Los casos de diabetes en niños y niñas viene en aumento constante desde hace dos décadas a nivel mundial y se estima que 1 de cada 5.000 menores padece algún tipo de esta enfermedad -una de las patologías crónicas más frecuentes en la infancia-, lo que alarma a los especialistas ya que su detección representa un gran desafío para llevar adelante un tratamiento adecuado.
La Sociedad Argentina de Diabetes (SAD) estimó que en el país más de 4 millones de personas padecen la enfermedad y señaló que es una de las dolencias «crónicas más frecuentes en la infancia ya que se calcula que 1 de cada 5.000 niños tiene diabetes», aunque esta cifra «varía de un país a otro», cuando se cumplen cien años del descubrimiento de la insulina.
La diabetes es una enfermedad metabólica que se produce cuando el páncreas no produce la cantidad suficiente de insulina y esto provoca niveles elevados de glucosa en sangre.
Existen distintos tipos de diabetes y la 2, que es la más frecuente, ocurre cuando el organismo no utiliza eficazmente la insulina que produce; mientras la tipo 1 se caracteriza por una producción deficiente de insulina y requiere la administración diaria de esta hormona y, a diferencia de la anterior, no se puede prevenir.
Liliana Trifone, especialista en nutrición y diabetes, aseguró en diálogo con Télam que la tendencia de casos de diabetes en niños «en las últimas dos décadas a nivel mundial ha registrado un incremento» año a año y remarcó que «el aspecto más preocupante de este incremento, es el aumento en menores de 5 años».
«En este momento está impactando en niños pequeños, con lo cual el manejo, el tratamiento, el diagnóstico y todos los hitos que hacen al debut de una diabetes representan un gran desafío para los especialistas pediátricos porque es un grupo de muchísima vulnerabilidad donde la sospecha de la enfermedad es mucho menor», advirtió la ex jefa del servicio de Nutrición y Diabetes del hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
En este sentido, precisó que gran parte de esta complejidad se debe a que los niños y niñas pequeños no suelen o pueden «transmitir los síntomas y el alerta lo deben tener sus padres», por lo que es indispensable «el acceso a la salud; en pediatría los niños deben cumplir con sus tratamientos y controles».
«Los síntomas son polidipsia, mucha sed; poliuria, necesidad de orinar mucho; pérdida de peso sin justificación; cansancio; irritabilidad y van evolucionando de forma progresiva, con lo que de todo algún alerta hay», aseguró la especialista y enfatizó que «en los niños menores el alerta es cuando ya llegan muy comprometidos».
Trifone advirtió que hay varias hipótesis que buscan explicar el incremento en la cantidad de casos nuevos en niños y niñas.
«Una es que se debe a modificaciones epigenéticas, que son aquellas que actúan sobre el patrón genético y que pueden accionar durante el desarrollo fetal, lo que va a generar un mayor riesgo de predisposición de diabetes», indicó en diálogo con Télam.
Estas modificaciones «pueden estar representadas por toxicidad, por alimentos, por cambios en el hábito de vida que van a impactar en esta predisposición del paciente».
«La otra hipótesis que tiene mucho sustento es la del ´acelerador´, es decir, tiene paralelismo con el incremento de la obesidad a nivel mundial que representaría mayor demanda de energía en un paciente que ya tiene una predisposición hacia la diabetes y generaría un debut más precoz y más temprano», añadió.
De todos modos, Trifone enfatizó que en la diabetes «hay una multiplicidad de factores que inciden en la aparición».
Por su parte, León Litwak, médico endocrinólogo y profesor consulto universitario del Hospital Italiano, confirmó que la incidencia de casos de diabetes «está aumentando en poblaciones jóvenes».
En este sentido, remarcó que en este sector de la población el tipo de diabetes que predomina es la 1, pero «en los últimos tiempos está empezando a aparecer la tipo 2 en adolescentes, niños y adultos jóvenes», lo que «va de la mano con el incremento de la obesidad; el 30 por ciento de los obesos terminan siendo diabéticos».
Litwak señaló que este tipo de diabetes es la que se puede «prevenir o enlentecer» y por ello es clave trabajar en «la prevención ya que es una enfermedad silente que no genera dolor, pero cuando ya produce las complicaciones estas ya son graves».
El especialista explicó que los efectos más comunes son los «problemas oculares, muchas veces con la pérdida de la visión; problemas renales con el compromiso del riñón que a veces deriva en diálisis o hemodiálisis y hasta la necesidad de trasplante; neuropatías; enfermedad cardiovascular, infarto de miocardio, insuficiencia cardíacas y accidentes vasculares o complicaciones de circulación en las piernas».