«Familia de diván»: Carola Reyna y Boy Olmi, juntos en la vida real y separados en la ficción


Por Victoria Ojam

Carola Reyna y Boy Olmi, una de las parejas más célebres del mundo de la actuación en Argentina, asumen el desafío de encarnar a un matrimonio de terapeutas que decide separarse pero seguir trabajando juntos en «Familia de diván», serie de comedia dramática que llegará mañana al catálogo de Flow con la premisa de que «todos somos interdependientes, y la pieza que uno mueve en el tablero genera un movimiento para todos los demás».

«Los seres humanos somos todos muy parecidos en el fondo, somos una misma especie que necesita ser querida y aceptada en nuestras especificidades. En el medio hacemos y decimos cosas, tenemos ideas, pero lo que hay es un corazón que late, queriendo transitar la vida. Y esto es lo que les pasa a estos personajes en este contexto modernoso, que es muy divertido», sintetizó Olmi en diálogo con Télam sobre la tira de ocho episodios.

Si bien el actor y su colega y compañera -que también participó de la charla con esta agencia- están juntos desde mediados de los 90, tras conocerse a través de la novela «Apasionada», nunca fueron socios recurrentes en lo profesional, un plano en el que, más bien, siempre apostaron en crecer cada uno por lo suyo.

Pero aunque en el devenir del tiempo sus carreras se volvieron a cruzar en tiras como «Ciega a citas» o en la versión local de «La niñera», así como en el proyecto teatral-virtual y pandémico «En casa miento» -donde hacían de hermanos en situación de aislamiento social-, la experiencia de «Familia de diván» se distingue por tenerlos a ambos en el centro de la escena como Susi y José, un matrimonio y exitosa dupla de psicólogos que, tras la crisis que desata el fallecimiento del padre de ella, resuelven separarse como pareja, pero no en su trabajo colaborativo dentro del consultorio.

Dirigida por Alejandro Ciancio («El marginal», «El hincha»), la trama fusiona lo humorístico y lo dramático para narrar las consecuencias que esa decisión provoca hacia el interior de su círculo, integrado por su hija Mara (Inés Efrón), que está en plena búsqueda de formar una familia junto a su novia, y su hijo Abel (Teo D’Elía), que atraviesa la adolescencia sin un rumbo claro y con varios traspiés que elige mantener en secreto.

La historia recorre con mucha actualidad y dinamismo varios años de sus vidas, con situaciones y complejidades reconocibles comúnmente para el público y, a la vez, apelando a la arraigada cultura psicoanalítica y terapéutica argentina, traducida en la ficción desde sus versiones más ortodoxas a las más alternativas como un dispositivo que, sesión a sesión, abre nuevas instancias de conflicto y resolución para la pareja principal.

En vísperas de su lanzamiento, Reyna y Olmi conversaron sobre este mano a mano protagónico que comparten en «Familia de diván», cuyo elenco se completa con la participación de Nora Cárpena, Eleonora Wexler, Martín Seefeld, Martín Slipak, Cecilia Dopazo, Diego Reinhold, Rubén Stella, Marta Lubos, Fabio Di Tomaso y Antonio Birabent, entre más.

Télam: ¿Qué les enganchó de esta propuesta como pareja de actores? ¿A qué cuestiones apunta la serie?

Carola Reyna: Todo, era muy anillo al dedo, porque nos divertía mucho la idea de hacer de terapeutas y también de una pareja que atraviesa todo eso, que es como la vida misma. Es una historia que trata sobre un punto de inflexión, de un «si no es ahora, cuándo», y a partir de eso repensar toda una estructura familiar, laboral, los límites. Acá está muy explícito, pero es como pasó con la pandemia, donde hubo una toma de conciencia, porque la muerte es una gran pregunta, una que nos hacemos todos, y la serie aborda bastantes de esos temas en el contexto de una familia y una pareja que se separa y, sin embargo, tiene que seguir acordando.

Boy Olmi: Desde que existen las historias contadas por los griegos y los clásicos del teatro universal, estamos hablando de las mismas cosas. Esta es una historia de lo que le ocurre a los seres humanos en la convivencia, en el amor, la muerte, el desencuentro. Y este formato tiene que ver con esta modernidad, con un lenguaje muy veloz, con un desarrollo muy vertiginoso, pero lo que yo encuentro siempre es que el sentido de cualquier narración es la metáfora, sea cual sea el género, y creo que en este caso tiene que ver con que todos somos interdependientes, y la pieza que uno mueve en el tablero genera un movimiento para todos los demás.

T: ¿Qué relación tienen ustedes mismos con el mundo de la terapia?

CR: Uy, ¡terapia es mi segundo nombre! Es una cosa bien argentina y también bien del artista. Trabajás con las emociones, y por supuesto no es la única manera, no es que hay que analizarse sí o sí, pero todo lo que ayude a traer conciencia me parece que es la gran llave. No sé cuánto mejorás en términos de resultados, pero es mucho más interesante tener conciencia de cómo funcionás y de cómo funcionan las cosas a tu alrededor, las cosas con las que podés y con las que no podés, si no te llevan de la nariz.

BO: Mi relación es enorme, mi madre es de las primeras psicólogas en Argentina, yo veía las obras completas de Freud mucho más que los libros de María Elena Walsh cuando era chico. El universo psicoanalítico y la relación con el inconsciente ha estado cerca de mi vida hasta el día de hoy. Por eso me divirtió mucho hacer esto, tenía muchas cosas observadas que quería parodiar, como la relación con el paciente, la racionalidad del terapeuta vinculada con su emocionalidad y otras mil cosas con las que me interesó meterme.

T: ¿Cómo fue volver a trabajar juntos en una serie?

BO: Nosotros respetamos mucho nuestra intimidad, así que no trabajamos todo el tiempo juntos; al contrario, somos muy selectivos cuando lo hacemos. Pero a veces la situación lo amerita, y acá nos gustó mucho el desafío de protagonizar juntos, compartiendo el viaje de la mano y aprovechando para crecer nosotros también como pareja. Fue jugar a cosas, algunas que nos pasan y otras que no. Sí hay algo que espero que ocurra, y es que a la hora de mirarnos a los ojos o darnos la mano frente a la cámara, se vea que hay algo ahí que viene de la vida real, que hay algo que conecta.

CR: Al principio teníamos un miedo bárbaro, estábamos aterrados. El primer gran desafío de hacerlo juntos es que es un trabajo muy expuesto, y la cuestión es cómo hacer para no perder la comodidad que uno tiene cuando trabaja. No queríamos que ninguno tuviera que renunciar a esas partes que uno saca cuando actúa, o a lo que necesita cada uno antes de una escena. Somos muy diferentes, ese susto nos duró la previa y dos días, pero al tercer día Boy era re Boy y yo, re yo.

T: Con sus respectivos recorridos en el mundo de la actuación, ¿cómo se hallan en este género de comedia dramática que está tan en boga hoy en día?

CR: Me encanta, siempre me gustó caminar por la cornisa. La serie es bastante realista pero no hay mucho costumbrismo ni una cosa pasada de rosca, es algo con lo que te podés identificar. Y sin embargo siempre está a un paso de la risa o el llanto. A mí me gusta mucho manejar eso, porque la vida es así, es totalmente así.

BO: Me encanta el drama y también la comedia, el humor me fascina, me parece una forma muy elevada de la inteligencia. Es algo que tenemos los seres humanos que nos da la posibilidad de procesar las cosas de una manera muy profunda, que no tiene nada de frívolo, al contrario. Pero al mismo tiempo creo que las cosas son indisolubles, y que si bien hay géneros que las diferencian, hablamos de dos caras de la misma moneda.