En coincidencia con el centenario de su nacimiento, se estrena «María Luisa Bemberg: El eco de mi voz», un documental de Alejandro Maci sobre la vida de la directora de películas como «Camila», «Miss Mary» y «Yo, la peor de todas».
Maci, quien fue colaborador y amigo de Bemberg , traza un retrato emotivo de la realizadora, de la cual no solo rescata su obra, sino que también la muestra como una pionera del feminismo.
«Pensé que sería importante esa voz ahora, que pregonó en el más absoluto vacío estas cuestiones que hoy están en proceso de cambio», cuenta Maci en entrevista con Télam.
«Y por el otro lado, resaltar la importancia de su obra completa, tan comprometida que podría ser exclusivamente portavoz de una ideología, pero no, también tiene de mucho valor artístico», describe el director.
Télam: ¿Cuáles fueron las razones para hacer un documental sobre María Luisa Bemberg?
Alejandro Maci: La situación de la mujer en la actualidad de algún modo establece una hoja de ruta, sabemos que las cosas están en movimiento y en proceso de modificación, pero inevitablemente que este presente me hace pensar en el diario de bitácora de María Luisa Bemberg. Me ha pasado con chicas muy comprometidas con la lucha de las mujeres que no han visto y ni siquiera conocen su nombre, entonces pensé qué sería importante esa voz ahora, que pregonó en el más absoluto vacío estas cuestiones que hoy están en proceso de cambio. Y por el otro lado, resaltar la importancia de su obra, tan comprometida que podría ser exclusivamente portavoz de una ideología, pero no, también tiene de mucho valor artístico, con películas que han recorrido festivales internacionales y premios de este arte, si es que eso es un correcto termómetro. Me parece que una de las finalidades de esta película sobre los argentinos que somos tan poco afectos a recordar, es hacer presente esa voz, un eco de su discurso. Ella decía «debemos ser capaces de oír el eco de nuestras propias voces», por eso lo puse en el título de la película, todos nos debemos ese espacio, que tiene que ver con el proceso de la autenticidad y en el caso de María Luisa, fue la autenticidad como artista y como mujer, por eso me interesa de manera existencial y por la coherencia de su obra.
T: Tu admiración por el trabajo de Bemberg se le suma la amistad que forjaron trabajando juntos. ¿Cómo creés que influyó en tu propio recorrido en el cine?
AM: María Luisa tuvo una enorme generosidad conmigo. Yo estaba terminando mi carrera en filosofía para la época de «Yo, la peor de todas» y me encargó la investigación histórica. Yo había leído de Octavo Paz «Las trampas de la fe», un ladrillo enorme y me preguntaba cómo se podría hacer una película con eso, así que me puse a averiguar qué hacia la gente en esa época, cómo se trataban, qué pasaba con la virreina y un montón de otros temas. Todo este proceso duró más de un año y ahí nos hicimos amigos. El desarrollo del proyecto fue cambiando, primero hacer la película en México se hizo inviable por los costos, después se probó la alternativa de hacerla en inglés porque existía la posibilidad de tener a Meryl Streep, pero ahí Gabriel García Márquez le dijo a Luisa algo así como «no podés hacer la vida de Sor Juana Inés de la Cruz en inglés» y, al final, surgió la idea, creo que de Lita, de hacer una película de estudio, que entre otras cosas tuviera mares y cielos pintados. Todo esto fue un aprendizaje enorme, junto a las conversaciones que teníamos sobre la ética sobre la puesta en escena que predicaba Jean-Luc Godard o el libro que me regaló, «Notas sobre el cinematógrafo», en donde Robert Bresson decía que no hay que usar la cámara como una escoba. Inevitablemente todo eso está, fue decantando y discutiendo en mí.
T: Además, se le suma que tu primera película, «El impostor», iba a estar dirigida por ella.
AM: Fue un gran encuentro, no solo porque fue mi opera prima que no es menor, sino porque fue una unión y una separación, un movimiento violento de crecimiento personal. Compartimos el libro, ella murió en 1995 y yo estrené «El impostor» en 1997, necesité adueñarme del relato porque yo escribía para María Luisa y la película tenía que caber en mi piel.
T: ¿Cómo fue el proceso de elección de las figuras que hablan de su relación con Bemberg?
AM: Casi por reducción a cero. Por supuesto Lita Stantic, porque María Luisa no existiría sin Lita, más allá que después tuvo como productor a Oscar Kramer con el que tuvo una relación excelente. También Félix Monti, que ella descubrió como un maestro de la luz y, claro, Susú Pecoraro e Imanol Arias por «Camila», que fue la película en donde María Luisa hizo un giro en su carrera, la miraron todos con otros ojos. De todas maneras traté de reducir mucho los testimonios.
T: ¿Cómo creés que se va a ver la película en donde Bemberg da cuenta de sus luchas?
AM: Tengo la convicción que vale la pena escuchar, por eso me llevó el doble de tiempo la concreción de la película, no quería un documental de cabezas parlantes hablando sobre ella, quería que María Luisa nos hablara y eso resultó muy difícil porque acá se borraron muchas cosas y tuve que buscar en Estados Unidos, España y Colombia.
T: ¿Cuál es el legado de María Luisa Bemberg para el cine argentino?
AM: Yo creo que dejó una gran impronta. Es una de las piezas claves del cine nacional de los últimos años. Lucrecia Martel es Lita Stantic y María Luisa también, ahí hay un nexo interesante.
Por Hugo Sánchez