Por Dolores Pruneda Paz
El documental «Errante. La conquista del hogar», primer filme de la reconocida fotógrafa Adriana Lestido registrando ocho meses de viaje sin compañía ni asistencia por parajes extremos, hermosos y desolados del Círculo Polar Ártico, se presenta en tres salas porteñas, un trabajo que podrá verse casi en simultáneo con la experiencia previa que marcó su desplazamiento del lenguaje fotográfico al documental: el proyecto “Antártida Negra”, una trama de imágenes y un diario que se exhibe en el Centro Cultural Borges.
Producido por Lita Stantic y Maravillacine, “Errante. La conquista del hogar”, es un registro, a la vez contemplativo e inmersivo, del largo viaje que Lestido emprendió con la idea inicial de captar las auroras boreales: cámara fija en el paisaje helado y monocromo de Islandia, Noruega y las Islas Svalbard, sin gente ni palabras, salvo unas pocas citas tomadas de lo que leía en ese momento -Murakami, Spinetta, Bodoc- y como único sonido el del lugar -lluvia, viento, pasos sobre hielo, mar y pájaros-, lo mismo que ella escuchaba ahí.
El largometraje reconocido con el premio Innovación Artística 2022 por el PCI (Proyecto de Cine Independiente) en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, habla de la conquista del hogar «en el sentido de poder llegar al lugar que nos pertenece, el final del ciclo y la vuelta a la vida otra vez desde la transformación y el ranacimiento. Un viaje hacia otra estadio”, dice la realizadora en diálogo con Télam.
“La artista se arriesga a proponernos un viaje ancestral hacia nuestro propio interior. Con el enorme coraje de recuperar los orígenes no solo del ser sino también de la experiencia cinematográfica para que siga sucediendo en una sala de cine. La directora vuelve a encender el fuego eterno de la creación audiovisual”, fundamenta el premio de la película, que competirá en julio en el Festival Internacional de Cine de Maine, Estados Unidos.
Lestido (Buenos Aires, 1955) es reconocida por fotos icónicas como la de “Madre e hija de Plaza de Mayo” que tomó en 1982, aún en dictadura, a una niña levantando el puño en brazos de su madre, las dos con el pañuelo blanco pidiendo aparición con vida de hijos y familiares -parte de la muestra “Breve historia de la eternidad” que exhibe en este momento El Recoleta (Junín 1930, CABA)-, y ensayos clave de la crónica fotográfica argentin; y como “Hospital Infanto-juvenil” y “Madres adolescentes” en la década del 80, “Mujeres presas” y Madres e hijas” en los 90 o “El amor”, en los 2000.
El paso del lenguaje fotográfico al cinematográfico lo marcó “Antártida Negra”, el registro de un viaje en 2012 que iba a hacerse con sol sobre el hielo blanco de la Base Esperanza y terminó haciéndose con mal tiempo sobre la roca negra de la isla volcánica Decepción, donde la nieve se derrite a pesar del frío austral. Esas fotos, el libro que publicó y el diario que escribió con motivo de ese viaje podrán verse desde el 7 de junio próximo en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525, CABA).
“Errante” se podrá ver hasta el 8 de junio en la Lugones, todos los sábados del mes en el Museo Malba (el próximo ya con localidades agotadas) y del 8 al 14 en el cine Gaumont. También tendrá un diario, que está editando junto al escritor Guillermo Saccomanno y que publicará en España y Argentina Peripé books.
El punto de inflexión había llegado en Madrid en 2010, cuando mirando unos cuadros blancos que el artista Miquel Barceló había pintado al volver de un viaje al Sahara, sintió que necesitaba eso: ir a un desierto para “vaciarse”. Estaba en esa ciudad presentando su exposición antológica “Lo que se ve”.
“Cuando hice esa retrospectiva buscaba ver qué unía todo lo que había hecho hasta ese momento para resignificarlo y de alguna forma sacármelo de encima -cuenta- . Pero las cosas llevan mucho más tiempo de lo que uno piensa, cosas que pienso que voy a hacer en un año me llevan 10, 20 años, qué sé yo, y la Antártida fue un poco eso también: una manera de liberar todo lo que había hecho antes, una zona de pasaje: el puente para poder después ir al Círculo Polar Ártico y hacer una película”.
Entre enero de 2019 y mayo de 2020 Lestido hizo cuatro viajes al Círculo Polar Ártico: visitó pueblos fantasmas como el de Pyramiden donde en verano viven ocho personas y en invierno dos -la hospedó Olga en su único hotel-, se cayó por barrancos, el hielo se resquebrajó bajo sus pies, el agua se congeló en sus anteojos al caminar a la intemperie, cuidó que no se condense en las cámaras que usaba al cambiar las temperaturas, el aire le congeló las manos y los pies, visitó zonas donde hay más osos que personas, vivió días con dos horas de sol, sin agua y sin Internet. “Las auroras boreales pasaron a ser secundarias”, dice y resume la potencia e impacto visual de su experiencia.
“Errante” -asegura- tiene que ver un poco con la muerte también, en el sentido de transformación. En el primer viaje me alquilé una cabañita muy chica sobre el mar, a media hora en auto del pueblo de Tromso, en Noruega, y estando ahí fue muy fuerte lo que sentí, el polo es el imán de la tierra, y las auroras pasaron a ser secundarias, sentí la necesidad de estar en esos lugares, alrededor del Círculo Polar Ártico, en las cuatro estaciones.”
-Télam: ¿Imaginaste algo como la película del director surcoreano Kim Ki-duk, «Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera»?
-Adriana Lestido: Sí, me interesó conectar con la energía de cada estación como símbolo del ciclo vital. Llegar, después de la primavera y el otoño, al blanco del invierno, a la muerte en sentido figurado, para vivir la transmutación que es la base de toda vida, la regla de todo hombre. El renacimiento con la primavera, la vuelta a la vida para seguir el ciclo una vez más.
-T: Tanto en “Antártida negra” como en “Errante” el elemento condicionante (temperatura, paisaje, logística…) funciona como un factor liberador.
-A.L: Para mí se trata de estar presente en cada situación. Dejar de lado las expectativas y estar abierta a vivenciar lo inesperado. Poder abrirme a la necesidad de transmitir ese viaje interno que yo hacía a través de la conexión con una naturaleza tan extrema.
-T: ¿Qué te llevó a trabajar con imagen en movimiento?
-A.L: Sentir que había llegado a un límite con la fotografía y que necesitaba incorporar el movimiento dentro de la imagen y el sonido que acompañara ese movimiento. Registrar lo que sucede en el momento que sucede. Fue plantarme en cada situación y poder conectar con lo que pasaba dentro del ángulo de visión, como en un estado contemplativo, por eso la cámara fija y los tiempos largos. Poder registrar lo que es, lo que está frente a mí y percibo, para ver un poco más allá de lo aparente.
-T: Una posición, a la hora de mirar, cercana a la que tenés en fotografía.
-A.L: Cuando la mirada es muy intensa, hay una energía igual a la mirada que vuelve, y ahí es donde se producen las cosas: el casamiento entre lo que mira y lo mirado. Eso quería, plantarme, simplemente entregarme a la situación y que la naturaleza diga. Y así de pronto la luz llegaba, la luz se iba o venía un pájaro, un perro, lo que fuera.
-T: ¿Por qué crees que en este momento sintonizaste con este lenguaje?
-A.L: No sé… Lo que me interesa es hacer lo que necesito hacer y poder dilucidar hacia dónde va mi necesidad vital, que es lo único que creo valida la expresión. Hay tanta nadería que lo único que probablemente valide a la expresión es lo que responde a una necesidad vital, es lo que puede llegar a ser transformador para el creador y para los que tengan una sintonía parecida. Para mí se trata de eso: ¿me transforma lo que hago, transforma a alguien, llego al fondo de lo que necesito ver?
-T: ¿Es la búsqueda de sentido?
-A.L: Es que el sentido no se busca, a su vez es muy difícil ser fiel a la necesidad vital porque puede llevar a lugares muy poco cómodos o desagradables. Ser fiel a lo que la propia alma necesita puede ser muy duro, aunque quizás seríamos más felices si lo intentáramos. Pero la tendencia natural es escaparle a eso. Cuando una obra responde a una necesidad vital es un antes y un después para el que la hizo y produce un movimiento también para el que conecta con ella.
-T: La realización de “Errante” fue en solitario, sin recursos más que los propios, ¿cómo fue el trabajo de edición?
-A.L: Cuando volví con todo el material, en plena pandemia, me puse a trabajar con Elizabeth Wendling en la edición, nos reuníamos por Zoom una vez por semana. Después de reunirnos yo seguía trabajando sola en la semana, nos volvíamos a conectar y así avanzábamos. El tiempo que demandó no son los tiempos de montaje usuales, fue un año y medio de trabajo muy artesanal. Pero fue en como debía ser, porque eso nos permitió tener los tiempos que pedía la película: entrar en los planos, dejar que ellos mismos hablaran, asimilarlos y descubrir el relato. Hicimos el montaje sin producción y en ese sentido siempre le estaré agradecida a Elizabeth por haberse compromietido. Después tuve la bendición de que la gran Lita Stantic se jugara en la producción y convocara a Paula Zyngierman, de Maravillacine. Asi pude terminarla.
Crédito foto portada:Lara Sartor