EQC Mujer dialogó con la creadora del sitio «Autobús Literario» para conocer más de este interesante proyecto.
Soy Paula, tengo 36 años. Estoy casada con Rodrigo y juntos somos mapadres de Guadi, una pequeña ávida de travesuras y literatura que en pocos meses cumplirá 2 años. Soy Profesora de Nivel Inicial egresada del ISPEI Sara C. de Eccleston y Cuentacuentos. Durante mi cursada me especialicé en “Lenguajes artísticos expresivos” de la mano de Elena Santa Cruz y Manuel de la Serna; formándome en paralelo como “mediadora de lectura” para el Plan Nacional de Lecturas dirigido por el Ministerio Nacional de Educación.
Si bien el Autobús Literario comenzó a gestarse a principios del 2020, impulsado por la Pandemia del COVID y la circunstancia de aislamiento que se atravesaba en gran parte del mundo, mis primeras experiencias como “Cuentacuentos” se remontan a mi infancia; crecí en un hogar donde la literatura se me convidó continuamente cual tesoro preciado y fui aprendiendo en libertad a disfrutarla en todos sus géneros y vertientes: por las noches escuchaba con deleite a mi mamá que inventaba historias maravillosas o reproducía el cassette con el audio libro de Aladdín para invitarnos a mi hermanita y a mi a entrar en sueño profundo; observaba a mi papá pasar muchas horas completando cuadernos con referencias de los libros que leía y a mi tío marcar páginas con lo que tuviera a mano para no perderse en medio del relato de turno.
Mis primeros años de vida fueron alumbrados de algún modo por cuentos tradicionales en las ediciones difundidas por “Anteojito” y el libro “Cuentopos de Gulubú” que recopiló en su momento las mejores obras de María Elena Walsh; así también por el talento incipiente que fui desarrollando para crear universos fantásticos en mi imaginación y compartirlos orgullosa con quien tuviera ganas de escuchar mis interpretaciones.
Leer y narrar historias me daba mucha valentía (aún hoy lo sigue haciendo) para enfrentar un mundo que comenzaba a tornarse hostil tras mis últimos años de escuela primaria. Mediando el 2001, poco antes de mi cumpleaños número 12, mi mamá falleció a causa de un cáncer y recuerdo esa época de mi vida como la más angustiante y abrumadora que me ha tocado transitar hasta ahora. Durante los meses siguientes a su partida el recuerdo de los cuentos que ella nos contaba se convirtió en mi más íntimo refugio, y desde entonces comencé a interpretarlos con el mismo amor para Lucía (mi hermana), evocando en cada relato la presencia de mi mamá para traerla a la vida aunque sea en esos instantes fugaces. Transcurrido un año llegó a mis manos el libro que transformó mi vida: “Harry Potter y la Piedra filosofal” me regaló esperanza y una mirada que trascendía la penumbra cotidiana; me invitó viajar con mi imaginación a través de un universo imponente y magnífico que se abría paso entre páginas y me conducía a Hogwarts, mi nuevo hogar y lugar seguro, en el que fui aprendiendo tras el correr de la saga a creer en mí y en la certeza de que “la felicidad se puede hallar hasta en los más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz”.
En adelante ese fue mi gran propósito: “usar bien mi luz”. Fui constituyéndome lectora apasionada explorando diferentes autores, entre ellos destaco a Isabel Allende y por supuesto a J.k Rowling, que acompañaron mi búsqueda siendo faro e impulso y me ofrecieron herramientas para liberar la imaginación y enriquecer mi acervo cultural; comencé a instruirme aprendiendo diversas disciplinas artísticas que me ayudaron a perfeccionar mi oratoria y mi expresividad corporal; incluso me animé a ensayar relatos breves que paulatinamente se convirtieron en poemas donde encauzaba emociones, miedos, anhelos y experiencias personales.
En el 2017, recién casada y desvinculada del trabajo a causa de un cambio de gestión política, retomé mis estudios en el ISPEI Sara C. de Eccleston donde me permití abrazar nuevamente las aspiraciones profesionales y vocacionales que tuve desde pequeña: la educación de las infancias y la divulgación de la literatura convidándola con el mismo amor y compromiso que me la acercaron a mí. Al comienzo del segundo cuatrimestre dí el primer paso consciente para ejercer el oficio de contar cuentos: me inscribí en un taller de narración oral dirigido por Manuel de la Serna y ahí nomás inicie un nuevo tramo de formación disfrutando cada instante y dejándome llevar por lo que la ocasión de narrarles a niños y adultos desconocidos iba movilizando en mí.
Trabajé durante casi cuatro años como profesora auxiliar en un jardín de infantes y como niñera pedagógica acompañando a tres familias en la crianza de sus hijos, y si bien mis tareas eran bien diversas y el tiempo apremiaba, aprovechaba cada oportunidad que se presentaba para compartir con ellos cuentos y poesías valiéndome de diversos recursos y soportes para regalarles una experiencia realmente gozosa.
Hoy puedo hacer registro que en ese mismo período comenzó a rondar por mi corazón la pregunta de si yo realmente quería ejercer la docencia del modo convencional, si tenía ganas de destinar el tiempo real que requería tal trabajo y realizar el ajuste económico que seguramente me implicaría.
Las respuestas que necesité para dar el salto y desarrollarme como profesional independiente fueron llegando a principios del 2020, golpeando mi realidad con la persecución que vivió toda la sociedad atravesando la Pandemia, e impulsadas por amigos que la saga de Harry Potter me fue acercando: A fin de unirme a un proyecto de talleres artísticos virtuales dirigidos a niños y adolescentes, creé el “Autobús Literario” y comencé a impartir clases de narración oral y escritura creativa para la producción de guiones narrativos. La experiencia de compartir con infancias de diversas partes del mundo y trabajar con gente tan talentosa y cálida oficio de bisagra en mi modo de entender el ejercicio de la docencia y mi rol como mediadora de lectura. La decisión ya estaba tomada: El Autobús Literario sería mi escenario rodante para educar y convidar literatura.
El 2 de Junio del 2023 nació Guadalupe, bella y valiente, dispuesta a explorar el mundo al resguardo de nuestra mirada y nuestros pasos. Durante sus primeros meses de vida del otro lado de la piel aprendí más de mí misma, y de lo que seguramente atravesó mi mamá, que en los 35 años anteriores a enterarnos de su concepción. Entre abrazos y nanas inspiradas para acompañarla a regularse y lograr descansar fui evocando aquellas noches en compañía de mi mamá y sus historias maravillosas cual bálsamo para mis heridas abiertas a causa del puerperio; y entre lágrimas por sentirla acunando a Guadi al lado mío asenté la certeza de que tal legado no podía ofrecerlo solo en casa, tenía que compartirlo con convicción transformadora. Mi hija fue creciendo tal como hice yo: entre cuentos, canciones y poemas cortitos; yo también crecí con ella, logré sanar y madurar mis opciones a fin de ganar en salud, calidad de vida y organización laboral para disfrutar cada instante del despliegue familiar que se iba gestando.
Fruto de este proceso consolidé al Autobús Literario como proyecto autogestivo de carácter pedagógico y recreativo. Trabajo en el diseño y la coordinación de propuestas lúdicas que buscan enseñar, promover y difundir buenas prácticas literarias en espacios de educación formal e informal para las infancias y sus familias; así también andamiar la formación continua de jóvenes y adultos, profesionales o adherentes de carreras u oficios afines a la literatura infantil.