Familia y educación

El valor de la primera infancia

 

La construcción de valores es tarea fundamental en la crianza. Los valores le dan el sentido a la vida, son la orientación de nuestra existencia, la guía que nos muestra el camino del proceso vital. Formación en valores es formarnos para la vida, es plantar las metas que servirán de pauta para vivir.

Los valores se adquieren libremente, más por imitación que por prescripción. Los adultos tenemos una gran responsabilidad con los niños: ser buenos modelos.

Se entiende por valor la creencia u opinión de un individuo o grupo social que le da sentido a la vida, aquello por lo que vale la pena luchar; es una preferencia justificada por experiencias previas. Existen múltiples clasificaciones de los valores. En esta oportunidad, se hará referencia a los valores morales, referidos al ser humano, en su proceso de humanización.

Todos, consciente o inconsciente- mente, tenemos un sistema de valores, ordenados por la importancia que le asignamos a cada uno de ellos. Para unos, el valor supremo es Dios, mientras que para otros es la vida, la felicidad, el amor, los hijos, la ciencia, el dinero u otros.

Para los puericultores, que son los acompañantes de los niños y adolescentes en la crianza, el afecto tiene un valor incalculable, hasta el punto de que se puede afirmar que es la base y fundamento del desarrollo humano; es el motor que dinamiza el proceso de humanización. El niño de un mes a cinco años pasa por un período de gran dependencia de sus padres y adultos significativos; para él, la solución afectuosa, adecuada y oportuna de sus necesidades básicas de alimentación, abrigo, limpieza y otras le darán la confianza básica requerida en su proceso de desarrollo.

Recibir un amor sin condiciones por parte de sus padres y adultos significativos es la mejor experiencia que pueden tener los hijos durante estos primeros años de la vida.

Lo que hagamos, digamos y la forma en que actuemos en la cotidianidad serán las pautas que progresivamente se fijarán en la mente infantil. Revisar nuestra propia escala de valores y nuestro propio comportamiento es un buen comienzo para la reflexión y propuestas que consciente e inconsciente- mente planteamos a nuestros hijos o niños confiados a nuestro cuidado.

Metas de desarrollo humano
El Grupo de Puericultura de la Universidad de Antioquia plantea unas metas de desarrollo humano integral y diverso que son valores que se construyen y reconstruyen permanentemente mediante el acompañamiento afectuoso e inteligente al niño en su proceso vital. Son ellas: la autoestima, la autonomía, la creatividad, la felicidad, la solidaridad y la salud, para tejer más fácilmente resiliencia.

Además de las metas antes planteadas, es necesaria la construcción y reconstrucción cotidiana de muchos valores importantes en el proceso de humanización del niño de un mes a cinco años, como son los siguientes:

Amistad: entendida como el afecto personal puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece en el trato. Las amistades tienen gran importancia en el desarrollo de las personas. Los amigos acompañan, apoyan, ayudan y están presentes cuando se les necesita. De igual forma, alegran, dignifican la existencia y favorecen la comunicación con los demás. La amistad se favorece con la sinceridad, la bondad, la generosidad, el respeto, la amabilidad y la preocupación por los problemas de los demás. Tener amigos es tener con quien jugar, con quien compartir nuestras experiencias, con quien apoyarnos… con quien convivir.
Respeto a los demás: conocerse y respetarse a sí mismo es el primer paso para conocer y respetar a los demás. Para que un niño sienta que él es respetado, los adultos deberán demostrárselo. Recuerde que su hijo es distinto a usted. Respételo como él es, apóyelo en el desarrollo de su mismidad. Escúchelo con atención. Tenga claras las reglas de la familia, discútalas con los hijos. Felicítelos cuando esperen su turno y cuando tienen en cuenta los derechos de los demás. Enséñeles a tratar a los demás en la misma forma en que deseen ser tratados.
Veracidad: es la cualidad de ser veraz, que es el que dice, usa o profesa siempre la verdad; esta es la conformidad de las cosas consigo mismas o de lo que se dice con lo que se siente o piensa. Uno de los grandes males de nuestro tiempo es la mentira, por lo que se debe decir o profesar siempre la verdad, inculcándoselos a los niños desde muy temprana edad. Lo opuesto a la verdad es la mentira, no el error. El error es natural en el niño, la mentira no. Siempre que el niño diga mentiras, estudie el caso y tome los correctivos oportunamente.
Libertad: se refiere a la capacidad de decidirse y autodeterminarse. Es naturalidad, soltura, la capacidad de moverse y elegir. La libertad es simultáneamente un valor, un derecho y un deber que está íntimamente ligada con la autonomía. Tener siempre en cuenta que la libertad de cada uno llega hasta donde empieza la de los demás. Es uno de los valores más preciados por la humanidad, pero es necesario transmitirles a los niños que este no se mantiene sin la solidaridad.
Responsabilidad: es la capacidad de sentirse obligado a dar una respuesta o cumplir un trabajo sin presión externa alguna. Es ser digno de crédito. Aprender a ser responsable es contribuir al bienestar familiar y social, es asumir las consecuencias de los actos, es comportarse de tal forma que se pueda confiar en uno. La responsabilidad es más que la obediencia: es escoger una conducta y responder por las consecuencias de tal decisión. Recordar que el mejor maestro es el ejemplo. Demuéstrele confianza al niño y permítale realizar tareas simples. Estimúlelo cuando sea responsable y autónomo.
Recomendaciones
Piensen y obren siempre en función de la construcción de valores que humanicen más a los hijos.
Procuren ser buenos modelos, practicando lo que predican y siendo consistentes.
Recuerden impulsar diariamente la construcción y reconstrucción de las metas de desarrollo humano integral y diverso, y los valores que ustedes practiquen.
Evalúen al final de cada día, los valores que impulsaron para el desarrollo del niño.

Por: Humberto Ramírez Gómez
Pediatra y puericultor