El director argentino de origen taiwanés Juan Martín Hsu expone la historia de su familia marcada por la inmigración y el asesinato de su padre en «La luna representa mi corazón», que este domingo entró a la Competencia Argentina en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
«Para mi el proceso de hacer cualquier película tiene una arista terapéutica, sobre todo esta que toca una parte muy sensible de mi historia familiar», dice Juan Martín Hsu a Télam.
Luego de «La Salada» (2014), en donde también abordaba el tema del desarraigo, Hsu se anima a exponer la historia de su familia, marcada por la llegada de sus padres a la Argentina en donde tuvieron dos restaurantes y el regreso definitivo de su madre a Taiwán, luego de que su esposo fuera asesinado en su casa por la mafia china en Buenos Aires.
«Términos como migración y desarraigo son parte de mi historia, mi vida está ligada a estas palabras», define el realizador.
El misterio de esa muerte de su padre es uno de los tantos espacios en blanco de la propia historia de Hsu y la estructura de «La luna representa mi corazón», es una invitación al espectador para completar esos baches junto al propio autor.
Télam: ¿Porqué era necesario registrar los viajes a Taiwán que tenían como fin indagar en tu historia personal?
Juan Martín Hsu: En el primer viaje que hice a Taiwán fue en 2012, para esa época llevábamos separados 10 años con mi madre. Fui con una cámara y al empezar a filmarla me di cuenta que ahí había un posible germen de película. La manera en que ella transitaba con total naturalidad frente a la cámara dio inicio al proyecto, y como es mi madre, estaba la posibilidad de empezar a indagar mi propia historia personal que en parte, tenía que ver con mi padre, que murió en circunstancias nunca aclaradas. Ese viaje dio inicio a la búsqueda de su historia. Al volver a Argentina, tardé varios años en ver ese material filmado, me costaba hacerlo, hasta que un día empecé a visualizar e intentar hacer algo. Buscando, apareció una escena donde estamos con mi madre, su novio y mi hermano, cantando y tocando la guitarra el tema de Teresa Teng, «La luna representa mi corazón», mientras tomábamos una cervezas. Esa escena para mí fue la confirmación de que ese era el inicio de la película. Y para terminarla, tuve que esperar hasta el siguiente viaje a Taiwán.
T: ¿La película es una herramienta de reconciliación con tu pasado para poder continuar?
JMH: Para mi el proceso de hacer cualquier película tiene una arista terapéutica, sobre todo esta que toca una parte muy sensible de mi historia familiar. Pero durante el proceso de montaje con Anita Remón y Jo Goyeneche, uno de los objetivos a lograr fue tratar de apagar al máximo esa percepción. Más allá de que yo aparezco en cámara, fue intentar mostrarme lo menos presente posible y que mi presencia sea en el fuera de campo para que así, la película se narre sola, que avance de escena a escena de manera orgánica y evitar una voz que explique los hechos.
T: Cuáles son los límites que te autoimpusiste a la hora de mostrar tu propia intimidad y la de tu familia?
JMH: Límites morales no hubo, aunque mi madre y toda la familia siempre supieron que había una cámara presente. El método de trabajo fue grabar durante varias horas hasta llegar a un punto donde ellos se acostumbraban a la presencia de la cámara y terminaban actuando con total naturalidad, dejándose llevar libremente. Dejé que mi familia pusiera sus propios límites, ellos siempre supieron que eran grabados y que ese material era para una película. De alguna manera ellos se complotaron sin saberlo, y expusieron lo que querían contar.
T: El título de la película es también el de una famosa canción china y a la vez, abre el juego a varias canciones argentinas interpretadas en mandarín. ¿Esa banda de sonido representa tu identidad?
JMH: «La luna representa mi corazón» es un tema que escuchaba mi madre en su restaurante en Argentina cuando yo era niño. Y después, al escuchar el tema cantado nuevamente por ella pero en Taiwán, me generó una extraña emoción que me conmovió muchísimo. La antípoda de Taiwán es Argentina y para ser más específicos, se ubica exactamente en la provincia de Formosa, además Taiwán fue bautizada con ese nombre por los portugueses como la Isla de Formosa, una coincidencia increíble. Algo de este juego del espacio y el tiempo, y las conexiones entre los dos países fueron los disparadores para que aparezcan estos temas populares del rock argentino. Como si hubiese un hilo que conectara estos espacios y culturas tan disímiles.
T: Más allá de la historia familiar específica, qué es lo que más te interesa de la migración y el desarraigo?
JMH: Términos como migración y desarraigo son parte de mi historia, mi vida está ligada a estas palabras. En las películas que hago rondan siempre estas ideas y emociones, y es lo que me motiva para hacerlas. La migración es parte esencial de la historia de la humanidad, es un tema que siempre es contemporáneo y siempre genera diferentes reacciones. Es algo que siempre está cargado de sentimientos profundamente humanos. Y que mezcla ideas muy contradictorias.
Ahora solo resta saber cómo va a reaccionar el público, pero tener la oportunidad de mostrar la película de manera presencial es un lujo y que se vea por primera vez en el Festival de Mar del Plata es algo soñado.
Por Hugo Sánchez