Polvo inhalatorio, gel intestinal, bombas de infusión subcutánea o films sublinguales, son algunas de los últimos avances para tratar la enfermedad de Parkinson, un trastorno del movimiento descubierto hace más 200 años que sigue sin encontrar una cura.
El Indio Solari fue quien en los últimos días volvió a poner foco sobre lo que significa vivir con la enfermedad. Durante una entrevista con el locutor español Mariskal Romero, el cantante dijo: «Es una enfermedad muy jodida, muy invalidante, voy camino a eso… se nota la progresión, el éxito que va teniendo el profesor Parkinson con mi vida».
Pero también contó cómo los tratamientos lo ayudaban a sobrellevar una enfermedad que a lo largo de dos siglos de investigación todavía no pudo ser frenada.
«Siempre se está investigando y hay avances en el estudio y tratamiento de la enfermedad de Parkinson. Uno de los últimos, interesante, es el de la posibilidad de terapias génicas. Investigadores de la Northwestern University, en Chicago, hallaron que el daño a las mitocondrias, una estructura que interviene en procesos energéticos de las células, está relacionada con la enfermedad en un modelo de ratones. Testearon una forma de terapia génica, de alteración de genes, para mejorar la conversión de levodopa a dopamina, que es el neurotransmisor en déficit en Parkinson. Los ratones que recibieron este tratamiento tuvieron mayor beneficio con levodopa, droga usada en la terapia de esta enfermedad. Este estudio puede permitir orientar y desarrollar nuevos tratamientos para los pacientes con la patologia en cuestión», explicó a Télam José Bueri, Jefe de Neurología del Hospital Universitario Austral.
El especialista agregó que «adicionalmente, aparecieron en los últimos años nuevos fármacos con distintos mecanismos de acción para tratamiento sintomático, como Istradefilina, Opicapone y Safinamida, entre otros. Asimismo, levodopa, un tratamiento clásico muy eficaz para la enfermedad, comienza a ser estudiado y utilizado en nuevas formulaciones, como polvo inhalatorio y gel intestinal. Apomorfina, antiguo fármaco, se está usando en bombas de infusión subcutánea y films sublinguales, para controlar períodos de falta de respuesta a la medicación clásica».
La enfermedad fue descubierta en 1817 a partir de los estudios del neurólogo británico James Parkinson, y en particular de su trabajo «Un ensayo sobre la parálisis con temblor».
Desde entonces, la ciencia intenta encontrar sus causas y la forma de detener el avance de una enfermedad que produce la muerte prematura de un grupo de neuronas de dopamina, lo que lleva a un deterioro progresivo de las funciones motoras.
Existen dos tipos de tratamientos, medicamentos o procedimientos quirúrgicos.
Ricardo Maiola, médico de planta del Programa de Parkinson y Movimientos anormales del Hospital de Clínicas, señala que a lo largo de los años se fueron introduciendo fármacos que «mejoran la duración de la acción de la levodopa, reducen algunas complicaciones del tratamiento como son las diskinesias inducidas por la medicación, que son movimientos involuntarios que pueden aparecer en el transcurso del tratamiento, y algunos que se administran en forma de introducción de un pequeño tubo en el aparato digestivo o por bombas de infusión subcutánea prolongada, que se indican para tratar de evitar las fluctuaciones en la respuesta farmacológica.
Emilia Gatto es neuróloga y Jefa del área de Enfermedad de Parkinson y Movimientos Anormales del Instituto de Neurociencias de Buenos Aires (INEBA). Consultada por Télam, explicó que los mayores avances en el tratamiento de la enfermedad apuntan no solo a «mejorar las condiciones motoras, es decir el temblor, la rigidez o la lentitud del paciente», sino también a los trastornos asociados como «depresión, alteraciones en el sueño, dolor, trastornos en el sistema urinario, en el sistema evacuatorio intestinal, cambios en la piel, cambios en el humor, y condiciones de apatía».
Solari resumió así esos dolores: «A mí no se me da por temblar, me agarra como una contractura que quedo como un enano de yeso».
Pero el Indio también planteó las inequidades a la hora de acceder a los distintos tratamientos. «Es una de las problemáticas sociales, lo que pasa con un tipo que tiene la misma enfermedad que yo y no tiene ni kinesiólogo, ni la apomorfina, ni la pileta con agua tibia para hacer su gimnasia de elongación. Debe ser un padecimiento infinitamente mayor y encima creo que en un par de años se lo lleva».
Sobre este punto, Maiola aseguró que «con respecto a los costos de los medicamentos, deberíamos decir que algunos, como los agonistas dopaminérgicos, son costosos y ahí sí hay una diferencia entre las posibilidades de adquirirlos si el paciente no tiene obra social».
Agregó que algunos tratamientos no están disponibles en nuestro país, como duodopa intraduodenal, apomorfina en bomba, «pero se debería aclarar que los fármacos que sí disponemos sirven y mucho para tratar a la mayoría de los pacientes parkinsonianos que vemos a diario».