La historia de la emancipación de la mujer es larga y está vinculada a diversos factores. Uno de ellos es un objeto que hoy todo el mundo da por sentado, pero que en su momento, representó una forma indiscutida de libertad e independencia para el género femenino: la bicicleta.
Este rodado a tracción humana fue creado en 1800 en Europa, época en que la mujer ni siquiera era vista como sujeto de derechos. Estaba totalmente subordinada al hombre y su principal función era de carácter reproductivo: como madre y cuidadora. Es por esto que objetos como la bicicleta aportaron sustancialmente a la liberación de la mujer, haciendo que ella pasara de depender del hombre para su movilidad a permitirle tomar la bicicleta como vehículo y así emprender camino a donde ella quisiera.
Sin embargo, el uso de la bicicleta por parte de las mujeres no se logró sin esfuerzo o conflictos: críticas, estereotipos y prejuicios sufrieron las mujeres pioneras e impulsoras de la bicicleta. Era mal visto ver a una mujer en bicicleta, se la catalogaba de “marimacho” e inapropiada. También surgieron mitos, como la esterilidad o la excitación sexual que produce el uso de la bicicleta, mitos que no impidieron que más mujeres se empoderaran con esta herramienta y se creara un gran movimiento.
La vestimenta fue otro de los factores que se vio afectado y transformado gracias a la bicicleta. Para 1800 las mujeres seguían vistiendo faldas y corsés que no les permitían respirar libremente, que ocultaban su cuerpo real y que, por supuesto, no las dejaban pedalear con comodidad. Fue así como Libby Miller diseñó y popularizó los pantalones bombachos, llamados “bloomers”, demostrando una vez más que las mujeres no tienen miedo de romper con los mitos, prejuicios y estereotipos para buscar la libertad y el goce de nuestros derechos.
Está historia es de hace algunos siglos, pero la lucha por la libertad de las mujeres sigue estando presente. Son muchos los mitos y miedos que se tienen al ver a una mujer en bicicleta.