Hace unos 25 años que Karina Lucero disfruta su pasión por las plantas y en los últimos años siembra semillas ancestrales y exóticas de distintas partes del mundo. Ya experimentó con 450 variedades de verduras, 90 sólo de tomates.
La historia de Karina está atravesada por su particular conocimiento sobre las semillas y plantas de distintas partes del mundo. Sus saberes son compartidos a diario en distintos grupos de personas que la contactaron por las redes sociales.
Su amor por las plantas nació desde muy chica, y después lo amplió por el contacto con distintas comunidades originarias que visitó en otras de sus facetas sociales que cumple de forma anónima.
Hace unos 15 años que posee su propia huerta que instaló definitivamente en su casa en KM4, donde “tengo un invernadero para reparar un poco del viento, montado contra un conteiner marítimo y después tengo un par de cuadros (bancales) exteriores”.
Hace poco tiempo que adquirió las primeras semillas exóticas y en sus viajes al exterior sumó otras variedades. “Fui incorporando muchas semillas ancestrales y raras, con la duda si se podían adaptar a nuestra zona. Entonces empecé a probar con muchas variedades asiáticas que toleran bien las temperaturas bajas”, contó a Con Sello Patagónico.
Por ejemplo, el pakchoi o el tatsoi (especies de hortalizas de Oriente), mostazas y brócolis romanescos “que se pueden incorporar tranquilamente a la zona. Se pueden cultivar en invierno sin la necesidad de tener un invernadero”, aclaró.
Ya sembró 450 variedades de distintas verduras, 90 sólo de tomates. “Este año cultivé 27 variedades de tomates”, apuntó. También describió que la semilla “siempre tiene memoria, se va adaptando en el tiempo, al clima, al suelo, a las plagas que puedas tener”.
El último miércoles “coseché unos girasoles de 4 metros, son girasoles mamut, las semillas son mexicanas, de guarda”, explicó Karina. También recolectó maíz arcoíris y ajíes picantes, entre otras numerosas especies.
La huertera explicó que muchas de las variedades son denominadas reliquia porque las semillas son antiguas. Graficó que un tomate canestrino “tiene un gen italiano, no sirven para ser comercializados masivamente, y por eso no lo podés encontrar en una góndola. Son tomates que no soportan cámaras de frío, tienen pieles muy sensibles y se golpean enseguida. Es para cosecharlo y consumirlo en 24 o 48 horas”.
GUARDIANES DE SEMILLAS
Luego de armar un grupo en Facebook “Huertas Exóticas”, comenzó a compartir su banco de semillas. El grupo tiene 45 mil seguidores de distintos lugares del mundo, y se sumó “mucha gente de la Patagonia que tenía la idea que acá no se puede cultivar o que no se dan determinadas especies por las condiciones climáticas”.
Sin embargo, Karina demostró que “si se puede” y se contactó con otros comodorenses para crear un grupo de WhatApp de 35 integrantes que “nos compartimos variedades, semillas del mismo tomate, se hacen 25 plantas y cada uno de ellos tiene un plantín”.
En ese intercambio “descubrimos a gente como Florencia (Calapeña) de Mujeres Unidas que tiene huerta en la ladera del cerro, que es un laburo ejemplar y mucha gente que cultiva a gran escala con invernaderos grandes, y otros en cajones de pescados, bidones para consumo propio”, comparó.
Karina es una persona que “investigo mucho, busco información, leo sobre los cultivos, las características, los requerimientos que tiene; y después te abre un abanico de posibilidades”, dimensionó.
Su producción se basa en el consumo familiar y vende semillas a distintas huerteras del país. Pero, valoró la posibilidad de quienes puedan producir a mayor escala y por ejemplo abastecer a restaurantes locales.
PASION POR LA TIERRA
La mujer reveló que “las plantas son mi pasión, me conectan con la tierra, ver todo lo que encierra una semilla: me pasa con algún tomate que puedo cosechar 10 kilos o un tomate negro, exótico o precioso; todo eso comenzó con una semilla”.
En Comodoro “somos cada vez más, la idea es que la gente se anime a sembrar y a ir conociendo. Cuando vos cultivas y te conectas con la tierra empezás a cuidar el ambiente, el agua, los residuos; todo va de la mano. Terminas reutilizando, compostando y vas sumando cosas que a la vez es una ayuda económica para la familia”, valoró.
En el mismo sentido, Karina propuso a modo de idea que la huerta “se debería incorporar en todos los comedores comunitarios, el INTA ofrece las semillas, da cursos, que la propia gente se vaya sumando. No los va a abastecer, pero es un comienzo que los lleva a mucho más”.
Poder acceder a esas variedades de verduras, además de elegir la soberanía alimentaria, dará la posibilidad de probar especies de verduras o frutos de otras partes del mundo sin viajar.
Fuente: Con Sello Patagónico.



