Teatro

“Contemplar a la Manada” entre lo biológico y lo cultural


Por María Alexandra Barreto

Un hombre está solo, dejó a su hija con la madre y no tiene nada que hacer. Se pone a mirar en Netflix una miniserie documental sobre chimpancés. Los chimpancés machos empiezan a mezclarse con sus experiencias de macho humano. Fuma porro, reflexiona, imagina, flashea, se pone a leer a Jane Goodall. También recuerda y se da cuenta que está a miles de kilómetros del pedazo de bosque donde nació. Entonces se pone a hacer una obra de teatro para intentar preguntarse de dónde viene la violencia de los machos, su violencia.

Se trata de la obra “Contemplar a la manada”, cuyo estreno fue el pasado 24 de octubre. Escrita, dirigida y protagonizada por el mexicano Marco Norzagaray, quien desde hace unos años migró a la Argentina. Las funciones se llevan a cabo en MOVAQ Aquelarre en Movimiento (Malabia 852, CABA) los días 24 y 31 de octubre; y 7 y 14 de noviembre. Las entradas ya están a la venta en Alternativa Teatral.

“Contemplar a la manada” según su creador, “es una reflexión escénica sobre los machos, sobre cómo se aman los machos heterosexuales”. Además, se trata de un proyecto realizado con la Beca de Creadores Escénicos con Trayectoria del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales de la Secretaría de Cultura de México.

Marco Norzagaray es un creador escénico mexicano radicado en Buenos Aires, cuya obra se mueve entre los límites del documental y la ficción. “Contemplar a la manada” es la segunda parte de una trilogía que se generó como parte de una beca de la Secretaría de Cultura de México, atravesada por los temas de la paternidad, la condición migrante y la crisis de los 40 años.

La primera obra fue “La Patria Dislocada”, se estrenó en 2024, donde el autor se pregunta: ¿Qué es la patria a través de la experiencia migrante? Y sobre los procesos patriarcales que median el amor patrio. La trama entra en la discusión sobre el origen biológico de la violencia masculina en los humanos.

“Si negamos el instinto de la violencia, por ejemplo, estaríamos abriendo la puerta a negar, por ejemplo, el instinto biológico que nos detona la ternura. Capaz y hay una gran pregunta sobre qué hacemos con los impulsos, cómo los manejamos, sobre si la humanidad es tan soberbia como para creer que con ir a terapia podemos gobernar nuestros instintos”, dice Marco. “O si, también yendo a terapia, nos podemos hacer de herramientas cognitivas para afrontar los exabruptos de nuestra naturaleza, transitarlos y encauzarlos hacia liberaciones menos dañinas con nuestros pares. El teatro entonces, habilita esa pregunta y puede brindar herramientas emocionales para transitar los instintos”.

A decir del creador mexicano, el nacimiento de su hija lo llevó a revisar sus prácticas personales y artísticas. Lo llevó a cuestionarse si había algún trabajo escénico que abordará la paternidad desde el enfoque de la paridad de tareas y la crianza compartida, sin encontrar nada relevante.

“Yo quería entender qué hacer con el cachetadón que nos pegó el surgimiento de los feminismos de la última ola, y empecé por cambiar de a poco mis prácticas pedagógicas y de creación artística. Desaprender, ya se sabe, es más complicado que aprender, pero también abre el espacio a nuevos aprendizajes, porque esas nuevas prácticas por fuera de las masculinidades tradicionales no existen, estamos frente a la posibilidad de crear algo completamente nuevo”.

Por otro lado, la beca de la Secretaría de Cultura de México, permitió proponer una trilogía que aborda estas cuestiones, por ejemplo, en “La Patria Dislocada”, indaga sobre los procesos patriarcales que median el amor patrio y sobre cómo criar una hija es, entre muchas otras cosas, ser y hacer patria. Ambas piezas son parte de un mismo universo poético: Toda la obra sale de una valija, la iluminación y el audio se operan desde la escena. Hay una metaficción sostenida en un cuento infantil y todo está bajo el paraguas del teatro de docu ficción.