Por Ivana Ludueña

El atroz encanto de ser jubilado en Argentina: entre la resistencia y la reflexión


Por Ivana Ludueña -«A mis amigos y amigas del Centro de Jubilados “25 de Mayo” de calle Montevideo 6016 de Rosario, por enseñarme sobre vejez y otros colectivos!»

Como todo la VEJEZ es una construcción social, no solo una etapa biológica. Esta atravesada profundamente por las estructuras sociales y culturales. Depende a que sociedad pertenecen son vistos como una carga o como una oportunidad. En Argentina, ser jubilado es una experiencia que oscila entre la dignidad y la lucha constante. En un país donde el sistema previsional enfrenta desafíos estructurales, los jubilados se ven atrapados en una paradoja: son el pilar de la memoria colectiva y, al mismo tiempo, víctimas de un sistema que no siempre les garantiza una vida digna. Según datos recientes, la jubilación mínima apenas cubre un tercio de la canasta básica, lo que refleja una precariedad alarmante. Además, el fin de la última moratoria previsional ha dejado a miles de adultos mayores sin acceso a un ingreso básico, esto en cuanto a la economía, pero también se ve reflejado en la precariedad en el acceso a los medicamentos y tratamientos médicos, trato digno, entre otros aspectos.

Esta realidad nos invita a reflexionar… Simone de Beauvoir, en su obra La vejez, describe cómo la mayoría de las sociedades tienden a marginar a los ancianos, reduciéndolos a una existencia casi invisible. En esta parte del mundo, esta invisibilidad se traduce en la falta de políticas públicas efectivas que aborden las necesidades de los jubilados. Sin embargo, como señala Beauvoir, la vejez también puede ser un espacio de resistencia, donde los individuos encuentran nuevas formas de significado y propósito. La experiencia de la libertad, a pesar de los desafíos, se abre paso entre los viejismos…

El genial escritor argentino, Ernesto Sábato, en su obra Antes del fin, nos invita a reflexionar sobre la vejez como un momento de introspección y reconciliación con la vida. Para muchos jubilados argentinos, esta etapa se convierte en una lucha por mantener su autonomía y dignidad en un contexto adverso como el de hoy, que se materializa en muchos espacios, pero principalmente en los “Centros de jubilados”, es allí en donde ellos pueden resistir el aislamiento social y reclamar su lugar en la sociedad. Estos espacios, diezmados primero por la Pandemia y luego por las políticas actuales de gobierno, funcionan como núcleos en donde los jubilados se sienten plenos,  escuchados y absolutamente capaces de contribuir activamente a su entornos y trayectos sociales y culturales. A pesar de todo, ser jubilado en Argentina tiene un encanto particular. Es un acto de resistencia en sí mismo, una afirmación de la vida frente a las adversidades. En palabras de Cicerón, «la vejez, lejos de ser un naufragio, puede ser un puerto seguro para quienes han vivido con virtud». En eso consiste, en definitiva, el atroz encanto de ser jubilado en Argentina: la capacidad de encontrar belleza y significado en medio de la adversidad.

Es un recordatorio de que la vejez no es solo una etapa de declive, sino también una oportunidad para reflexionar, resistir y, en última instancia, trascender.

¿Qué mejor legado que el de aquellos que, a pesar de todo, siguen siendo faros de humanidad y esperanza? Nuestra tarea “jóvenes” será sostenerlos para que también nuestra vejez sea libre de viejismos y desigualdades.