En las diversas ramas de la historia del arte, cuando una obra estaba firmada como “Anónimo” significaba que había sido hecha por una mujer. El arte, como tantos otros ámbitos de la vida era sólo para los hombres. Sin embargo, muchas mujeres rompieron barreras y desafiaron límites.
En el Día Mundial del Arte, desde la revista Elle hicieron una selección de 15 obras plásticas que fueron pintadas por mujeres y que merece la pena ver.
Las dos Fridas (Frida Kahlo)
El sufrimiento, el cuerpo femenino, el autorretrato, la explotación del color y su México natal son temas recurrentes en su obra. En “Las dos Fridas” se ve a una Frida vestida de tehuana (derecha) que se nutre de un medallón donde aparece su marido Diego Rivera mientras que la Frida de la izquierda, con vestimenta europea, está herida. Traspasó la admiración para convertirse en icono. (Museo de Arte Moderno, Ciudad de México)
Estramonio. Flor blanca nº 1 (Georgia O’Keeffe)
Aunque su poderosa manera de plasmar los rascacielos de Nueva York le valió reconocimiento, la artista americana es mundialmente conocida por sus flores llenas de delicadeza y vitalidad. La gente veía vaginas y metáforas de la sexualidad femenina en sus flores, algo que la artista siempre negó. “Estramonio/flor blanca nº1” se vendió en 2014 por 44.4 millones de dólares, el precio más alto jamás pagado por la obra de una mujer. (Museo Thyssen Bornemisza, Madrid)
Joven de verde (Tamara de Lempicka)
La reina del Art Déco vivió una vida a la altura del título. De origen ruso-polaco, su obra ha trascendido junto a una biografía de excesos, fiestas y voraz apetito sexual. Tamara de Lempicka supo capturar el espíritu de los años 20 y 30 en sus cuadros, encarnando ella misma el glamour y codeándose con la alta sociedad que luego retrataba. Precisión, juegos de luces y sombras y reminiscencias cubistas con mucho acierto en “Joven de verde”. (Centre Pompidou, París)
Composición cubista (María Blanchard)
Nacida en Santander, fue una pionera del cubismo, aunque su nombre no fuera tan mencionado como los de sus compatriotas Pablo Picasso o Juan Gris, con quien además compartió una gran amistad. Se estableció en París, donde supo despertar la admiración de los seguidores de esta vanguardia tras una juventud marcada por los complejos a causa de la joroba que le había creado una malformación de columna. “Composición cubista” es un ejemplo brillante de cómo esta corriente deconstruía los objetos para jugar con los puntos de vista. (Museo Reina Sofía, Madrid)
Felipe II (Sofonisba Anguissola)
Considerada la primera mujer artista de renombre del Renacimiento, su obra también se englobó en el Barroco, resultado de la infatigable carrera que la llevó a pintar hasta casi los 90 años, despertando la admiración de figuras como van Dyck. Destacada en el retrato, la artista de Cremona (Italia) pintó a muchos miembros de la corte española del siglo XVI, incluido el monarca Felipe II. Muchas de sus obras fueran atribuidas a hombres, aunque la historia finalmente supo ponerla en su lugar. (Museo del Prado. Madrid)
El Cid (Rosa Bonheur)
Los animales de la pintora francesa Rosa Bonheur también merecen un hueco en la lista, sobre todo si se tiene en cuenta la movilización que se produjo en redes sociales para que “El Cid” formara parte de la sección permanente del Museo del Prado tras llevar 140 años guardado. Las pinceladas realistas de Bonheur que hoy cuelgan de las paredes del Metropolitan de Nueva York o la londinense National Gallery sí obtuvieron su merecido reconocimiento en vida. (Museo del Prado, Madrid)
El baño del niño (Mary Cassatt)
Mary Cassatt cambiaría Pensilvania por París para dar rienda suelta a su trabajo como impresionista, ayudando a expandir posteriormente esta corriente en Estados Unidos. La dulzura de sus cuadros es recordada sobre todo por su manera de plasmar la cotidianeidad femenina. La mujer como niña, como madre o en su conjunto, creando momentos como este El baño del niño que evoca recuerdos mientras inmortaliza la intimidad más realista. (Instituto de Arte de Chicago)
Group X No 1 Altarpiece (Hilma af Klint)
Tuvieron que pasar muchos años para que el mundo se pusiera de acuerdo en que fue ella y no Kandinsky la precursora del arte abstracto. Parte de la culpa la tiene la propia artista sueca, ya que le pidió a un sobrino que no mostrará sus obras más personales hasta al menos 20 años después de su muerte. Su coqueteo con el mundo del espiritismo tras fallecer su hermana le llevó a pensar que estas fuerzas se expresaban a través de su pintura. Actualmente, la Fundación Hilma af Klint organiza exposiciones por museos de todo el mundo. (Galería de Arte de Nueva Gales del Sur, Sidney hasta septiembre de 2021).
Vestidos simultáneos. (Tres mujeres, formas, colores) (Sonia Delaunay)
Junto a su marido Robert Delaunay impulsó la corriente artística del orfismo, regalándonos pinturas icónicas donde los contrastes vivos y las formas geométricas son las eternas protagonistas. Sonia llevó su obsesión por el color más allá, plasmándolo en textiles que han influenciado la historia de la moda y la decoración. En 1964 se convirtió en la primera mujer a la que el Louvre dedicó una exposición en vida. (Museo Thyssen Bornemisza, Madrid)
La verbena (Maruja Mallo)
Ver la vida a través de los ojos de Maruja Mallo significa hacerlo con la misma vitalidad y fantasía que los personajes de “La verbena”, obra que la artista gallega dedicó a las fiestas madrileñas. También lo es admirar Canto de las espigas, con la que recordaba los trabajos del campo y mar desde su exilio de 25 años en Argentina a causa de la Guerra Civil española. (Museo Reina Sofía, Madrid)
Montañas y Mar (Helen Frankenthaler)
Frankenthaler capitaneó una nueva forma de expresionismo abstracto a muy temprana edad. Casi por casualidad e inspirada por la obra de Pollock, desarrolló su técnica de la “mancha empapada” con la que diluía la pintura al óleo hasta que se asemejaba a la acuarela sobre el lienzo. Dio vida a una nueva vanguardia y rápidamente se convirtió en un referente de lo abstracto en Estados Unidos. Para “Montañas y Mar” se inspiró en los paisajes de Nueva Escocia, Canadá. En cierta manera, es casi como transportarse hasta ahí. “Galería Nacional de Arte, Washington)
Strategy (Jenny Saville)
Hay hueco para lo figurativo en el arte contemporáneo de hoy. Miembro del selecto grupo de los Young British Artists, Jenny Saville ha convertido las mujeres desnudas, realistas y a gran formato en su sello de identidad. Su obra no idealiza el cuerpo femenino, sino que lo libera mostrando sus cicatrices y exceso de carne desde perspectivas poco favorecedoras como el escorzo. Poder ver de cerca el trabajo de un cirujano plástico marcó su visión. En 2018 su obra Propped se convirtió en la obra más cara de una artista viva superando los 10 millones de euros. (Museo The Broad en Los Ángeles, California)
Autorretrato con sombrero de paja (Louise Élisabeth Vigée Le Brun)
Hija de pintor y nacida en París, Vigée Le Brun retrató a la élite social europea. Su buena relación con la reina María Antonieta, a quien debe algunos de sus obras más famosas, la llevó a huir del país cuando estalló la Revolución Francesa, aunque siguió prodigando su talento en otras cortes europeas. Se le atribuyen unos 660 retratos entre los que se encuentra Maria Antonieta, María Cristina Teresa de Borbón (en el Museo del Prado) o la corte de Catalina la Grande. Sin embargo, merece la pena viajar hasta la National Gallery para constatar cómo se veía a sí misma. (National Gallery, Londres)
El estudio de Picasso (Faith Ringgold)
Pinturas, murales, máscaras africanas, libros… Faith Ringgold ideó un imaginario a todo color. Eso sí, no exento de reivindicación. Se alineó con el Movimiento por los derechos civiles y se rebeló contra la exclusión de artistas negros y mujeres en los principales museos. Sin embargo, será recordada por sus “colchas historiadas”, telas que usaba de lienzo para ensalzar primordialmente a las mujeres negras. Precisamente eso es lo que vemos en El estudio de Picasso, la historia de Willia, una artista y modelo ficticia que inspira Las señoritas de Avignon rodeada de las máscaras africanas que tanto le inspiraron a él. (Worcester Art Studio)
La creación de las aves (Remedios Varo)
No podía faltar el mundo onírico de Remedios Vario. Esta artista de Girona vivió en Barcelona y París, aunque pasó gran parte de su vida en México, donde dio rienda suelta a su imaginación, elaborando cuadros repletos de mitos, leyendas y simbolismo. Se convirtió en una de las voces más sugerentes del surrealismo. La creación de las aves, con esa simbiosis entre la lechuza y el humano, es buen reflejo de ello. (Museo de Arte Moderno, Ciudad de México)