” (1969), y “Cochengo Miranda” (1975), entre otros.

Las películas documentales en super 8 que filmó mi papa en su juventud, forman parte de mi legado personal de vida, pero hay imágenes de gran valor y siempre pensamos con él que sería muy importante cederlas a algún organismo estatal que las valore, pero esto debería ser algo muy consensuado y conversado y debería ser el ente y organismo adecuado, no sería algo tan fácil, habría que conversar varias cosas, tendrían que ser lugares conformados por personas que verdaderamente sepan darle el valor que tienen a esas imágenes de mi papá, y no darle una mera utilización política para la coyuntura de turno, debería ser algo en lo que se le de mayor importancia al registro de mi papá, tendría que ser algo muy charlado con los pertinentes compromisos y acuerdos con gente que tenga palabra de honor, eso que ya está pasado de moda en la actualidad. Ya que en nuestro país muchas veces se utilizan las imágenes audiovisuales con fines políticos y eso carece de toda ética. No es lo mismo realizar cine político y militante, que utilizar el cine para obtener resultados electorales. Todos los exponentes del documental que mencione anteriormente estarían muy en desacuerdo con esto. El cine militante y político como herramienta de transformación sí, pero hay que estar muy atenta de que sea de transformación y respetando a todas las partes y no que responda a otros intereses con nombre y apellido.

Y hago tanto hincapié en esto, porque mi padre fue un trabajador dentro del estado, así como lo fue mi abuelo y me han transmitido valores como la honestidad y el respeto, y los trabajadores en esa categoría tan particular que los define tienen otros tipos de miramientos distintos al de otras personas que no vienen de esa misma categoría, simplemente para tenerlo claro, porque para un trabajador en este país es muy difícil poder mostrar lo que haces, a mi papá le fue muy difícil, a mí me fue muy difícil y no creo que sea casual.

Por último, agrego que la muerte de Pino Solanas en Paris, yo siento que fue todo un mensaje direccionado hacia adentro del peronismo. Mas allá de que Paris tuviera todo un simbolismo, ya que allí, en sus calles se filmaron algunas escenas de “El exilio de Gardel” (1985), pero al margen de eso, pienso que las circunstancias se dieron así por algo, el se encontraba en Paris cuando contrajo coronavirus en la pandemia, siendo embajador de Argentina en Francia ante la UNESCO y los médicos le dijeron que se quede allí a hacer el tratamiento y allí murió. Todo un mensaje al peronismo, teniendo en cuenta que algunos muchachos peronistas con gomina y desde algunos sectores del estado estaban empezando a tomarle cariño al paisaje parisino y ya era vox populi, dado sus reiterados viajes a la capital parisina, casi como por una cuestión de pertenencia social, de pronto, ser parte socialmente hablando, era poder posar en la emblemática Torre de hierro y mostrarlo en redes sociales de ser posible, y si no era a Paris era a cualquier otro destino europeo, con dinero del estado, que en si es un concepto engañoso, ya que uno con su dinero ganado puede hacer exactamente lo que quiera, es verdad, pero en muchos casos no se trataba de dinero ganado sino de amiguismos y de algunos sectores privilegiados que tuvieron acceso a las arcas, esto me parece inadmisible porque pienso que un estado como el que se propagandeo mediante bombos y platillos durante años y años no se puede permitir haber tenido ciertos deslices. Habla de demasiado abuso.

En mi caso personal, no perdonaré esos brutos errores tan fácilmente en nombre de un estado inclusivo e igualitario. Así que pienso que Pino Solanas y su muerte parisina porque el destino así lo quiso, fue todo un símbolo y un mensaje hacia adentro, hacia las entrañas del peronismo. Algo quiso decir, algo significó, y yo lo entendí perfectamente, porque a veces hay que saber leer cuando el destino suele decirnos y mostrarnos cosas de manera tan explicita, y este fue el caso.

En cuanto al documental, no morirá, gozará de muy buena salud por muchos años más, porque nuestro país al parecer seguirá en crisis in aeternum, por los siglos de los siglos, Amén. Lo cual no se si es una buena noticia o habla de cierta cronicidad congénita.

 

 

 

.