Por Ivana Ludueña
Una leyenda aurea relata que un cananeo de más de dos metros de altura y un rostro temible, al ir en busca del mayor rey para ponerse a su servicio, encontró a un niño pequeño que le pidió que le ayudara a cruzar el río. Durante la travesía, el río creció y el infante parecía tan pesado como el plomo, hasta tal punto que el hombre apenas lo podía llevar y se encontró con una gran dificultad. Cuando finalmente alcanzó el otro lado, le dijo a la criatura: “Me has puesto en el mayor peligro. No creo ni que el mundo entero sea tan pesado en mis hombros como lo has sido tú”. Y el pequeño respondió: “Tú no sólo has tenido en tus hombros el peso del mundo, sino al Hombre que lo creó. Yo soy Cristo, tu Rey, a quien has servido en este oficio”. El niño luego se desvaneció.
Ese cananeo era San Cristóbal y tuvieron que pasar siglos para que una localidad santafesina portara su nombre y fuera sede de un hecho histórico en la justicia penal santafesina: el primer juicio por jurados. Está todo listo para que el tribunal de San Cristóbal -tras la implementación de la ley N° 14.253- ponga en marcha una nueva forma de juzgar algunos delitos en toda la provincia.
El juicio por Jurados a pesar de estar contemplado en la Carta Magna desde 1853, ha generado debates intensos e implementaciones parciales y cuestionables. Se preguntarán ¿por qué? Su importancia radica en la democratización de la justicia, Santiago Mascheroni, secretario de Justicia de Santa Fe, considera que el juicio por jurados «permite que la sociedad juzgue a sus pares, lo cual democratiza la justicia y representa un verdadero cambio de paradigma».
El juicio por jurados refuerza la participación ciudadana en la justicia, pero la falta de formación jurídica de los jurados y la influencia externa son preocupaciones recurrentes. Algunos juristas sostienen que el sistema mejora la transparencia, mientras que otros advierten sobre la dificultad de alcanzar veredictos unánimes. En mi opinión, el Juicio por Jurados es un mecanismo que intenta devolverle la transparencia y la confianza a este sistema donde la justicia no es ciega ni imparcial.
Volviendo a la leyenda, San Cristóbal creyó estar ayudando a un niño común, pero en realidad llevaba sobre sus hombros el destino del mundo. Su acto de servicio, aunque difícil, lo convirtió en un símbolo de fe. ¿Será esto también un símbolo de fe ante una sociedad defraudada que busca justicia?