Disciplina Positiva, cómo educar a los niños desde la dignidad y el respeto


A young mother talking to her sad toddler son inside in a bedroom.

En los últimos tiempos, son muchos los expertos que han puesto el foco en la Disciplina Positiva a la hora de educar y criar a niños y adolescentes. Esta pedagogía, que deja atrás el modelo autoritario de educación y que muchos describen como una filosofía de vida, engloba un todo: no solo se refiere a la relación con los hijos, sino también a cómo nos relacionamos con nosotros mismos y nuestro entorno. “Cuando eres capaz de ver el comportamiento de las personas en todo su conjunto y no únicamente una determinada actuación en un momento preciso, es mucho más fácil que sepamos ver lo que hay detrás de un comportamiento erróneo”, sostiene Rosa Rasche, educadora en Disciplina Positiva para Familias, asesora de crianza respetuosa y autora del blog www.embarazoycrianza.com. “Los niños son unos grandes observadores y a través del ejemplo es como mejor aprenden”, prosigue Rasche, “si un niño en su día a día siente respeto, comprensión, validación de sus sentimientos… será mucho más sencillo que él mismo respete y comprenda a los demás. Un menor que vive la crianza respetuosa crecerá interiorizando que todos importamos”.

Disciplina positiva o cómo educar con afecto y firmeza
“La Disciplina Positiva es eso, un enfoque que te permite entender el comportamiento del niño, aceptándolo y conociéndolo, lo que te lleva a un “cambio de mirada” que te permite abordar de forma positiva la comunicación desde el afecto, con amabilidad y firmeza a partes iguales”, añade Lee Lima, coach de Familia y educadora de Disciplina Positiva en familia y primera infancia. “Ayuda a que tengamos un puente de conexión, esto facilita la comunicación y las relaciones dentro de la familia. Permite a padres, madres y acompañantes educar para la vida desde la conexión”, explica Lima.

Para Elisa Molina, formada en Disciplina Positiva, maestra de educación infantil y autora de Educar en calma, este enfoque busca educar a los niños desde la dignidad y el respeto que merecen por el mero hecho de ser personas: “Además busca el equilibrio entre la amabilidad y la firmeza; es decir, entre el orden y la libertad, busca ganarnos a los niños frente a ganar a los niños. Lo que hacemos es entender cómo funcionan, ponernos en sus zapatos y ver que quizá ellos están tomando la mejor decisión que ahora mismo pueden tener en cuenta, las pocas experiencias de vida que tienen en comparación con un adulto. Sobre todo implica ponerle coherencia y sentido común a la educación”.

Pros y contras
“El pro de la Disciplina Positiva es que es un cambio de mirada. Una vez que lo entiendes y lo interiorizas, sientes que puedes disfrutar de la crianza, aún con todos los retos y desafíos que se puedan presentar. No pondría contras a la Disciplina Positiva; si tuviera que decir algo menos favorecedor diría que muchas veces las familias buscan resultados inmediatos, a corto plazo… para esas familias la Disciplina Positiva puede chocar al principio, porque es efectiva a largo plazo”, señala Lima. “Para mí, el mayor beneficio es ver cómo cambia la relación con los niños. Entender y comprender cómo funciona el cerebro de los más pequeños te abre una nueva visión y te hace darte cuenta de muchas creencias erróneas en cuanto a los comportamientos de los pequeños”, retoma Rasche. Para esta experta, esta disciplina te cambia el modo en el que ves los retos diarios; los errores se convierten en grandes momentos de aprendizaje: “Te hace tomar conciencia de una crianza real y poder abrazar tus imperfecciones sin sentirte culpable por ello”. En cuanto los contras, Rasche es de la opinión de que como en cualquier crianza respetuosa, se necesita tiempo y en demasiadas ocasiones no lo tenemos.

Entre los pros, Molina cita que se gana confianza, mejora la comunicación y cooperación, consiguiendo un ambiente familiar mucho más distendido, más amable, “donde todos nos sentimos escuchados, nos sentimos mirados, nos sentimos sentidos y sentimos seguridad y confianza”. La experta no encuentra contras a esta metodología: “Para mí la Disciplina Positiva es una forma de vivir tus relaciones personales basada en comprender que los demás tienen las necesidades que tú también tienes, e intentar que todas las necesidades del núcleo familiar, laboral, de pareja, se vean satisfechas. Es una forma de relacionarte con el mundo maravillosa”.

Entender el sufrimiento de nuestros hijos
“Uno de los grandes miedos en la crianza es no saber ver qué le pasa a nuestros hijos o no darnos cuenta de que está sufriendo… Normalmente cuando les ocurre algo suele ir asociado a un cambio en su comportamiento. Cuando un niño pega, contesta mal, o tiene un mal comportamiento, suele ser la forma de expresar que le pasa algo; cuando esto ocurre debemos pararnos a analizar la situación y tratar de profundizar más para descubrir la base del porqué ha tomado esa decisión”, sostiene Rasche. “El propio comportamiento de los niños puede decirnos muchas cosas”, incide. “La mejor manera para entender y comprender qué les pasa a nuestros hijos es estar a su lado, acompañarles en su aprendizaje y forjar una relación de confianza en donde no les dé miedo a equivocarse porque teman nuestra reacción. Debemos trasladar a nuestros hijos que nuestro amor no tiene condiciones”, añade la experta.

Para Rasche es fundamental conocer cómo funciona el cerebro de los niños y desterrar creencias, como que nuestros hijos actúan por “fastidiarnos” o que están echándonos un pulso, esto nos ayudará a comprender que la crianza es un entrenamiento para la vida, que nuestros hijos están aprendiendo lo que es la vida: “Es importante ponernos a su altura y entender que la visión del mundo desde los ojos de los niños no tiene nada que ver con la visión de los adultos”. “La mejor forma de entender lo que le está pasando es preguntarle a tu hijo, pero antes tenemos que crear un clima de confianza y seguridad sin miedo, porque si no, no nos va a responder qué le pasa por miedo a las represalias. Tenemos que escuchar más y hablar menos”, incide Rasche.

“Muchas veces nos dejamos llevar por pensamientos que tenemos nosotros y cuando vemos que están más tristes automáticamente pensamos que están sufriendo, intentamos imaginar qué es lo que les está pasando, les hacemos unos cuestionarios que ni siquiera la policía creo que haga en sus interrogatorios… Más que preguntar sería interesante que escucháramos, que estuviéramos presentes, atentos a ellos y, simplemente, que supieran, con tranquilidad y con calma, que estamos ahí”, explica Molina.

Para Lima hay que olvidarse de los castigos: “Yo lo he probado y quitar el castigo de la crianza es un alivio para todos. No conozco a nadie que se sienta bien castigando a sus hijos. Ellos sufren, la familia lo pasa mal. En fin, castigos fuera”. “Claro que gritamos, si nos tocan la fibra, si no tenemos nuestro cerebro integrado o si estamos faltos de recursos… gritamos. Lo que yo le diría a las familias es que en este tema den pasos poco a poco, no se deja de gritar de la noche a la mañana, pero cada grito menos es un logro”, añade Lima. Para la experta, el azote es antiguo, fuera del marco actual y es una forma de corrección primitiva: “No hay que hacer sufrir a nuestros hijos para que aprendan, no hay que hacer sufrir a nadie. Es una forma de proceder totalmente inadecuada”.

Para Rasche, el castigo es una herramienta cortoplacista que no ofrece ningún tipo de aprendizaje positivo: “Suelen despertar en los niños un sentimiento de venganza, se sienten heridos, avergonzados y no comprendidos. ¿Cómo te sentirías tú si ante una equivocación te enviarán castigado a tu cuarto o te dejaran sin postre?”. “Por otra parte, los gritos hacen que nos sintamos amenazados, lo que hace que se ponga en funcionamiento nuestro cerebro más primitivo (el reptiliano)”, añade esta experta. Según explica, el cerebro es involuntario y no podemos controlarlo y cuando se activa tenemos tres modos de reaccionar: Paralizarnos, huir o atacar: “Un niño que crece en un ambiente de gritos desarrollará una baja autoestima y evitará tomar decisiones por miedo a las consecuencias. Y la violencia física jamás puede ser una opción, ni en la educación de nuestros hijos ni en ningún tipo de relación que tengamos”

“Ojalá pronto podamos afirmar que nos hemos olvidado del castigo porque sabemos que el castigo no funciona. Nos dicen desde hace muchos años que lo único que conseguimos a través del castigo es que nuestros niños sientan ganas de mostrarse rebeldes para demostrar que no podemos ganar, también deseos de revancha -quizá no de forma directa-, vemos que el castigo genera resentimiento y, en algunos casos, hay retraimiento. Deberíamos de eliminar el castigo de la vida de los niños”, incide Molina. “Evidentemente somos humanos y no somos perfectos, cometemos errores y el grito suele ser uno de los más habituales, sin embargo, que sea una de las cosas que más se hace no significa que esté bien hecha. Tenemos en nuestras manos eliminar el grito, que tenemos tan normalizado, de la vida de nuestros hijos. Y el azote es una forma de maltrato que no está permitida por ley y además no es ni ética ni razonable; cuando pegamos a un niño a tiempo lo único que estamos manifestando es que carecemos de herramientas respetuosas con las cuales podamos educarles”, termina esta experta.

Fuente: El País