Por Marisa Plano*
La letra es mucho más que un trazo sobre el papel, es una huella personal, un modo de mostrarnos tal cual somos. Cada curva, cada inclinación, cada espacio habla de nuestra manera de sentir, de pensar y de movernos por el mundo. Es como una firma del alma, un gesto que nace de adentro.
Pero también es cierto que la letra no es algo fijo. Con el tiempo cambia, se acomoda, se afloja o se vuelve más rígida. A veces esos cambios aparecen sin darnos cuenta: maduramos, pasamos por momentos duros, aprendemos nuevas cosas y todo eso también se ve en cómo escribimos.
Hay épocas en las que la letra mejora y se vuelve más clara, más serena, más ordenada y hay otras etapas en las que se despareja, se acelera, se tensa. No es ni bueno ni malo, es un reflejo honesto de lo que estamos viviendo. La estructura también respira con nosotros.
Por eso mirar una letra no es solo observar un estilo, si no reconocer un camino. La letra dice quiénes somos, sí, pero también quienes fuimos y que momento de la vida estamos transitando . Porque la vida cambia…. Y nuestros trazos la acompañan.
*Lic. en Ciencias de la Educación
