Por Clara Arrabal
Recuerde o apunte este nombre: Isabel Esaín. Quizá todavía no le suene, pero promete ser una de las científicas españolas más influyentes de las próximas décadas. Es posible también que no haya escuchado hablar de ella porque es una de las cientos de jóvenes que han tenido que buscar trabajo en el campo de la investigación fuera de nuestras fronteras.
Lo ha hecho concretamente en California, mano a mano con la prestigiosa Premio Nobel de Química Jennifer Doudna, en su laboratorio. También ha pasado por Harvard y Cambridge, obteniendo las mejores notas de su promoción. Tanto es así, que ha ganado el premio a la mejor tesis doctoral para la Investigación del Cáncer del Instituto de Cambridge. Sí, la más sobresaliente de entre cientos de doctorados del mundo entero en una de las universidades más prestigiosas y exigentes. Se dice pronto.
«Fui la primera en hacer ingeniería sobre estructuras en el genoma, que era un concepto nuevo en el campo. Descubrí que podía cambiar la estructura del ADN y modificar los genes del cáncer«, comenta Isabel Esaín García (26 años) como si fuera algo cotidiano. Realmente para ella lo es: baila con la ciencia en busca de ideas para mejorar la vida de las personas, experimenta al son de los nuevos proyectos creativos y compone sinfonías con los diferentes elementos químicos.
«¡Es que la música es mi otra pasión!», añade sonriente. Y así es: Isabel ha dado clases de conservatorio desde bien pequeña en Zaragoza, su ciudad natal, aunque pronto cayó en la cuenta de que, para mantener un alto nivel en la música y la ciencia, tendría que vivir en el extranjero. Ahora, con su viola da gamba en una mano y la probeta del laboratorio en la otra, está dispuesta a cambiar el mundo de la ingeniería genética.
«La música tiene un fundamento matemático. En general, las dos disciplinas son muy creativas y van muy de la mano, porque en ninguna se necesita gran sabiduría, sino más bien capacidad de interpretación«, comienza diciendo Isabel sobre una de sus grandes pasiones.
Ella comenzó a tocar la viola da gamba a los siete años, y desde entonces no ha parado. Por supuesto, en ningún momento se planteó no poder compaginarlo con la ciencia. «¡No quería descartar ninguna de las dos!», exclama Isabel.
«Prefiero tener una visión renacentista y pensar que puedes ser un experto en varios ámbitos. De pequeña creía que Da Vinci y Miguel Ángel fueron muy buenos en diferentes campos y se beneficiaron porque las matemáticas les ayudaban en la parte creativa y viceversa«.
Ella está convencida de que ambas disciplinas son «prácticamente como hermanas», ya que en la ciencia también puedes hacer tus propias composiciones. «Puedes crear protocolos para descubrir cosas nuevas. Y, en música, tienes una partitura en blanco y escribes lo que nadie ha compuesto antes», argumenta sobre la complementariedad de ambas. Sin embargo, tras ganar el prestigioso premio de Cambridge por su excelente doctorado, reconoce que está algo más centrada en la ciencia.
«Todo empezó cuando estaba terminando la carrera de Ciencias en Londres«, comienza diciendo Isabel, como si se refiriera a una época demasiado lejana en el tiempo. Realmente sucedió cuando tenía 20 años, aunque por aquel momento ya había conseguido la financiación suficiente para realizar sus propios experimentos.
Ella sabía muy bien lo que hacía: dedicarse a la ingeniería genética y conocer más sobre cómo se almacena información en el genoma humano. «Estaba muy interesada en el cáncer porque es una enfermedad muy compleja y que afecta a muchas personas», comenta.
Entonces, en su último año de carrera, decidió echar una solicitud para asistir a «uno de los laboratorios más increíbles y donde había soñado trabajar«. Dicho y hecho: su solicitud fue aceptada.
«Sentí que había una conexión muy importante entre las ideas que proponía y lo que el grupo necesitaba. Nunca nadie había conseguido hacer ingeniería genética en la estructura secundaria del genoma, yo lo propuse y les gustó mucho, así que luego me ofrecieron la posibilidad de empezar el doctorado», explica la bioquímica.
¿Cuántas veces falló la hipótesis de tu doctorado antes de confirmarse?
Hubo muchos fracasos en el camino, porque no todo sale a la primera. Te puedes caer mil veces, pero te tienes que levantar mil y una. Hay que jugar con la persistencia y la perseverancia. Y aunque las cosas no funcionen, debes pensar críticamente y empezar de nuevo para hacer que lo hagan.
Después de muchos años conseguí que mi hipótesis inicial se comprobase y que los experimentos funcionasen. Por eso en el último año mis supervisores decidieron nominarme para este premio.
¿Y cuándo lo conseguiste y te enteraste de que habías ganado el premio?
No me lo creía. Estuve procesándolo varios días porque es un cambio muy importante para mí. Verme entre los mejores de Cambridge ya era algo increíble, pues imagínate saber que mis ideas fueron escuchadas, y que todas las noches en vela y mi esfuerzo valieron un reconocimiento tan relevante.
Descubriste que podías modificar los genes del cáncer, cambiar la estructura del ADN.
Utilicé una técnica de biología molecular que fue desarrollada por la Premio Nobel con la que trabajo en California. Lo que hice fue crear mi propia versión de una proteína, hice ingeniería sobre ella.
Así encontré una forma de que la pudiéramos utilizar para cambiar las estructuras del ADN. O sea, en vez de cambiar el texto del código genético, modificar las estructuras.
Fuente www.elespañol.com/mujer
Foto portada : Isabel Esaín tiene 26 años y fue la primera persona en hacer ingeniería sobre estructuras en el genoma.
