Por Ivana Rugini

Nunca había escuchado eso!!


Por Ivana Rugini

– ¡Se vinieron las vacaciones de invierno!!! ¿A dónde vamos? ¿San Pedro, Tandil, Termas?-

-Esteros del Ibera´-

-Eh???? ¿Qué hay para ver ahí? –

-Animales en su hábitat natural. Ciervos, carpinchos, monos, garzas, aves…

No pude seguir dando mi cátedra de fauna correntina que, para mi sorpresa, agarraron viaje. No sé si entusiasmados por la aventura o porque no soportaban el énfasis con el que nombraba a cada ser vivo. Fuimos.

Los carpinchos orondos se esparcían en plena ruta como para que te hagas a la idea de que ahí los tiempos son los de ellos. Hacen claro uso del poder de pisar una RESERVA; como si supieran que de la línea para el otro lado, la cacería es a mansalva. De la línea para este lado, todo gira en torno a sus caprichos.

Cruzamos el Puente Bailey y Colonia Carlos Pellegrini se abrió como salida de un cuento.

Alojarnos en un pueblo ubicado dentro de la Reserva Natural de Iberá es una experiencia preciosa porque estás alejado de lo que hace mal y equipado de todas las comodidades para que estés bien.

Naturaleza y confort es la síntesis perfecta.

Si ya todo era maravilloso, una excursión en lancha recorriendo el Río Miriñay lo mejoró aún más. Los que parecían de lejos tronquitos flotando; eran uno, dos, cientos de yacarés que parsimoniosamente se acercaban a la orilla buscando un espacio entre sus hermanos para echarse, y si no lo encontraban, directamente se superponían sin causar disturbios.

César, el guía, llevaba la embarcación bien cerquita de los animales y explicaba el comportamiento de estas criaturas con voz muy suave.

No es que bajaba la voz para no espantarlos. Así hablaba él y no espantaba a nadie. Todo lo contrario. Al hablar en ese tono bajo y calmo, nos invitaba a bajarle el volumen a nuestras voces para honrar el silencio del lugar y poder escuchar con los ojos que se iban abriendo más y más con cada dato que circulaba.

Si de silencio hablamos, el yacaré es tan sigiloso que solo se puede hacer sentir cuando se sumerge y hace oleaje con su cola zigzagueante en el agua.

Estaba enfrascada en la enseñanza que estaba recibiendo de la gente del lugar y de los mismísimos yacarés: nada de bullicio, nada de hacerse notar, nada de espamento; cuando se ve que solté …

-¡Son hermosos!!!-

La exclamación fue espontánea y tan para mis adentros que creí que nadie me había escuchado, pero César con su oído biónico, sí lo hizo.

-Nunca había escuchado eso!- Dijo el guía, claramente acostumbrado a tener que ponerle garra a la defensa de estas bellezas…

No retruqué ese comentario para no desviar el libreto que nuestro capitán tenía estudiado para esa salida, pero la charla siguió con mi consciencia.

¿Cuánto tuvo y tiene que hacer esta especie para que la gente la valore, la cuide y la vea “linda”? Se debió gestionar un parque provincial y llamar a los propios cazadores (mariscadores) para demostrarles que podían sacar otro rédito; ya no vivir de la piel del caimán sino del ecoturismo.

La calma era tal que nadie, ni siquiera el guía estaba apurado por volver a tierra firme. Estaba claro que disfrutaba más que nosotros el poder estar ahí con nosotros, pero mucho más con ellos. Supo darnos el tiempo para que la esencia del yacaré se revele y podamos apreciar lo que hay detrás de esas bocas intimidantes.

Aprendí la importancia de los movimientos lentos, de la paciencia y de la quietud.

También, que estar con muchos congéneres no quiere decir perder individualidad y sobretodo, que hay que activar la tolerancia para no reaccionar mal al primer movimiento del compañero.

Todo esto es la Medicina del Yacaré o Caimán.

Si estás precisando desenchufarte de tu vida ajetreada, este es el lugar perfecto y los yacarés son los profesionales idóneos para transmitirte el equilibrio que necesitás incorporar.

Cada vez que puedas, visitá Parques Provinciales o Nacionales para demostrar con tu presencia y aporte que estas zonas deben agrandarse, no achicarse.

Parque Provincial Iberá, Corrientes, Argentina.