Andrea Bonelli es la intérprete de «Borges y yo, recuerdo de un amigo futuro», una obra centrada en textos del escritor argentino que creó la actriz alemana Hanna Schygulla, quien la hizo en francés y alemán, y «regaló» a su par argentina para que la montara en castellano y en Buenos Aires.
El relato de cuentos de Borges junto con tangos populares interpretados por Bonelli se reúnen en el escenario de la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín (avenida Corrientes 1530), donde la obra se puede ver de miércoles a domingos a las 19.30 hasta el 23 de marzo, con una breve interrupción para presentarla en la sala Solís de Montevideo el 1 y 2 de marzo y antes de viajar a España para una temporada en Madrid y Tenerife, entre otros destinos, en septiembre y octubre próximos.
«A Hanna (Schygulla, una de las principales actrices del cine y el teatro alemán de las últimas décadas, musa inspiradora del gran Rainer Werner Fassbinder, entre otros) la conocí años atrás (1997) en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Entablamos una amistad y años atrás me volví a cruzar con ella en París adonde yo fui a presentar un espectáculo de Mariquita Sánchez de Thompson y ella vino a verme. Hacía bastante que no nos veíamos, era el fin de la pandemia, estuvimos hablando mucho esa noche y al otro día me dijo que me quería regalar este espectáculo para que yo lo hiciera en la lengua original de Borges», cuenta Andrea Bonelli.
Luego de ese primer encuentro, Bonelli y Schygulla volvieron a encontrarse en París por cerca de un mes y medio, donde la argentina estuvo ensayando con la alemana la obra, que ella dirigió, para volver luego a Buenos Aires y concluir el montaje, que cuenta en esta versión argentina con dirección musical de Julián Vat, el diseño de iluminación de Eli Sirlin, diseño de escenografía de Oria Puppo, y la colaboración artística de Melisa Hermida.
En esta puesta, que tiene una impronta «más performática» que la original y donde Schygulla aparece al comienzo en una proyección y luego en un audio, la actriz argentina interpreta tangos como «Uno», «Volver» y «La última curda» y propone textos de Borges como «Utopía de un hombre que está cansado», «El enemigo», «El cautivo» y «Borges y yo», entre otros, además del poema «La suma», agregado por sugerencia de Bonelli, que sobre el escenario está acompañada por Shino Ohnaga (piano) y Cristina Titi Chiappero (cello), con música original y arreglos del músico y compositor alemán Peter Ludwig.
Télam: ¿Cómo se transforma tu vínculo con Borges a partir del encuentro de esta obra?
Andrea Bonelli: Yo tenía un vínculo de lectora, como muchos y muchas de nosotras, con determinados acercamientos particulares y textos de él que me conmovieron e interpelaron mucho en mi vida como los de «Los conjurados» y «El libro de arena». Era un vínculo bastante intenso pero no era una conocedora de toda su obra. Este encuentro transformó totalmente el vínculo, por un lado porque apareció un abordaje nuevo y pasé a involucrarme con Borges desde otro lugar. Ahora me siento muy cerca de Borges, pensá que estoy diciendo su palabra, que pasa por mi cuerpo, por mi voz, por mi sentimiento, me involucro con él a nivel corporal, mi relación es otra. Empieza a haber otra comprensión que no es solo la de la primera lectura o no se queda en lo intelectual, sino que los textos empiezan a resonar en otros lugares, en lugares más emocionales, donde uno se involucra afectivamente con lo que está diciendo.
T:¿Cómo fue tu abordaje del tango que aparece en el espectáculo?
AB: Fue un trabajo bastante específico porque el tango también tiene una potencia muy particular, es como que se impone, algo muy fuerte para todas nosotras y nosotros, que está en nuestro inconsciente colectivo y popular. En ese sentido me llevó un trabajo porque tenía que encontrar el lugar justo para relacionarme con ese material tan popular y tan escuchado y tuve que hacer un trabajo específico para no irme a un lugar que no me interesaba: no soy una cantante de tango ni busqué serlo, hice un trabajo más actoral con las letras y las canciones.
T: ¿Cómo es trabajar con Hanna Schygulla?
AB: Ella tiene un imaginario impresionante, no para de tener ideas nuevas con una capacidad de trabajo increíble. Cuando se mete con algo se compromete totalmente, de pronto estábamos trabajando, se le ocurría algo y se ponía a dibujarlo o a imaginar nuevas posibilidades para la puesta, fue una persona incansable en todo el proceso de dirección de la obra que tuvimos juntas en París, trabajando con gran compromiso y con una capacidad creativa maravillosa.
T: ¿Y el traslado de todo eso que pasó en París con la puesta de acá?
AB: Traje muchos audios, grabé también muchos de los ensayos que tuvimos allá, hubo mucho registro de todo el proceso para terminar de cerrar la puesta acá en Buenos Aires, donde me ayudó mucho Melisa Hermida y Juan Vat en la dirección musical que se encargó de traducir los arreglos de la puesta original.
T: ¿Hay diferencias entre el original que montó Schygulla y lo que vos estás haciendo?
AB: Lo de Hanna estuvo más cerca del concierto, entre las canciones y los textos, ahora es algo más performático, surgió así del trabajo que yo hice con ella y también porque el espectáculo arranca con una proyección donde está ella, lo que ya te pone en otro lugar, pero la estructura es la misma, la música, los cuentos, el orden es igual. Agregamos «La suma», que es una poesía muy importante para mí y en lo que Hanna estuvo totalmente de acuerdo. También hay algo del círculo que se va cerrando porque se trata de una creación rioplatense (los textos de Borges, el tango) tomada por dos artistas alemanes (Schygulla y Ludwig) y ahora, a través de mí y del equipo de esta puesta vuelve a la cultura rioplatense.