Por Marisa Plano
La educación emocional es un proceso que debe empezar a fomentarse desde la primera infancia. Sin lugar a dudas, en la familia el niño por primera vez comienza a desarrollar las habilidades emocionales que utilizará durante el resto de su vida.
Aprender a identificar las emociones de los demás, adoptar una actitud empática, aprender a generar emociones positivas, desarrollar competencias emocionales y aprender a auto motivarse es todo lo que implica enseñar desde una educación emocional.
La educación emocional está basada en la inteligencia emocional y se refiere a un conjunto de capacidades mentales en las que las personas somos capaces de: percibir, evaluar y expresar nuestras emociones.
El objetivo principal que persigue la educación emocional es identificar las emociones de los demás, desarrollar la habilidad de controlar las propias emociones, prevenir los efectos perjudiciales de las emociones negativas y desarrollar la habilidad para generar emociones positivas.
Piaget expresa , en sus escritos, que las emociones actúan como influencias en el proceso de desarrollo, en las atribuciones de éxito o fracaso, en la percepción selectiva, en las funciones del pensamiento, de los sentimientos de éxito o fracaso que facilitan o inhiben el aprendizaje.
La educación emocional cumple un rol fundamental dado que es un proceso pedagógico valioso que proporciona a nuestros niños y adolescentes las herramientas esenciales para enfrentar los desafíos de la vida, mejorar sus relaciones con los demás y fortalecer su autoestima.
Tengamos muy presente a la hora de enseñar y de aprender que la conciencia emocional es la capacidad de percibir las propias emociones, es decir, el autoconocimiento de lo que sentimos. Conocer y controlar las emociones es imprescindible para poder llevar una vida satisfactoria en nuestra convivencia diaria.
Por Marisa Plano
Lic. en Ciencias de la Educación