Por Gema Mañogil

Marta Giménez explora en ‘El método Sherezade’ secretos narrativos de Las mil y una noche


Por Gema Mañogil-

La ganadora del Premio Carmen Conde 2025, Marta Giménez Martínez (Huesca, 1977), propone en El método Sherezade (Ediciones Torremozas) una lectura poética de la célebre recopilación anónima de relatos orientales en torno al poder salvador de la palabra, Las mil y una noches.

Inspirada en la figura de Sherezade —la narradora incansable de Las mil y una noches que transforma la palabra en arma de supervivencia frente al poder del hombre que amenaza su vida— Giménez actualiza la herencia de tantas mujeres que han utilizado sus relatos para sobrevivir.

La autora compagina su actividad literaria con una trayectoria profesional diversa. Ha sido profesora de disciplinas tan distintas como la vela ligera o la danza. En su caso, la escritura no nace de la urgencia sino de un deseo que siempre estuvo ahí, esperando su cauce. «De repente ha tenido que llegar alguien para decirte, ‘oye, que igual por aquí es el camino'», ha explicado en una entrevista con Efeminista.

El título del poemario apunta directamente a Sherezade, la protagonista de Las mil y una noches: la mujer que, para salvar su vida, le cuenta una historia al sultán cada noche, interrumpiéndola al amanecer para dejarlo en suspenso y evitar que la mate. Esa astucia narrativa convierte el acto de narrar en un modo de resistir. La autora recoge ese impulso vital, la palabra como salvación, y lo traslada a la poesía.

Giménez explica a Efeminista que todo nace, curiosamente, de una lectura en prosa. Al abrir Cartas a un joven novelista, de Vargas Llosa, se topa con una idea que la intriga: ¿y si las «herramientas» que construyen una novela —el punto de vista, la tensión, el suspenso— pudieran sostener también un poema? Esa pregunta se convierte en brújula y en método. “Me di cuenta de que lo que hacía Sherezade era lo mismo que hace cualquier autor: mantener vivo el hilo de la palabra”, ha apuntado.

Así, El método Sherezade se levanta sobre dos pilares: la técnica moderna y el mito ancestral de una mujer que sobrevive narrando. La autora piensa el libro como laboratorio en el que puede experimentar con el lenguaje humano.

La influencia de Las mil y una noches atraviesa todo el poemario, tanto en su arquitectura como en su sentido: la idea borgiana del “mil más uno”, que niega el fin, se convierte en un principio estructural, dice. Giménez explica también que ha trabajado con una edición anotada de la recopilación de cuentos de este corpus oriental como libro de consulta para cada poema, reutilizando y reelaborando ideas que se incorporan al tejido del libro como piezas de un mosaico.

El diálogo de su trabajo cruza océanos literarios. Junto a la tradición oriental aparecen ecos de Homero y Virgilio y la observación sobre cómo relatos orientales se instalan y se transforman en Occidente, un proceso que la autora relaciona con intermediarios como Edgar Allan Poe, quien escribió El cuento mil y dos de Scheherazade.

En su trabajo formal, la autora reconoce la influencia decisiva de poetas contemporáneos. Ha contado que leer a Pedro Flores le ha enseñado a «habitar» el poema desde dentro de otras voces. El procedimiento de adoptar presencias ajenas, moverse en el tiempo o dialogar con los muertos es un recurso narrativo recurrente en el libro para ganar distancia y pluralidad de registros. «Me resulta más fácil hablar desde la voz de otro para ganar libertad expresiva», admite. Ese gesto dramatúrgico es visible en varias piezas que funcionan como escenarios habitados.

«Vive en este poema una Shahrazad cansada / de cuentos y de historias, hastiada […] / Y como esto es un poema, ella puede aquí envilecerse», escribe en La emboscada.

Más allá del artilugio teórico, El método Sherezade conserva un pulso humano. Los poemas hablan del deseo, las migraciones y los encuentros entre costas; esa mixtura de experimentación formal y emoción contenida

Fuente EFE- (efeminista.com)