Por José Calero (NA)
Los afiliados a prepagas, que vienen soportando un aumento récord en las cuotas, ahora ni siquiera tienen certeza de poder atenderse con los especialistas de la cartilla, porque muchos les terminan cobrando un «copago», generalmente en negro.
Es que los médicos están disconformes con lo que las empresas de medicina privada les retribuyen por la consulta, y terminan volcando ese problema en el paciente.
En este escenario complejo, las cuotas de las prepagas aumentaron más del 70 por ciento en lo que va del año -casi a la par de la inflación-, y se hacen cada vez más cuesta arriba de afrontar para los usuarios.
La irregularidad, que comenzó a notarse hacia mediados del 2022, cuando la inflación empezó a despegar fuerte, se agudizó este año en medio de las quejas de los médicos.
Por lo que pudo comprobar Noticias Argentinas conversando con pacientes y médicos, ya las quejas no son sólo por lo que se incrementan las cuotas, ahora también se suma que cuando el paciente llega a la consulta, se encuentra con la desagradable sorpresa de que se les pide un «copago», que puede rondar entre los mil y los cinco mil pesos. No hay billetera que alcance y mejor no enfermarse.
Por la inflación, la clase media argentina tiene cada vez más dificultades para mantener los servicios de medicina privada, que por primera vez desde el 2001 registran más bajas que altas.
De esta forma, los sectores medios, donde el 30% de sus integrantes está por caer en la pobreza según estadísticas oficiales, no tienen respiro.
Detractores de las tremendas falencias y necesidades del sistema de salud público, los sectores medios apelaron a las prepagas en cuanto tuvieron oportunidad.
Hasta hace un par de años, el costo de esos servicios era razonable. Pero, inflación mediante, se fue transformando en prohibitivo.
A los problemas de los «copagos» a discreción, se suma que casi no hay turnos médicos cercanos, porque los médicos imponen un cupo de atención para afiliados a prepagas.
En la central de turnos de dos de las coberturas más importantes del país los asistentes (humanos) avisan de antemano que la consulta no será nada pronto.
Si se pide por Salud Mental, Dermatología, Oftalmología, Odontología y hasta Pediatría, principalmente, llega un mensaje similar: «Hay turno para diciembre, ¿continuamos?».
Por la falta de turnos con médicos especialistas en las prepagas, tres de cada diez afiliados empezaron a concurrir a hospitales públicos, donde en algunos casos hay que hacer colas desde las 5 de la mañana para ser atendidos a partir de las 8.
En la Facultad de Odontología de la UBA ya se quedaron sin turnos pediátricos para este año, así como hay otras especialidades que tampoco tienen disponibilidad.
A los afiliados -que pagan las cuotas con todos sus aumentos- representa una invitación a buscar especialistas «por fuera».
Están quienes abonan una consulta particular, aunque ya estén pagando mes a mes, y quienes, más en el interior del país pero hasta en la Ciudad, buscan atención en el sector público, aunque tengan credencial de afiliados.
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Tres de cada diez van al hospital público
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De acuerdo con un estudio sobre acceso a la salud realizado por la Fundación Colsecor, la gente ya valora más las especialidades del sector público y tres de cada diez usan los dos sistemas de salud.
Además, un 10% se «minimizó», y pasó a un plan de salud más económico.
Por el aumento en prepagas, miles de afiliados recurren a la Facultad de Odontología u otras de la UBA para atenderse.
El 34% de los que se atienden en el hospital tiene una obra social/prepaga y usan indistintamente el servicio público o el privado. El 32% tiene una obra social o prepaga y usa el sistema de salud privado. Y el 26% se atiende gratis en hospitales públicos, frente al 5% que paga las prácticas médicas de forma particular.
La Unión Argentina de Salud (UAS), que engloba a la mayoría de las organizaciones de medicina privada, reconoce la crisis de especialistas que se van de la cartilla. El fenómeno lo inscribe en la «gran crisis» de todo el sistema de medicina prepaga: la insuficiente financiación que tiene el sistema.
Las especialidades tienen distintos aranceles y los montos varían entre las prepagas. En todas hay un atraso de esos aranceles respecto de la inflación. Muchos especialistas deciden quedarse sólo en la cartilla que les pague mejor por paciente o pasarse completamente al modo particular.
Entre quienes hicieron cambios en la atención de su salud, el 7% dijo que tenía una obra social/prepaga y se fue a otra más barata, un 6% que pagaba prácticas médicas de forma particular y ahora algunas las hace en el servicio público y un 5% que tenía una obra social/prepaga y empezó a usar el sistema público.
En la percepción «general» del servicio de salud, lo privado está apenas mejor valorado que lo público: 66% versus 61% en aprobación. Otro dato relevante es que a las mujeres, el costo y la inflación les incide más que a los varones en cuestiones de salud.
«Después de mucho reclamar a una de las prepagas más grandes del país, pusimos un copago, que desde ya no debíamos cobrar, para forzar la negociación. Así, cuando se fueran a quejar los pacientes, nos iban a llamar y decirnos ´che, están incrementando lo que paga el afiliado´, y capaz algo se movía.» Con estas palabras, una psiquiatra que atiende por fuera del radio metropolitano explicó la lógica por la que muchos profesionales de la salud están cobrando copagos a sus pacientes: la silenciosa protesta de los médicos.
Otros especialistas en salud mental van avisándole a sus pacientes que la próxima consulta debe incluir un «adicional», en negro por supuesto.
Los médicos explican que cobran miserias por parte de las prepagas y que para colmo les pagan a 60 o 90 días, que en épocas de inflación de dos dígitos representa un golpe mortal al bolsillo.
Semanas atrás, el Colegio de Médicos de Mendoza oficializó el cobro de copagos para las prepagas, haciendo oficial lo que ya venía ocurriendo desde hacía meses en forma subterránea.
En estos casos, la relación asimétrica que existe entre médico y paciente se reproduce en la ecuación económica. Es improbable que el paciente se queje. O es consciente de la crisis y los malos honorarios de los profesionales, o el desaliento por el contexto general lo lleva a resolver fácil, expeditivo, billetera en mano.
Después de todo, la salud está primero.
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Qué dicen los médicos
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Jorge Iapichino, secretario de Hacienda de la Confederación Médica de la República Argentina (COMRA), dijo que los especialistas están «completamente hartos, y entendieron que sencillamente no pueden más, no dan para más».
La explicación que dan desde las entidades de salud es que, ante la denuncia de un paciente, envían una advertencia a la institución o el profesional que esté pidiendo copagos, y eventualmente lo desplazan de cartilla.
Algo que ocurre desde siempre es, por ejemplo, que cirujanos u obstetras considerados «eminencias» cobran adicionales en determinados contextos. Por ejemplo, uno va regularmente a la consulta, pero si además pretende que la eminencia (y no un tercero de su equipo) lleve a cabo la práctica en cuestión (el parto, la intervención quirúrgica), debe pagar honorarios aparte.
El tema es que, estimó Iapichino, «en comparación a dos años atrás, esta situación de pedir copagos se multiplicó por diez, por lo menos».
Según fuentes del sistema de salud, existe un «acuerdo tácito» entre algunas prepagas y prestadores (en general individuales y no institucionales) de mirar para otro lado y dejar que cada uno cobre lo que le parezca.
Iapichino, desde la Confederación Médica Argentina, entidad que engloba a las federaciones médicas de las 24 jurisdicciones, que a su vez representan a unos 130.000 profesionales de la salud, sostuvo que «el médico no es un victimario. Acá las víctimas son dos, médico y paciente. El origen de todo esto es el desfinanciamiento del sistema de salud, de las obras sociales y de la medicina prepaga».
Los médicos están cansados de cobrar dos pesos por sus servicios, la prepaga no aumenta los honorarios, y el paciente, otra vez, es el pato de la boda.