Por Marisa Plano*
Durante mucho tiempo, en las escuelas se pensó que evaluar era una nota. Una prueba, una calificación y listo. Pero ese modo de mirar no mostraba el esfuerzo de cada estudiante ni todo lo que aprendía en el proceso. Se consideraba solo el resultado final, como si todo lo importante pasara en un solo momento.
Hoy, la educación propone algo distinto: evaluar para acompañar. Esto significa que la evaluación debe servir para ayudar al estudiante a mejorar, no para definirlo ni compararlo. En vez de señalar errores, se busca entender qué necesita cada uno para poder avanzar. Evaluar pasa de ser un juicio a ser una oportunidad de crecimiento.
Para hacerlo posible, se usan nuevas herramientas como las autoevaluaciones. Estas permiten que el estudiante sepa qué se espera de él y cómo puede lograr avanzar . También permite que el docente observe el proceso completo: cómo piensa, cómo resuelve y cómo va progresando con el tiempo, no solo si acertó o se equivocó en una prueba.
Este nuevo enfoque tiene un impacto positivo. Cuando el estudiante siente que no será juzgado por equivocarse, se anima a más. Participa , pregunta, intenta. Deja de tener miedo a fallar porque sabe que equivocarse no lo define. La evaluación se convierte en un espacio donde puede ganar seguridad y confianza en sí mismo.
En resumen, EVALUAR PARA ACOMPAÑAR implica mirar a cada estudiante como una persona en aprendizaje constante. Se trata de ayudarlo a descubrir sus avances y a encontrar sus próximos pasos. Evaluar deja de ser un control para convertirse en una mano tendida . Así, la escuela deja de calificar para empezar a ABRIR CAMINOS.
*Lic. en.Ciemcias de la Educación
Fuente Foto: escuelaexperta,com
