Descansar es fundamental. Es imposible vivir constantemente bajo estrés y con prisas porque ni nuestro cuerpo ni nuestra mente están preparados para vivir en un nivel de activación alto durante mucho tiempo. Esto nos desgasta y provoca que nuestro rendimiento, a medida que pasan horas y días, decaiga.
Sin embargo, el mundo en el que vivimos es tan competitivo que, aunque lo necesitemos, no sabemos ni nos permitimos descansar de verdad. Cuando ocurre esto, nos situamos a un paso de sufrir un trastorno de ansiedad.
De nada sirve poner en práctica diferentes técnicas de relajación o asistir a yoga tres veces por semana si no eres capaz de poner otras pausas de tranquilidad en medio del ajetreo diario. A veces, es difícil frenar los pensamientos llenos de preocupaciones que asoman por nuestra mente, entre otras cosas porque nadie nos ha enseñado.
No obstante, ¿recuerdas algún día en el que no hayas estado pendiente del móvil?, ¿cuándo fue la última vez que realizaste esa actividad que tanto te gusta? Desconectar de los problemas cotidianos no es un lujo, es una necesidad.
Tu mente necesita descansar
No necesitas vacaciones para relajarte, un simple fin de semana, un día o una horas pueden servir para poner un punto y a parte en el ajetreo que te envuelve o, mejor dicho, del que te sientes envuelto.
El problema radica en la forma en la que aprovechas el tiempo de descanso. ¿De verdad eres capaz de desconectar? Seguro que por tu mente siguen pululando futuros proyectos, lo que tendrás que hacer cuando llegue el lunes, a quién llamar y otras múltiples responsabilidades que están evitando que disfrutes de esos dos días que tienes.
Es como si dejar a un lado lo que te agobia por un rato te hiciera irresponsable, cuando no puedes hacer nada por ello hasta que el lunes llegues a la oficina. Así, el fin de semana se convierte en una constante anticipación de este momento, ¡con su estrés asociado claro!
El hecho de poder descansar bien y aprovechar el tiempo que tenemos de “no trabajo” viene dado por un cambio de actividades y formas de pensar diferentes a los días laborables en los que realmente tenemos esa responsabilidad.
Es decir, no tienes por qué levantarte a determinada hora ni desayunar con prisas por tener que ir al trabajo. Sin embargo, acostumbrados a esta rutina, nos resulta difícil salir de ella. Por eso, en nuestro período de descanso cometemos algunos errores.
Qué hacemos mal en nuestros momentos de descanso

Para empezar, intentamos planificarlo todo sin dejar espacio para la improvisación, lo que provoca que cualquier imprevisto curse con un conflicto. Seguimos con el hecho de no dejar el móvil a un lado, apagado o en modo avión. Por último, no nos atrevemos a hacer cosas nuevas, locuras, y la gran pregunta es “¿por qué?”
Un claro ejemplo de todo esto lo encontramos en las fechas próximas a ls fiestas, en los que la mayoría solemos tener unos días de vacaciones. No obstante, lo que debería ser un disfrute, termina convirtiéndose en un suplicio. Reuniones familiares, viajes para estar con nuestros seres queridos, determinar lugares que queremos visitar para aprovechar estas “mini vacaciones”… ¡Basta!
El simple hecho de tener vacaciones no es de por sí reparador
Recuerda que estás en tu periodo de descanso. Si no te liberas del estrés cuando no tienes que trabajar, ¿cuándo lo harás? Estás saturando tu tiempo porque temes no saber cómo proceder sin tener cosas que hacer. No obstante, déjate llevar. Tal vez quieras dedicarte un día a estar en casa leyendo, mirando la televisión o haciendo algo totalmente improductivo. No pasa nada. No debes sentirte mal por ello. Te lo mereces.
Por Raquel Lemos Rodríguez
Fuente: La Mente es Maravillosa