“El día de la Madre” es una mera formalidad, ya que el oficio de ser mamá se lleva adelante durante todos los días del año, sin horario fijo, sin francos ni remuneración estipulada.
Esta estupenda profesión tiene como principal objetivo velar por el bienestar de los hijos y no conoce ni el cansancio ni el descanso.
Una mamá por más grande que sean sus retoños hace su magnífica y sublime tarea hasta el fin de sus días. Para ella ese ser o esos seres que engendró y a los que dio vida son el motivo de seguir luchando, son la sonrisa esbozada en sus labios cada vez que los mira, son las palabras pacientes cuando se enfrentan con los conflictos de la adolescencia, son las múltiples lágrimas ante distintas etapas de su crecimiento, las de emoción al escuchar por primera vez la palabra mamá, las de alegría al verlos realizarse en sus estudios, las de tristeza cuando los hijos sufren por determinadas causas, las de melancolía cuando ya partieron del nido y se recuerdan momentos pasados.
Para ser madre, una verdadera madre, no hay días en particular. Las mamás son mamás las 24 horas, los 365 días del año, incluidos los feriados sin cobro alguno por horas extras y si bien llevar un hijo en el vientre es una de las experiencias más sublime que una mujer puede experimentar, el valor de ser madre no pasa justamente por eso, una mujer que adopta, educa, contiene, acompaña y brinda su corazón a un niño, es tan madre como la que durante nueve meses lo albergó dentro suyo.
Un hijo es el bien más preciado, es ese pedacito fruto del amor que va creciendo y que de pronto con sus propias alas emprende el vuelo de la vida, no es posesión de los padres, es un ser único e independiente y llevará consigo todo lo que el hogar le transmitió para ponerlo en práctica en su camino.
Terminamos esta reflexión con el poema del autor libanés Khalil Gibrán quien expresó:
“Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti, y aunque estén contigo, no te pertenecen.
Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues, ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas viven en la casa de mañana, que no puedes visitar, ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti, porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas son lanzados. Deja que la inclinación, en tu mano de arquero sea para la felicidad”.
Redacción de EQC Mujer
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