En la historia de la investigación oceánica hay pocos nombres de mujeres. Sin embargo, han tenido un papel esencial en la generación de conocimiento. Anita Conti fue la primera en realizar cartas de navegación, denunciar el efecto humano en la pesca y en proponer la acuicultura. Marie Tharp fue precursora en cartografiar fondos marinos y ha dado a conocer el 70% de lo que hay bajo el mar en todo el planeta. Josefina Castellvi se convirtió hace décadas en primera mujer en ser jefa de una base científica en la Antártida, lugar al que volvió hace no mucho con 80 años. El continente de hielo es, precisamente, el que también une las vidas de Ana Ramos, Ana Giráldez, Belén Alonso y María Gómez, cuatro investigadoras españolas que suman casi 200 campañas de expedición por buena parte del planeta.
Ana Ramos: “Nunca he renunciado a nada”
A Ana Ramos le cambió la vida un fax. Era septiembre de 1986 y apenas llevaba tres meses con su plaza en la sede del Centro Oceanográfico de Fuengirola, dependiente del Instituto Español de Oceanografía. Tras estudiar Ciencias Biológicas en Granada, había empezado a trabajar allí en 1981 por cabezonería. Se plantó ante el director y le dijo que quería ir todos los días. “Me aconsejó que me fuese a mi casa, que tenía dos hijos que cuidar”, recuerda. Estaba separada y apenas cobraba, pero su esfuerzo valió la pena. Y con su puesto recién estrenado, aquel fax decía que buscaban investigadores para embarcarse en dos buques de investigación ―los arrastreros Pescapuerta IV y Nuevo Alcocero― a la Antártida. Sus compañeros le intentaron pinchar el globo de la ilusión. “Los más experimentados decían que eran barcos incómodos, con poco espacio, muchos hombres, que nos pelearíamos…”, recuerda. No se amedrentó, solicitó su plaza con emoción y la consiguió. Formó parte de Antártida 8611, la primera campaña de expedición científica española a aquel continente en la que estuvieron mujeres a bordo.
“Para mí fue la campaña”, dice la investigadora, que volvió con 500 kilos de pescado congelado que le permitieron realizar numerosos estudios. Desde entonces ha vuelto cuatro veces más a la zona ―tres como jefa de campaña― para estudiar la biodiversidad, ha participado en una treintena de campañas más y ha liderado investigaciones en las que han participado más de 30 centros de investigación nacionales e internacionales. Por el camino, ha adoptado a tres niñas en solitario. “Solo iba a una campaña al año, para no faltar demasiado a mis hijas, pero nunca he renunciado a nada”, subraya Ramos. Hoy, cerca de los 71 años, está jubilada administrativamente, pero sigue activa porque es su vocación y pasión. “Creo que mis hijas están orgullosas de su madre y han aprendido a tirar de todo, a ser independientes y personas luchadoras”, subraya.
Ana Giráldez: “Siempre he trabajado en un ambiente de igualdad”
En aquella primera expedición con féminas a la Antártida viajaban 96 personas. Solo había cuatro mujeres ―todas científicas, ninguna entre la tripulación― que representaban el 5% de todo el equipo y el 17% de los investigadores. Una de ellas era la bióloga Ana Giráldez, una malagueña que llevaba cuatro años levantándose a las cuatro de la mañana para ir a la lonja a estudiar las capturas del día y recoger datos pesqueros. “Era un mundo de hombres, con muchos marineros y muchas supersticiones sobre tocar el pescado”, asegura quien era, entonces, la única mujer que se movía en ese entorno plenamente masculino. También recuerda que casi nadie del Centro Oceanográfico de Fuengirola quería ir a la Antártida, así que también se embarcó en el Pescapuerta IV en Ushuaia rumbo al hielo.
Nunca volvió a aquella zona, pero desde entonces ha realizado 31 campañas, la mayoría en el Mediterráneo, pero también en el Cantábrico o el Golfo de Cádiz. Surcando sus aguas estudia la biomasa que hay en el mar de las especies de pequeños pelágicos ―como la sardina o el boquerón― con el objetivo de evaluar los recursos pesqueros y asesorar a la administración sobre su regulación y explotación. “Me siento afortunada porque siempre he trabajado en un ambiente de igualdad, aunque en la calle es otra cosa”, subraya la investigadora del IEO en Málaga, quien cree que se ha ganado el respeto de sus compañeros “trabajando codo con codo”. Con dos hijos, dice disfrutar “muchísimo” con su trabajo. “Hay días, en el barco, con mala mar, que piensas: ¡Qué hago aquí, esto se hunde! Pero luego vuelve todo a la calma y sigues disfrutando”, asegura la investigadora.
María Gómez: “En las primeras campañas había micromachismos por todas partes”
En 2017, tres décadas después de aquella expedición inaugural para las mujeres, María Gómez se embarcó en otro viaje a la Antártida. Esta vez de la mano del Instituto Hidrográfico de la Marina (IHM) y la Dirección General de Armamento Militar a bordo del Hespérides y con un trabajo centrado en el sistema de posicionamiento Galileo. Era la única mujer en la expedición. ¿Qué ha cambiado entonces en esos 31 años? Valentín Carrera, autor del libro Antártida y que estuvo en ambas exploraciones, dice en su blog que “poco”. Aporta datos. En la campaña más reciente participaron 221 personas, 26 mujeres (12%) y del equipo de investigación, apenas hay 17 científicas de 70 investigadores (24%). Gómez, sin embargo, tiene una opinión diferente. “La evolución ha sido abismalmente positiva”, asegura, recalcando que se ha conseguido normalizar ya el papel de la mujer a bordo. “No creo que a nivel de sociedad se haya normalizado a la misma velocidad. Nos queda mucho por recorrer”, destaca.
Su primer paso por la Antártida fue “duro, en condiciones complejas y peligrosas, con equipos pesados, mucho esfuerzo… pero el trato con mis compañeros fue increíble”, recuerda quien actualmente ejerce como Jefa de Área de Medio Marino y Protección Ambiental del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y ha participado en más de 60 campañas oceanográficas. La mayoría, investigando los fondos marinos y sus procesos, así como sus aplicaciones en ciencia básica para conocer la evolución del planeta, además de la geología de las placas tectónicas. También lucha contra la contaminación en casos como el del Prestige y estudia los ecosistemas marinos protegidos. “Todo este conocimiento, revierte a la sociedad en forma de mapas cartográficos: hoy se conoce más la superficie de Marte que nuestros fondos marinos”, asegura.
“Yo me he ganado el respecto haciendo el trabajo de la mejor manera que sé. No debemos marcarnos ningún límite”, subraya. “Sí que ha notado cierta evolución a lo largo de los años: en las primeras campañas había un ambiente más de hombres, cierto paternalismo y proteccionismo, micromachismos por todas partes… pero ahora hay diferencia, hay mucha más igualdad”, asegura Gómez, que recuerda que hay mucho esfuerzo y sacrificio detrás de cada campaña. “A veces, también grandes pérdidas, como en 2018, cuando perdimos a un compañero en acto de servicio”. En los últimos doce años también ha compaginado su profesión con la maternidad: tiene cuatro hijos. “Antes de formar parte de un equipo científico, tienes que formar parte de un equipo familiar. No podría haber hecho esto sin un apoyo integral en casa: también es muy importante que sepamos elegir nuestra pareja”, destaca la científica. Se sorprende de que en el colegio de sus niños vean a su marido como un súper héroe por llevarlos todas las mañanas, mientras que el resto de las madres “son invisibles”. “Hay que romper estereotipos y roles. Nunca se ve la parte que hacemos las mujeres, ya sea en la vida cotidiana o la investigación marina”, sentencia.
Belén Alonso: “Mi sueño era ir a la Antártida y lo cumplí”
También pasó por la Antártida, en 1990, Belén Alonso. Geóloga marina, lleva trabajando casi cuatro décadas en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Su primer contacto con el mar fue en cuarto de carrera, en la Universidad de Barcelona. “Me mareé de tal manera que pensé: nunca más”, afirma. Pero el nunca más se convirtió en 45 campañas en barcos franceses, italianos, americanos, noruegos o rusos. Una de las que más le marcó fue, precisamente, la que le llevó al Mar de Ross, en el continente antártico, en 1990.
Allí desarrolló durante 10 semanas una investigación sobre su especialidad: el estudio de los depósitos marinos de las cuencas. “Era una expedición liderada por el doctor John Anderson, que nos abrió los ojos de cómo hacer una campaña oceanográfica profesional, multidisciplinar y con muy buen ambiente”, recuerda Alonso, que entonces apenas podía hablar con su familia; solo podía hacer llamadas vía satélite que costaban 3.000 pesetas ―18 euros― por apenas tres minutos. “Las campañas suponen un sacrificio personal, pero también familiar. Mi marido también ha tenido que implicarse y, por supuesto, las abuelas. Pero es cuestión de organizarse porque podemos hacer todo o casi todo lo que queremos: mi sueño era ir a la Antártida y lo cumplí”, concluye.
Estas cuatro mujeres, a finales de octubre (28 de octubre) y en Fuengirola (Málaga), participaron en el encuentro Oceánicas. El foro tenía entre sus objetivos dar a conocer a mujeres que cuentan con un gran legado investigador. Allí se escucharon sus experiencias, se conoció su trabajo y su lucha por la igualdad en la ciencia.
Foto que ilustra la nota: Ana Ramos, investigadora del IEO ya jubilada, en una de sus expediciones a la Antártida. (ÁLBUM PERSONAL)