Cuando pensamos en mejorar nuestro rendimiento en una actividad, solemos enfocarnos en
entrenar más fuerte, ser más disciplinados y exigirnos al máximo. Sin embargo, hay un factor
clave que muchas veces pasamos por alto: cómo nos hablamos a nosotros mismos.
Cada día, tenemos miles de pensamientos sobre nosotros mismos.
Algunos nos impulsan:
✅»Voy a dar lo mejor de mí.»
✅»Puedo mejorar con práctica.»
Pero otros nos frenan sin que nos demos cuenta:
❌»No soy lo suficientemente bueno.»
❌»Si fallo, significa que no sirvo para esto.»
Las palabras que elegimos pueden marcar la diferencia entre seguir avanzando o quedarnos
atrapados en la duda.
Reemplazar el juicio por confianza
El lenguaje que usamos con nosotros mismos no es un simple reflejo de lo que pensamos, sino
que también moldea nuestra realidad. Si constantemente nos decimos que no somos lo
suficientemente rápidos, fuertes o capaces, nuestro cerebro lo asimila como verdad.
¿Qué pasaría si en vez de castigarnos por cada error, nos habláramos con la misma
comprensión que le daríamos a un amigo?
En vez de «Soy un desastre en esto», decir: «Estoy aprendiendo y cada intento me acerca a
mejorar.»
En vez de «No puedo más», decir: «Voy a hacer lo mejor que pueda con la energía que tengo
hoy.»
En vez de «Siempre me pasa lo mismo», decir: «Estoy en proceso, cada día puedo hacer un
pequeño cambio.»
El cambio empieza en cómo te hablás
Si querés mejorar tu rendimiento, empezá por entrenar tu mente tanto como tu cuerpo. La
exigencia sin compasión no es disciplina, es auto-sabotaje. Aprender a hablarte con confianza,
paciencia y determinación puede ser el verdadero cambio que necesitás.
Desafío: Durante un día, prestá atención a cómo te hablás. Si notás que tu diálogo interno es
negativo, intentá reformularlo en palabras que te impulsen en lugar de frenarte.
Porque al final del día, tu cuerpo responde a lo que tu mente le dice.
Pao Barreiro -Coach Deportivo de Alto Rendimiento
Más información @paobarreirocoah