Por Silvina Zecler
Reflexionando sobre la maternidad a partir de la serie «Envidiosa»
La maternidad ocupa un lugar particular en el imaginario cultural: mezcla deseo, mandato, miedo, amor y contradicción. No hay experiencia más idealizada y, al mismo tiempo, más compleja.
La tercera temporada de Envidiosa, protagonizada por Griselda Siciliani, se anima a mostrar exactamente esa complejidad. Su protagonista vive una ambivalencia profunda respecto a la idea de ser madre: la atrae, la asusta, la imagina, la rechaza. Nada está claro. En contraste, la serie introduce la maternidad real y cruda de su hermana, que atraviesa angustia, culpa y una sensación de pérdida de identidad que muchas mujeres viven, pero que pocas se animan a contar.
A partir de las dudas de Vicky aparece una pregunta: ¿la relación con la propia madre tiene que ver con el deseo —o la falta de deseo— de maternar? La respuesta no es lineal.
La relación madre–hija es la primera experiencia emocional profunda que vivimos; es un mapa primario que impacta en la manera en que percibimos el cuidado, la dependencia, el amor, etc. Esa historia temprana no determina el deseo de ser madre, pero sí lo condiciona, lo matiza, lo tensiona. Muchas mujeres desean ser madres para recrear un vínculo cálido que recuerdan; otras para repararlo; algunas temen repetir aquello que les dolió; y muchas simplemente no sienten un deseo propio, sino que se debaten entre él y la expectativa social.
La ambivalencia de la protagonista revela algo de esa herencia emocional: miedo a perder libertad, temor a convertirse en una versión de sí misma que no quiere ser, dudas sobre la propia capacidad de sostener a otro. Mientras tanto, su hermana funciona como un espejo incómodo: muestra que, incluso quienes sí desean ser madres, pueden atravesar una crisis profunda cuando la realidad no coincide con la fantasía.
Su angustia y sensación de despersonalización hacen que Vicky se pregunte si está dispuesta a vivir algo así, si quiere realmente sostener ese nivel de entrega o si la maternidad es, para ella, un camino posible.
La serie aporta una mirada valiosa porque desarma el mito de que el deseo de ser madre es natural. Expone que puede ser tenue, fluctuante, tardío o directamente inexistente, y que todas esas formas son válidas.
La maternidad, desde una perspectiva psicológica, no debería ser ni mandato ni rechazo impulsivo, sino una elección. Y para decidir es necesario mirar la propia historia, especialmente la relación con la madre: no para repetirla ni para negarla, sino para entender de qué modo moldeó la idea interna sobre la maternidad.
La tercera temporada profundiza además el vínculo entre Vicky y Fernanda, su psicóloga, quien le permite habitar la duda sin culpabilizar, desdramatizar y humanizar la crisis, poniendo una vez más en evidencia la importancia del sostén que brinda el espacio de análisis.
Envidiosa nos invita a reflexionar sobre los vínculos, la salud mental, la amistad, el amor, el deseo, la familia y la pareja. Y, especialmente, les ofrece a quienes no saben, a quienes desean a medias, a quienes no se identifican con el ideal maternal pero tampoco quieren descartar del todo, la posibilidad de pensar que el verdadero desafío no es decidir ser o no ser madre, sino comprender desde dónde nace ese deseo —o su ausencia— y poder elegir sin miedo, sin mandato y sin culpa.
