Poco más del 35% de los niños tienen inseguridad alimentaria en Argentina


Según el Observatoruo de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica (UCA) la inseguridad alimentaria en la infancia es un problema estructural en Argentina, que «pone en riesgo el desarrollo físico, cognitivo y educativo de los niños, niñas y adolescentes, y compromete seriamente el futuro de los niños, niñas y adolescentes».

La inseguridad alimentaria (IA) se define como la falta de acceso regular a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para el desarrollo activo y saludable de las personas. Puede manifestarse de forma leve (preocupación por no contar con alimentos por problemas económicos), moderada (reducción en cantidad o calidad de la dieta de la familia y en particular de los adultos) o severa (privación en la ingesta y en particular en los niños/as).

En un informe el Observatorio apunta que  entre los años  2010 y 2024, la IA mostró una tendencia sostenida al alza, con picos en 2018, 2020 y 2024. En el último año, el 35,5% de niños/as y adolescentes (NNyA) sufrió inseguridad alimentaria, y el 16,5% de forma severa.

Por otra parte, en la coyuntura reciente, la pobreza infantil en el país alcanzó un nuevo pico histórico durante el primer semestre de 2024, con un 67% de niños y adolescentes  afectados. Sin embargo, en el segundo semestre se registró una reducción cercana a los 15 puntos porcentuales, en un contexto marcado por la desaceleración de la inflación y un aumento significativo en los montos de la AUH y la TA, con lo que la pobreza infantil al finalizar el año 2024 aún estaba por encima del 50%

Entre los determinantes para esta situación, dice el informe, figuran «los factores de carácter socioeconómico —como pertenecer a los estratos más bajos, contar con ingresos reducidos o enfrentar condiciones laborales precarias— son los que muestran vínculos más fuertes y consistentes con la inseguridad alimentaria, revelando su centralidad estructural. Al mismo tiempo, variables sociodemográficas como la monoparentalidad mantienen un patrón de asociación sostenido, consolidándose como un factor de riesgo persistente, aunque con variaciones en su intensidad según el momento histórico».