Por Cecilia Taburet

El desafío de acompañar a los padres en el proceso de envejecimiento


‏Por Cecilia Taburet

El proceso de envejecimiento es singular y se encuentra atravesado por diversas condiciones tales como culturales, genéticas, sociales, económicas y ambientales, entre otras. Aunque el aumento en la expectativa de vida no ha sido uniforme en todos los países, desde 1960 hasta hoy se ha observado un crecimiento en este indicador a nivel mundial.

En vistas de más personas mayores en la sociedad, en el consultorio se observa que hijos adultos tienen preocupaciones en torno a sus padres, relacionadas con la salud, el futuro, las comodidades. Algunos lo plantean como una preocupación a mediano o largo plazo, pero también como una oportunidad de planificar y tener algunas variables controladas, tales como obra social, médico de cabecera o cambio de vivienda. Sin embargo, otros lo mencionan como un proceso de aceptación en torno a las limitaciones que comienzan a presentar sus padres, dado que a lo largo de su vida han internalizado progenitores vitales, con autoridad y proveedores.

Verlos con dificultades o limitaciones les genera en muchas ocasiones,conflicto interno acompañado de enojo, pena e intenso malestar, porque no logran comprender o aceptar el paso del tiempo. Más aún se agudiza si sus estos transitan alguna enfermedad que plantea limitaciones y/o un deterioro progresivo. También sucede que la sociedad “obliga” a que los hijos, ya en la adultez, se hagan responsables de sus padres convertidos en personas mayores, poniendo de manifiesto quizás situaciones conflictivas no resueltas, tales como el modo de crianza, los cuidados y el vínculo que se estableció entre ambos a lo largo de la vida.

Cabe mencionar que en el consultorio algunos usuarios relatan su sufrimiento, porque la imagen de la infancia internalizada de sus mayores no coincide con su imagen y accionar actual. Es fundamental atravesar un duelo por esos padres «fuertes» y «firmes» del pasado, para aceptar lo que son en el presente, con otros tiempos, a menudo más lentos, y que en ocasiones requieren colaboración en ciertos trámites o situaciones de la vida cotidiana.

La aceptación es una de las ecuaciones más importantes de llevar a cabo, que requiere de tiempo y por supuesto de reflexión. Es importante registrar que la vejez de los padres puede llevar a una introspección o a cuestionarse sobre la propia vida, lo recorrido hasta el momento, la manera de conectarse con los demás y los proyectos pendientes. Será una buena etapa para reflexionar sobre el tipo de lazo construido con ellos, la comunicación, y también una oportunidad para sanar el vínculo, aceptar sus errores y decisiones. Una de las emociones que se repite es el enojo: «me cuesta verlo así, a mi padre que siempre fue tan activo y fuerte», «me causa rechazo y no sé cómo ayudar o cómo manejarlo». Resulta esencial destacar que cada experiencia de cuidado se ve teñida por varios factores, tales como familiares, sociales, culturales, históricos y personales. Pero también influirá el “circuito” construido por la familia, es decir, si se logran organizar, dividir roles, realizar una planificación y fomentar un diálogo fluido y abierto para la toma de decisiones, siempre teniendo en cuenta que los adultos mayores son sujetos de derecho y no objetos a ser cuidados.

Aquí me detengo porque muchas veces se les exige a los padres cuestiones que no desean o no están dispuestos a ceder. En todos los casos sería importante escucharlos y negociar en torno a lo posible y viable para esas personas adultas, dado que son sujetos activos, con necesidades y deseos particulares. Un ejemplo podrá ser exigirle que deje de realizar cierta actividad sin considerar lo que esta representa para él o ella. Es fundamental asegurarse de que quien se encuentra en una edad avanzada, no se ponga en riesgo sosteniendo esa situación. Puede querer continuar manejando pero no siempre será una opción válida. Muchos, en esta etapa de la vida, se niegan a aceptar sus limitaciones, dificultades o disminución de su autonomía. Por eso es importante estar disponibles, acompañar y además realizar chequeos médicos para contar con información científica sobre su estado integral y no basarse en meras suposiciones, o por el hecho de tener cierta edad considerarlos “obsoletos” sin posibilidad de vivir en la medida de lo posible, una vida plena.

Aquí será primordial realizar prevención de la salud, es decir, no esperar que tengan una enfermedad para tratarla sino adelantarse mediante asistencia a médicos y además propiciar hábitos saludables tales como la alimentación variada y el ejercicio físico, sin olvidar la importancia de mantener puntos de encuentros con pares y actividades recreativas. Otro de los posibles motivos de conflicto puede ser ponerse de acuerdo entre los hermanos para repartir las tareas y roles, con el objetivo de no sobrecargar a uno de ellos/as. Situación que en ocasiones recae sobre uno de los hijos/as y conlleva malestares y cansancio. Será sustancial poner en palabras lo que incomoda para intentar equilibrar los cuidados y equiparar las cargas. Como núcleo familiar, si el adulto mayor padece una enfermedad crónica, es fundamental reconocer que esto trasciende el simple asistencialismo y considerar las diferentes formas de cuidado, así como las limitaciones y posibilidades. Cada familia tiene sus lógicas y funcionalidad pero será interesante analizar el modo de resolución de conflictos y además la aceptación de los cambios propios de cada sujeto. Una situación que suele generar dolor es cuando se invierten los roles es decir los hijos sienten que se convierten en los “padres de sus padres” esta situación conlleva incertidumbre, incomodidad y pesadez. En ocasiones señalan que se presenta un sentimiento de agradecimiento para con los padres, que muchas veces se torna en culpabilidad, que en todos los casos será necesario revisar y elaborar. Será imprescindible tener una perspectiva de la vejez desde el punto de vista de la sabiduría y la experiencia y no del lado de la exclusión y el descarte. Sentirse contenidos, útiles y tenidos en cuenta impactará de manera significativa en la calidad de vida. Cabe destacar que será una etapa de adaptaciones frente a los cambios. Será pertinente registrar que los hijos tendrán que evaluar sus exigencias en torno a sus padres, y los adultos mayores aceptar las limitaciones propias del paso del tiempo para así acortar la brecha generacional, siempre apostando al diálogo y entendimiento mutuo.

El desafío es modificar el concepto de vejez como sinónimo de enfermedad, para ello es fundamental la flexibilidad y escucha atenta que marcará la diferencia. Un beneficio será la planificación anticipada en conjunto padres e hijos. Son conversaciones que suelen evitarse o postergarse pero que serán vitales para acompañar de modo responsable los escenarios puntuales y diversos. Es cierto que ocurren situaciones repentinas que cambian a la familia (como un ACV) que requieren de respuestas inmediatas, dando como resultado posterior estrés, y en casos graves o sostenidos en el tiempo un agotamiento generalizado. Por último, pero no menos importante, será sustancial estar atentos a posibles estados depresivos o de ansiedad exacerbada para realizar consultas con profesionales de manera oportuna.