Mientras el Gobierno francés se desintegra tras un voto de censura contra su primer ministro, Michel Barnier, en razón de un presupuesto cuestionado por una amplia mayoría de derecha y de izquierda, trabajadores públivos salieron a las calles para protestar contra el proyecto de ley de presupuesto. Barnier, el primer ministro renunciante, propuso recortar 40.000 millones de euros en gasto público y aumentar los impuestos en 20.000 millones de euros. Los trabajadores y los jubilados eran los principales perjudicados.
Los sindicatos de servicios públicos franceses convocaron un día nacional de «acción y huelga» ya que el presupuesto de Barnier fue considerado «inaceptable» por muchos. «No cambia nada, porque los gobiernos cambian de todos modos, pero el servicio público está cada vez peor. No tenemos salarios altos, tenemos muy pocos beneficios, tenemos seguridad laboral, pero ahora nos preguntamos si la seguiremos teniendo mañana», dijo una manifestante.
Los empleados públicos expresaron su preocupación por el presupuesto propuesto. El enojo francés ante medidas injustas, salió otra vez a relucir e hizo renunciar al primer ministro y tambalear al Gobierno. En una muestra de que por sobre las ideas están los derechos de los ciudadanos, parlamentarios de derecha e izquierda se unieron para rechazar el presupuesto.