Cuando los niños padecen enfermedades bacterianas, como infecciones de oído, sepsis o meningitis, suelen tomar antibióticos. Sin embargo, menos del 50 por ciento de los antibióticos son eficaces, según un estudio australiano dirigido por la Universidad de Sídney.
El 18 de noviembre es el Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos, una jornada en la que se volverá a hablar de la creciente resistencia de las bacterias ante los antibióticos. Faltan medicamentos nuevos y eficaces, lo que puede ser peligroso sobre todo para bebés y niños, porque su sistema inmunológico no está aún del todo desarrollado y no es capaz de defenderse adecuadamente contra los patógenos invasores.
A la hora de recetar antibióticos, no sólo es importante la elección exacta del medicamento, sino también la dosis que se debe administrar. A menudo, esto último puede resultar difícil cuando el antibiótico se administra en forma de jarabe, como sucede con más frecuencia en el caso de bebés y niños pequeños.
Si se trata de una infección bacteriana grave, por ejemplo con estreptococos del tracto urinario o respiratorio, los antibióticos inhiben el crecimiento y la reproducción de bacterias o las matan. Suelen actuar con rapidez, entre 24 y 48 horas.
Según los expertos, no hay alternativas fiables. Contra algunas enfermedades infecciosas, se pueden utilizar hierbas con propiedades antimicrobianas. En el caso de infecciones del tracto respiratorio, las soluciones salinas pueden aliviar un poco los síntomas; en el caso de infecciones de otitis media, el remedio casero clásico es usar trozos de cebolla dentro de un calcetín o un saquito de tela.
Sin embargo, el uso de antibiótico es la solución más fiable, por ejemplo, contra la sepsis, que debe tratarse de inmediato. En el peor de los casos existe el riesgo de sufrir un shock séptico, insuficiencia orgánica y, desgraciadamente, la muerte.
La sepsis puede ocurrir cuando una herida externa se infecta y los agentes patógenos pueden extenderse por todo el cuerpo a través de la sangre, empeorando rápidamente la situación del paciente. No es algo que ocurra con frecuencia.
Lo más importante es realizar el diagnóstico correcto, saber si el malestar está causado por un virus o una bacteria. Solo las enfermedades bacterianas se tratan con antibióticos.
La situación es muy dramática en el sudeste asiático y el Pacífico. Miles de niños mueren cada año en Indonesia y Filipinas, porque no disponen de los antibióticos que hay en Europa o porque no son eficaces.
Por eso, el diagnóstico correcto es aún más importante. Se deben identificar los patógenos, analizar la sensibilidad a los antibióticos y luego utilizar el antibiótico con el espectro menos amplio. Precisamente, en los últimos 15 años ha aumentado la resistencia a los antibióticos en todo el mundo y los nuevos antibióticos tardarán aún en llegar.