La historia de Nando Parrado es una de esas que ocurre una vez cada siglo. Su nombre de pila es Fernando Seler Parrado y tenía tan solo 23 años cuando vivió una experiencia que partió su vida en dos. Nando fue el protagonista de la hazaña que se conoció como “El milagro de los Andes”, ocurrida durante los años setenta en Sudamérica.
Un avión privado, que transportaba a un equipo de rugby uruguayo, se estrelló contra uno de los picos de los Andes, en territorio chileno. El equipo iba a participar en un torneo internacional. Contando la tripulación, había 45 personas en ese avión. Después de una semana solo 27 seguían vivos. Al final, únicamente 16 se salvaron, en gran medida gracias a Nando.
El accidente tuvo lugar a una altura superior a los 4.000 metros. Era una zona rocosa, completamente cubierta de nieve. No había vida en el sitio, solo los restos del avión y un grupo de personas que hicieron lo que fuera necesario por sobrevivir.
El fatal accidente
El accidente aéreo sucedió el 13 de octubre de 1972. El vuelo tenía un curso normal, pero los vientos cambiaron súbitamente de dirección y el piloto no tuvo en cuenta esta variable. Siguió su trayecto, sin percatarse de que se había desviado. Había mal tiempo y la visibilidad era escasa. Por eso la aeronave chocó súbitamente contra una montaña.
El piloto había reportado incorrectamente sus coordenadas. Por eso, cuando llevaron a cabo la misión de rescate, no encontraron ni rastro del aparato. La búsqueda se suspendió poco más de una semana después.
Mientras tanto, los supervivientes se organizaron para atender a los enfermos, racionar las escasas provisiones con las que contaban e intentar lanzar señales de ayuda. El líder de todos era el mismo capitán del equipo, Marcelo Pérez.
Nando, uno de los sobrevivientes
Nando Parrado viajaba con su madre y su hermana. La madre murió instantáneamente cuando ocurrió el accidente. La hermana sobrevivió, pero estaba herida. Mientras tanto, Nando se debatía entre la vida y la muerte. Estuvo tres días inconsciente y fue atendido por sus compañeros, hasta que despertó. Luego se dedicó a cuidar a su hermana, hasta que ella falleció.
Este joven uruguayo, estudiante de ingeniería mecánica, tenía un bajo perfil dentro del grupo. Sin embargo, su deseo de sobrevivir parecía ser mayor al de los demás, pese a sus pérdidas. El grupo se fue dejando llevar por la inercia, mientras que Nando solo pensaba en la manera de salir de allí.
Los jóvenes comenzaron a morir uno a uno. Esto hizo que Nando se decidiera a intentar, por sí solo, atravesar la cordillera y llegar hasta un lugar habitado para pedir ayuda. Al final convenció a su compañero Roberto Canessa para que lo acompañara. Los dos emprendieron una travesía más que peligrosa. Con solo una ración de comida y sin equipo para escalar o abrigarse, lograron su cometido.
Una gran polémica
Nando y su compañero llevaron a las autoridades al lugar del siniestro, el mismo día que entraron en contacto con la civilización. Sus 14 compañeros lograron salvarse gracias a ese acto de voluntad y decisión. La noticia se volvió un hit en pocas horas. Sin embargo, cuando les preguntaron cómo habían hecho para sobrevivir sin comer durante más de dos meses, salió a flote una historia polémica.
Los jóvenes habían decidido comer carne humana. Se alimentaron de los cadáveres que yacían bajo la nieve, ya que no contaban con otra fuente de comida. Esto suscitó, y sigue suscitando, fuertes críticas. El hecho se convirtió en un escándalo.
En sus propias palabras: “perdí a mi mamá, a mi hermana y a mis amigos, me fracturé la cabeza, me sepultó una avalancha, crucé los Andes en busca de ayuda y regresé al sitio del accidente con los helicópteros de rescate, en medio de una fuerte ventisca. Cuando todo terminó, mi vida estaba destruida, me tocó rehacerla. Mi cordillera empezó después”.
Nando volvió a reunirse con su padre, quien al verlo solo atinó a decir “Gracias por haber vuelto”. Logró rehacer su vida con una sola idea en mente: tenía que luchar por hacer solo lo que le gustaba. Eso lo llevó a volverse piloto de carreras. Así, conoció a la mujer con la que se casó y con quien ahora es inmensamente feliz.
Por Edith Sánchez
Fuente: La Mente es Maravillosa