El siguiente artículo escrito por Ana Núnez, graduada en Letras y Magíster en Literatura por la Universidad del Zulia, que ha sido publicado en Mejor con Salud, explica las particularidades de la motricidad fina y brinda recomendaciones para que los niños puedan lograr desarrollarla.
El niño poco a poco es capaz de usar sus dedos como pinzas, de insertar objetos en troqueles específicos, rasgar papel y recortar. Gana soltura para tomar lápices y hacer trazos, coordina con la mirada los movimientos de las manos, las muñecas y los pies. Estamos, entonces, en presencia de un despliegue de lo que se conoce como motricidad fina.
Desde el reflejo al nacer de aprehensión, el niño acomete actividades cada vez más complejas en las que se comprometen los llamados músculos pequeños. A partir de los 2 años, con cada habilidad alcanza más confianza en sí mismo y autonomía, a la vez que desarrolla mecanismos de superación con retos y desafíos.
Su personalidad se afirma con cada logro, dando pistas que nos permiten ver, desde muy temprano, en qué se destaca.
¿En qué consiste la motricidad fina?
La motricidad fina es la capacidad que los niños desarrollan para realizar tareas en las que requieren utilizar ciertas destrezas con relativa precisión. Manos, dedos, ojos, pies se activan para unir, despegar, desenroscar, escoger o mover, haciendo acopio de conjuntos de músculos y articulaciones en armonía con el cerebro.
Precisión
Esta se logra practicando ejercicios cortos que consistan en tomar cubiertos, recortar, agarrar un lápiz. Con la precisión se busca que el niño haga el movimiento deseado con el cuidado que la acción amerita. Uno de ellos sería llevar la cuchara a la boca, con la coordinación mano ojo.
Control
Un ejemplo clásico de esta característica la da el recoger cosas usando como pinzas el dedo índice y el pulgar. Ello se complementa llevando el objeto recogido a platos o envases. La dificultad aumenta si se le instruye que las cosas que recoja se correspondan con formas y colores.
Destreza
Esta característica observa las capacidades del niño para ejecutar movimientos eficientes en el cumplimento de una actividad. Al tener destreza procederá resolviendo problemas y eligiendo atajos; en especial, tomando decisiones.
Economía
Si la motricidad refleja los movimientos del ser humano, el niño que está descubriendo la motricidad fina encuentra a su vez herramientas psicomotoras. Con estas atiende a las exigencias de su entorno para conservar el equilibrio con mínimos gastos de energía.
Armonía
La motricidad fina expresa refinación y armonía. Hay comprensión creciente del tiempo y del espacio, así como del cuerpo, lo que se conoce como integración visomotora. No habrá excesos ni movimientos fuera de tono.
El ser humano es una especie que emplea elaboradas herramientas para dar cuenta de sus sentimientos y sensaciones a partir de la expresión corporal. Y un niño maneja de manera proporcional estas habilidades.
Maduración
El control de las características antes descritas es lo que establece el nivel de madurez psicomotriz del niño. Refinamiento, armonía y economía se conjugan para expresar la conciencia precoz de ser y estar del niño en su casa y mundo conocido, rodeado de su familia.
¿Cómo se desarrolla la motricidad fina?
Desarrollar la motricidad fina es clave en el crecimiento del niño, en la adquisición y dominio de las capacidades que lo integran a su entorno. El jardín de infancia y el hogar han de crear espacios para ejercitar estrategias que lo acompañen en su proceso hacia el conocimiento pleno de su cuerpo y sus posibilidades.
En tal sentido, he aquí actividades que, aunque parezcan sencillas, entrañan niveles de complejidad en la que han madurado miles de siglos de evolución.
1. Rellenar figuras
Sobre papel, dibujar contornos, esparcir una fina película de pegamento y, con anterioridad, haber rasgado y cortado papelillos de colores. Esto implica el empleo del índice y el pulgar.
2. Jugar con plastilina
Más allá de la agradable sensación de apretarla, exprimirla, estirarla, enrollarla y pellizcarla, está la posibilidad de moldear o modelar, construyendo formas y figuras. Bolitas, gusanos o tortas. La plastilina se adapta con su textura, suavidad y color a la imaginación del niño.
3. Hacer collares
Prueba con un hilo de lana o de otro material, pero algo grueso, a enhebrar cilindros de pasta corta o piezas perforadas, de formas redondeadas y colores. Hacer que el hilo las atraviese e ir sumando da lugar a un collar, a una serpiente, a un gusano o un tren.
4. Torres de plástico
Con vasos de plástico desechables del mismo tamaño invitar al niño a construir una torre de forma triangular. Extendemos la base y le pedimos que vaya disponiendo con precisión los vasos intercalados.
La altura conquistada nos dirá del equilibrio y la paciencia fortalecida de nuestro pequeño constructor.
5. Enroscar y desenroscar
Con este ejercicio se activan la mano, la muñeca, la memoria y la coordinación de causas y efectos. Si además utilizamos botellas y tapas de colores, tendremos la ocasión de ejercitar la asociación y el ritmo de los tonos.
6. Sombras chinescas
Jugar con las manos entrelazadas y las sombras hasta reproducir figuras de animales o cosas es mágico y encantador. Lograr que imite o invente, o al menos que lo intente, pondrá una atención redoblada en sus manos y posibilidades creadoras.
7. Calcar sombras
Continuando en el ámbito de las sombras, captar la atención de los pequeños lo lograríamos disponiendo sobre una lámina de papel objetos de preferencia geométricos, al que les llegue el sol. En este caso, las sombras que proyecten sobre el papel serían remarcadas por los niños, ensayando el dibujo preciso y el calco.
8. Acompañar la música
Que no falte la versatilidad de contribuir al desarrollo de la motricidad fina trabajando de manera vivencial el ritmo, caminando al son de una música, tamborileando o dando palmadas. Coordinar lo que se escucha y la respuesta del cuerpo es un eficaz y sutil aprendizaje.
En fin, la motricidad fina se debe ejercitar
Son variadas y divertidas las actividades que podemos rastrear para realizar con los niños y contribuir al desarrollo psicomotor. Lo ideal es que sea con objetos, materiales y recursos que tengamos en casa.
Los niños no miran marcas ni los seduce la propaganda. Muchas cosas adquirimos para llamar su atención, pero es un cepillo de todos los días, un peluche o plástico cualquiera el que lo atrae y del que se enamora.
Invirtamos en tiempo y en oportunidades de jugar con lo que tengamos. Para los niños en crecimiento, la realidad cotidiana es un mundo fascinante.