Este modelo de terapia, en el que entran en juego movimientos oculares, se utiliza para casos de estrés postraumático.
Cuando se habla de ir a terapia, la idea de visitar a un profesional engloba muchas cosas, pues la terapia puede consistir en sentarse frente a alguien y narrar lo que nos ocurre, pero también puede ser muchas cosas más. Ejercicios, meditaciones, juegos… hay diversos tipos de terapia, y cada uno cumple una función y se adapta a una persona diferente.
Una de estas terapias es la EMDR. Explica Laura Palomares, directora de Avance Psicólogos, que estas siglas responden a la abreviatura de ‘Eye Movement Desensitization and Reprocesing’, que en castellano, significa ‘reprocesamiento y desensibilización por movimientos oculares’.
El tratamiento, que fue descubierto en 1987 por la doctora Francine Saphiro, sostiene la hipótesis de que rememorar un recuerdo traumático mientras se mueven los ojos de un lado al otro, genera una estimulación alterna de ambos hemisferios cerebrales, que favorece el reprocesamiento de acontecimientos emocionalmente intensos o traumáticos. «En su aplicación hay un protocolo muy estricto, que pretende generar un entorno de seguridad en todo momento al paciente y sus necesidades, al estar exponiéndose a emociones muy intensas», explica Laura Palomares.
Cómo funciona la terapia EMDR
Tal como explica la profesional, en aplicación de EMDR se parte de la idea de que el reprocesamiento del recuerdo angustioso, o emoción y cogniciones negativas «se van desprendiendo de carga perturbadora a medida que se va dando esta ‘exposición en imaginación’ siempre acompañada del movimiento ocular o estimulación de ambos hemisferios». El objetivo, comenta Palomares, es que a medida que se realizan sesiones alrededor de un malestar concreto, se vaya sintiendo menos malestar y esto se concrete en la vida diaria, desbloqueando síntomas y malestares que puedan estar tras el suceso traumático o preocupación.
Por lo general, la terapia EMDR se emplea sobre todo en casos de estrés postraumático (superación de traumas y tratar el estrés postraumático), pero también como tratamiento para los trastornos de ansiedad, fobias, trastornos obsesivos y de la alimentación, duelos, autoestima o miedo a hablar en público. Añade Laura Palomares que excepto las personas que sufren Trastorno Disociativo de la Identidad (TID), «lo que antiguamente era conocido como doble personalidad o personalidad múltiple», todo el mundo puede beneficiarse de este modelo de terapia.
Evidencia científica
Aborda por último la profesional qué evidencia científica tiene esta terapia pues, como ella misma afirma, es un tema controvertido. «Para algunos autores esta herramienta terapéutica no es más que una exposición a la ansiedad en imaginación, como cualquier técnica de desensibilización a la ansiedad», apunta, y añade que mientras, sus defensores alegan que el movimiento ocular y el protocolo empleado lo hace más eficaz que cualquier otra técnica. «Lo cierto es que cada vez somos más los profesionales que nos interesamos en este tratamiento. Además, las guías de tratamiento editadas por la OMS o asociaciones como la APA la reconocen como tratamiento eficaz», concluye.
Fuente: www.abc.es