Plumas femeninas

Cristina Oñoro:»Necesitaba escribir una historia del mundo en la que la mitad de la población no fuera invisible»

Cuenta Cristina Oñoro (Madrid, 1979) en su libro Las que faltaban (Taurus, 2022) que «más que su “inoportuna” costumbre de dar a luz, lo que sin duda ha mantenido tanto tiempo a las mujeres en el fondo de la cueva prehistórica es el empeño que han mostrado muchos investigadores para que permanezcan allí, a oscuras y en silencio». Y es que hasta hace escasos cincuenta años no se empezó a mirar atrás en la historia con perspectiva de género y a poner encima de la mesa, por poner un ejemplo, que los restos óseos de antiguas especies de homínidos no tenían que ser, siempre, del sexo masculino.

Este empeño sostenido en el tiempo de relegar a las mujeres a los ámbitos domésticos, a los cuidados y a la crianza ha convenido adecuadamente a los intereses del patriarcado pero ha dejado también sin alumbrar la mitad de la historia que nos falta por saber: la historia contada desde las mujeres, la que rescata del olvido sus éxitos, esfuerzos y destrezas. Lamentablemente, la costumbre de borrar a las mujeres de las esferas públicas todavía no se ha erradicado, pero es esperanzador saber que seguimos librando una batalla que, ahora sí, comienza a dar sus frutos. Cristina Oñoro, profesora en la Universidad Complutense de Madrid, ha dedicado sus esfuerzos de investigación a rescatar la literatura escrita por mujeres y a analizar las relaciones existentes entre filosofía y creación literaria.

Su última aportación, Las que faltaban, es una suerte de trabajo de arqueología moderna al rescate de mujeres que protagonizaron, escribieron, sufrieron y contaron la historia desde la remota Siberia, en el año 90.000 A.C., hasta nuestros días. Entre ellas se encuentran Agnódice, la primera mujer ginecóloga conocida; las muy populares Cleopatra, Malinche o Juana de Arco; la imprescindible Marie Curie o iconos de la lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres como Simone Weil, Mary Wollstonecraft o Rosa Parks, entre otras.

Hemos entrevistado a Cristina sobre su obra y cómo surgió la necesidad de escribirla. No te pierdas algunos datos curiosos, que también encontrarás en Las que faltaban, al final de este artículo. Porque si algo tiene este libro, además de la intención de dar voz y visibilidad a las mujeres que hicieron historia, es una cantidad ingente y tremendamente interesante de anécdotas, citas e imágenes de las que nutrirse para aprender. Para aprendernos.

¿Qué te ha llevado a escribir Las que faltaban? 

En un sentido general, el libro nace de una necesidad y de un deseo. Tras años dedicada a la enseñanza y a la investigación universitaria, necesitaba escribir una historia del mundo en la que la mitad de la población no fuese invisible. Además, deseaba hacerlo sin renunciar al rigor académico, pero empleando lenguajes y recursos que proceden de la narrativa, para que así pudiera llegar a más lectores que una publicación especializada. Siempre he pensado que en los archivos y bibliotecas de la universidad duermen muchas historias que anhelan que las demos a conocer a un público amplio. 

En un sentido más concreto, creo que decidí que tenía que escribir un libro como Las que faltaban cuando vi la pancarta que alzaba una de mis estudiantes el 8 de marzo de 2018. En ella podía leerse una frase que me ha acompañado desde entonces: “No hay mujeres en mi temario de literatura”. 

¿Cómo decidiste qué protagonistas iba a tener este libro?

Escoger a las trece protagonistas fue una decisión bastante complicada. Para empezar, en el proyecto original había veintiuna, lo que significa que, solo durante el proceso de escritura, ya tuve que abandonar a ocho. ¡Imagínate todas las demás que se quedaron en el tintero! El criterio que seguí combinaba varios factores. Por un lado, la relevancia histórica del personaje o, mejor dicho, las posibilidades que brindaba su vida para contar una parte de la historia del mundo. También intervinieron mis conocimientos previos sobre algunas de ellas, pues, al haber adoptado un tono narrativo muy atento a los detalles, hubiera sido muy complicado escribir sobre mujeres de las que no sabía nada en absoluto. Huía de las generalizaciones. En todo caso, lo más complicado no fue elegirlas sino ser fiel al objetivo que me había propuesto desde el principio: no presentarlas como excepciones o como milagrosos apéndices de una historia masculina. Por eso, de la mano de las protagonistas, mujeres como Cleopatra, Juana de Arco, Mary Wollstonecraft o Rosa Parks, el lector va descubriendo a otras muchas: sus amigas, sus madres, sus hijas, sus hermanas… Las que faltaban en realidad no son las trece mujeres que aparecen en el índice, sino toda la genealogía femenina que emerge cuando contamos sus vidas empleando piezas narrativas diferentes a las habituales. 

¿Cuál de ellas es la que más ha llamado tu atención durante tu investigación?

Antes de empezar a escribir cada capítulo, necesitaba empaparme completamente del personaje que iba a tratar. Leer todo lo que hubiera publicado, meterme en su piel, trasladarme a su universo. Necesitaba encontrar “la llave” que lo abriera. Por ese motivo, cuando por ejemplo estaba escribiendo sobre Cleopatra, no había en el mundo nadie que me llamara tanto la atención como ella. Veía todas las películas, leía lo que escritores como Shakespeare habían dejado escrito, preguntaba a todas mis amigas su opinión sobre su historia… Al mes siguiente le tocaba a Juana de Arco, y entonces me obsesionaba completamente con ella. Y al siguiente Malinche, y pasaba lo mismo. El resultado es que ahora es como si todas estas mujeres formaran parte de mi familia. Pero, si tuviera que elegir qué historia me ha impactado más, seguramente sería la de Mary Wollstonecraft. No solo es una de las madres del feminismo, sino también, en un giro sorprendente del destino, la madre de Mary Shelley, autora de Frankenstein, una novela fascinante en la que, entre otras cosas, se describen de forma bastante aterradora las consecuencias que tendría vivir en un mundo en el que las madres fueran prescindibles. Creo que la historia de Wollstonecraft aún no es lo suficientemente conocida, sobre todo si tenemos en cuenta lo decisiva que fue su aportación no solo para el feminismo y la historia de las mujeres, sino, más generalmente, para la historia del pensamiento político occidental.  

¿Cómo influye la perspectiva de género en tu trabajo? 

La perspectiva feminista y de género está muy presente en mi trabajo como profesora e investigadora. En clase me esfuerzo no solo en incorporar nombres de mujeres en el temario (escritoras, filósofas, artistas…), sino también en reflexionar sobre cómo cambian los marcos de conocimiento y se reconfiguran las disciplinas (en mi caso la teoría literaria y la historia de las ideas) cuando tenemos en cuenta las aportaciones que han realizado las mujeres. No se trata solo de celebrarlas, sino de incorporar su visión del mundo. En todo caso, en mi opinión, sería igualmente peligroso un relato con un único protagonista (masculino) que otro en el que se invirtieran los términos y solo tuviéramos una protagonista (femenina). Las que faltaban intenta construir una narración más relacional y dialógica en la que, como escribe la filósofa Adriana Cavarero, se evidencie que nos necesitamos los unos a los otros para “sostener” el mundo que tenemos en común. 

¿Qué viene después?

Me costó mucho despedirme de las mujeres que habitan entre las páginas de Las que faltaban. Es muy posible que me siga enredando en otras historias parecidas, pero ubicadas en una época más contemporánea. Sea como sea, me gustaría seguir escribiendo ensayos con perspectiva feminista que acerquen el conocimiento no solo a lectores especializados. Creo que hay que sacar la investigación de la academia y llevarla todo lo lejos que podamos. En el fondo, es la verdadera misión que tenemos en la universidad, una institución que no debería perder la vocación de universalidad y totalidad que lleva inscrita en su nombre. 

Fuente: www.mamagazine.es

Foto portada Juan Barboza