Cine y literatura

«La sirenita», entre una remake de Disney más inclusiva y nuevas lecturas del clásico de Andersen

Por Ana Clara Pérez Cotten

Con adaptaciones para alinearse a la sensibilidad contemporánea, la voluntad de retomar el cuento de Hans Christian Andersen y una mirada más inclusiva, la versión de «La sirenita» de carne y hueso de Disney reinventa el clásico animado para encender la nostalgia entre dos generaciones: aquellos que se involucraron con la versión de 1989 y convoca a las nuevas generaciones a dejarse seducir con la trama, abordada con un planteo más ajustado al presente y con el empoderamiento como eje.

Más allá del impacto rutilante de las superproducciones de Disney, el cuento de Hans Christian Andersen ha inspirado en los últimos años varias relecturas. Mientras el ilustrador francés Benjamin Lacombe retoma el mítico cuento para ofrecer nuevas representaciones visuales y deslizar la hipótesis de que el autor se camufló en el personaje como desahogo para sobrellevar su amor imposible por un hombre, la periodista Miriam Molero editó una versión nacional y artesanal de «Den lille Havfrue» que incluye una traducción del texto original que apunta a que el clásico recupere textura y matices y un ensayo que rescata la dimensión trascendental de la obra.

«Una sirena no tiene lágrimas, y por eso es mayor su sufrimiento», comienza el live-action de La Sirenita con una cita al cuento que Hans Christian Andersen publicó por primera vez en 1837. Más allá del vínculo con la película de 1989 -emblemática para Disney porque le permitió salir fortalecido de una crisis importante- el director, Rob Marshall, apuntó a «volver a las fuentes» e incluso viajó a Dinamarca para conocer más de cerca la historia del autor: «Cuando empezamos este viaje quisimos regresar a la historia de Hans Christian Andersen para entender de dónde venía todo. Nos pareció que esta era una historia muy contemporánea ya en 1830 sobre esta joven que se siente desplazada y que quiere emprender un viaje de autodescubrimiento».

Por eso, el comienzo que eligieron para el film, no es solo una cita: «La idea de que, debido a que una sirena no tiene lágrimas, siente más y sufre más, nos pareció que sentaba las bases para esta parte más emocional de la historia». Sin embargo, la propuesta del director no trasciende lo declarativo porque, en verdad, la remake toma la misma distancia del texto que ya había asumido la original.

Los trazos gruesos de la historia, que cumplirá dos siglos, son conocidos. Ariel es una sirena, la más joven de las hijas del rey Tritón, y la más desafiante. Anhela saber más sobre el mundo exterior y, mientras visita la superficie, se enamora del príncipe Eric. Como las sirenas tienen prohibido interactuar con humanos, ella obedece a su corazón y accede a un trato con una bruja del mar, Úrsula, que le permite experimentar la vida en tierra, pero poniendo su vida en peligro.

Sin embargo aquella historia de una joven que tiene que renunciar por amor (a su familia, a sus amigos, a su voz y a su cola de sirena para poder estar con un príncipe) tuvo que ser reformulada en términos más metafóricos.

El «live action» de Disney construye al personaje desde el primer momento no solo con el sueño de salir a la superficie, sino de conocer a los humanos y romper la barrera que separa ambos mundos.

La elección de la actriz afroamericana Halle Bailey para reversionar a Ariel, que en la película de 1989 era blanca y pelirroja, fue interpretada por algunos como un cambio acomodaticio a la época mientras que otros, directamente esgrimieron argumentos racistas.

A principios de año, cuando se estrenó el trailer de la película, se abrió el debate público sobre «cómo debería ser la Ariel real», si blanca o negra. Lo cierto es que de las doce princesas del staff permanente de Disney, siete son blancas. Recién en 2009, Disney presentó a una princesa negra en una película animada original con Tiana en «La Princesa y el Sapo». En 1997, la cantante y actriz afroamericana Brandy interpretó la remake de Cenicienta y después llegaron otras princesas racialmente «diversas» como Mulán, Pocahontas y Jasmín.

Los críticos de la elección de Bailey argumentan que una Ariel negra atenta contra la idea de respetar la trama de Andersen, porque su personaje pertenecía al mundo del folclor danés-europeo. Otros, pero desde la extrema derecha racista, sugirieron que no tenía sentido científico ni evolutivo que alguien con piel oscura viviera en lo profundo del mar.

La polémica escaló a tal punto que Marshall tuvo que salir a responder: «Ser diferente es muy oportuno, especialmente cuando ves lo dividido que se ha vuelto el mundo. Mi esperanza es que este hermoso cuento de una sirena nos recuerde a todos que somos uno».

El elenco lo completan (sin tanta polémica) Jonah Hauer King como el príncipe Eric, Melissa McCarthy como la villana Úrsula y Javier Bardem como el rey Tritón, mientras que los amigos de Ariel del reino animal pasaron de caricatura a una representación fotorrealista hecha con animación: el mítico cangrejo Sebastián; Flounder, un pez ángel; la gaviota Scuttle y las morenas que custodian a Úrsula, Flotsam y Jetsam.

La decisión estética de Disney de transformar a los animales de caricaturas en algo científico y preciso le da a la trama cierto aire de extrañamiento. No es nuevo y en realidad interpela sobre si eso es en verdad realista. La versión «live action» de «El Libro de la Selva» presentaba a un orangután completamente realista hablando con la voz de Christopher Walken, mientras que «El Rey León» parecía un documental de National Geographic con canciones de Elton John.

La Sirenita, en cambio, tiene un planteo más cercano a la fantasía, por la dualidad de la identidad de su protagonista. Aún así, Sebastián pasó de ser un cangrejo con personalidad a un animal de estanque.

Alan Menken, creador de la banda de sonido de 1989 que contenía varios clásicos que trascendieron a la propia película, se ocupó también de la música de la remake que claramente podría encasillarse como un musical. Con ánimo reformista, Menken adaptó las letras de las canciones «Bésala» y «Pobres almas en desgracia» a los tiempos que corren. En la primera, los cambios tienen que ver con romper con la idea de que Eric pueda forzar a Ariel a besarla, y en la segunda, a rebatir el estribillo, que decía que «es mejor que las chicas estén calladas». No solo desde la adaptación buscaron renovar el repertorio musical. La nueva versión suma un rap, «Hay un rumor», escrito por Hamilton para que interprete la gaviota Scuttle.

Las referencias a la versión original funcionan por evocación pero también con guiños escondidos. Jodi Benson, la voz detrás de Ariel en el clásico animado original de 1989, hace un breve cameo y aparece cuando Ariel deja el océano para explorar el mundo humano y pasea por un mercado. En esa escena, la Ariel de 1989 y la de 2023 comparten un cruce de miradas.

Así como Disney se animó a repensar la historia de la sirena en los 80 con criterios más actuales y la impronta de la historia original, desde la literatura infantil y el ensayo también hubo otros intentos de explorar los matices del cuento de Hans Christian Andersen.

El ilustrador francés Benjamin Lacombe trabajó sobre el texto original del danés para reflejar la sutil ambigüedad del manuscrito y propone leerlo como un cuento de desamor homosexual o como el relato de un cuerpo que no corresponde amar a quien ama.

«Ilustrar viene de la palabra lustrar, que es iluminar, y lo que decidí es poner luz sobre algo que durante 180 años quedó acallado y no me explico por qué sucedió», le dijo a Télam el ilustrador, durante su paso por la última Feria del Libro de Buenos Aires.

¿Por qué Andersen decía que La Sirenita fue el único texto que lo hizo sufrir? La periodista cultural Miriam Molero, movida por la intuición de que el clásico guardaba en su texto más de lo que se podía leer en las traducción, se dispuso a traducir el original y, crisis del papel mediante, publicó bajo el sello Caja Chica (que creó para la ocasión y que en el futuro tal vez motorice otro proyecto- una edición artesanal de 300 ejemplares que no se volverá a reimprimir porque los precios actuales del papel hacen inviable la reedición). El libro -titulado «La sirenita pequeña doncella del mar» en el intento de respetar el original danés- fue editado emulando el formato antiguo, cocido a mano, en tapa dura, con cubierta de cuero y envuelto en gasa azul, en honor al azul de la flor centaurea que menciona el autor. Se puede adquirir en las librerías «Donde viven los libros», «Dulcinea» y «Librería Corneja» o en Mercado Libre, en https://depoche.mercadoshops.com.ar/.

«El proyecto de La sirenita comenzó en mi cabeza hace unos años y fue tomando diferentes formas a lo largo del tiempo. La primera, la traducción del cuento directo del danés original que me obsesionó todo un invierno. La segunda fue la escritura de una suerte de bitácora de esa traducción. La tercera, que es este proyecto, nació de la necesidad, justo antes de la pandemia, de generar la versión en papel que refleje la investigación sobre las ilustraciones que desde el siglo XIX acompañaron el cuento», cuenta Molero sobre cómo nació el proyecto de un libro pensado para preadolescentes pero también para facilitadores de la lectura y adultos en general.

El box de lujo incluye también un ensayo introductorio -titulado «No hay gloria sin pena», para parafrasear a la abuela de la sirena de Andersen- en el que la traductora y editora comparte con los lectores sus descubrimientos al traducir la obra y varias claves de lectura. «La lectura que se hace desde el movimiento LGBT alrededor de perder la cola, el cuerpo y el tironeo entre lo que indica el cuerpo y el deseo es muy interesante. Pero se suele menospreciar otro aspecto de la obra, lo más trascendental. Andersen dice que las sirenas viven 300 años y después se convierten en espuma de mar. Y el cuento tiene mucho para decir sobre el arte de fracasar, sobre la frustración de no poder hacer algo. Y eso hoy es casi revolucionario porque hay generaciones que no están muy familiarizadas con eso, es algo que les cuesta mucho», reflexiona sobre cómo retomar hoy el clásico.