Enfermedad cardíaca, diabetes, hipertensión, obesidad y el cáncer, entre otras, constituyen las denominadas enfermedades crónicas no transmisibles (ENT), cuyo impacto viene creciendo significativamente a nivel global y se calcula que el 50% de las muertes en todo el mundo es atribuible a estas patologías.
En la actualidad existe evidencia, además, de que el cerebro forma parte de los órganos que estas patologías dañan, ocasionando déficit cognitivo, por lo cual especialistas hicieron un llamado a bajar los factores de riesgo como el sedentarismo y la mala alimentación.
El doctor Álvaro Ruiz, epidemiólogo y profesor titular de Medicina Interna y de Epidemiología Clínica de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia explicó: «Además de la mortalidad y la discapacidad que pueden llegar a producir, las ENT también se relacionan con la salud mental, ya que múltiples hallazgos científicos señalan que la obesidad y el síndrome metabólico están asociados con déficit cognitivo en pacientes con desorden bipolar. Por otra parte, la depresión y la ansiedad son consideradas factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares».
Estas son algunas de las conclusiones vertidas por el Dr.Ruiz en el NCD Fórum ‘Haciendo visible lo invisible: tomando conciencia de las enfermedades no transmisibles’, un simposio regional virtual para profesionales de la salud, que se llevó a cabo en Sudamérica y Centroamérica, en su ponencia denominada «Impacto de las enfermedades no transmisibles en Salud Pública».
Cuando se habla de ENT, es probable que nadie desconozca de qué se tratan la obesidad, la diabetes, la enfermedad cardiovascular o la hipertensión. Pero hay una entidad que engloba muchos factores de riesgo para desarrollarlas y no siempre es tan clara: el síndrome metabólico.
«El síndrome metabólico consiste en la existencia simultánea de varias alteraciones que potencian el riesgo cardiovascular.
Una de las características es presentar una circunferencia abdominal aumentada, la que está formada por un incremento de grasa a nivel intraabdominal», señaló el doctor Gilberto Castillo, especialista en Medicina Interna y Cardiología.
Castillo, quien es ex vicepresidente de la Sociedad Colombiana de Cardiología, añadió: «Esto puede asociarse con niveles elevados de triglicéridos, cifras de presión arterial más altas de lo normal, colesterol bueno reducido y valores elevados de azúcar en sangre. Todos estos componentes constituyen el síndrome metabólico y el gran problema es que las personas que lo presentan poseen un riesgo más alto de desarrollar diabetes en el futuro y mayor riesgo de mortalidad cardiovascular».
En tanto, Castillo explicó que «si bien es cierto que pueden existir personas con obesidad que se encuentran metabólicamente sanas, los estudios han demostrado que prácticamente la mitad de las personas en esta condición que no presentan alteraciones metabólicas terminan presentándolas al cabo de algunos años».
«La depresión y la ansiedad están siendo identificadas como factores de riesgo para presentar complicaciones cardiovasculares. Es probable que las personas deprimidas no tengan deseos de alimentarse sanamente ni de practicar ningún tipo de actividad física. Igualmente puede suceder que tampoco tengan deseos de asistir a sus controles médicos ni realizarse los exámenes que se le indican», subrayó Castillo.
Siguiendo esta línea, el doctor Roger McIntyre, presidente de la Junta Asesora Científica de la Alianza de Apoyo a la Depresión y la Enfermedad Bipolar (DBSA por su sigla en inglés), de Chicago, Illinois, y jefe de la Unidad de Psicofarmacología de Trastornos del Ánimo (MDPU) de la Red Universitaria de Salud de Toronto, Canadá, sostuvo que tanto la obesidad como el síndrome metabólico están asociados con déficit cognitivo en pacientes con desorden bipolar.
«Los estudios han encontrado que aspectos del síndrome metabólico como la hipertensión, la dislipidemia y la diabetes también están asociados con una mayor gravedad de los defectos cognitivos en pacientes con desorden bipolar. Hoy sabemos, además, que las personas con un índice de masa corporal más elevado exhiben alteraciones en la conectividad del circuito cerebral», indicó McIntyre.
En tanto Álvaro Ruiz comentó: «Es importante tener en claro que existen factores de riesgo no modificables como la edad, el sexo o la carga hereditaria, y otros que sí se pueden combatir y cambiar: el tabaquismo, la diabetes tipo 2, la hipertensión y el colesterol alto, por citar los principales. A nivel local, el 70% de la carga de enfermedad corresponde a enfermedades cardiovasculares causadas por factores de riesgo modificables.
La prevención se logra llevando un estilo de vida saludable y haciendo ejercicio». En este sentido, explicó que una persona debe realizar al menos 150 minutos semanales de ejercicio de intensidad creciente como caminar rápido, andar en bicicleta, usar una caminadora, hacer algún deporte o bailar.
Si la persona tiene exceso de peso, debe hacer 300 minutos, esta es una de las formas de prevenir estos infartos mientras que paralelamente, se deber ir disminuyendo el consumo de sal, claramente asociado a la hipertensión.
«Otro de los enemigos es el cigarrillo, porque aumenta el riesgo de infartos en el corazón y en el cerebro, incrementa el riesgo de desarrollar más de 25 formas de cáncer y el riesgo de padecer enfermedades pulmonares graves; mientras que entre los factores de riesgo también está el exceso de peso, ya que es el más importante para la aparición de diabetes, la cual -a su vez- es un factor de riesgo grave para el corazón. Además, la diabetes produce daño en los riñones y en los ojos. En Argentina, casi el 13% de la población presenta glucemia elevada o diabetes», consignó Ruiz.
Castillo, por su lado, remarcó: «Creo que a nivel de la comunidad hemos mejorado el conocimiento respecto de algunos factores de riesgo como la obesidad, pero aún hay personas que creen que este problema es sólo estético y no reconocen las altas tasas de problemas cardiovasculares en este tipo de pacientes. También que hay que terminar con la ‘inercia médica’, que es cuando los médicos demoran en realizar los cambios y los ajustes en los medicamentos que se requieren, aun cuando observan las alteraciones evidentes del paciente y los resultados negativos de los exámenes».
«Las personas no estaban haciendo ejercicio, ni comiendo saludablemente. La pandemia desnudó nuestras falencias. Hoy, además de las muertes por Covid-19, estamos viendo cómo las ENT están empeorando y van a seguir empeorando por varias razones.
Por un lado, el Covid-19 ataca el corazón y los pulmones y si una persona se recupera puede quedar con daño en alguno de esos órganos. Pero, además, si una persona tiene una enfermedad en el corazón y -por la pandemia- no consulta, puede terminar muriendo por infarto o tener muchos más problemas por no haber pedido ayuda médica a tiempo», concluyó Ruiz.