Teatro

«Mi mamá soy yo» narra desde el humor los vaivenes de tres generaciones de mujeres


El director y actor Luciano Cazaux estrena «Mi mamá soy yo», obra a la que define como “una comedia dramática hondamente emotiva y plagada de humor”, que se podrá ver desde este sábado a las 17 en el porteño teatro El Tinglado.

“Es una obra que refleja el mundo de tres generaciones bien distintas de mujeres y a su vez aquello que las une. La ternura y el dolor inmerso en las relaciones quebradas y el humor que subyace detrás del amor y que en definitiva es un salvavidas estupendo”, expresó en una entrevista con Télam Cazaux, quien este año volvió a los escenarios con la exitosa “Bang Bang y somos historia”, comedia que se alzó con un premio ACE a Mejor Espectáculo de Humor en 1999, la cual dirige y protagoniza.

“Me encantaría que las personas se vean reflejadas y se diviertan de la misma forma que me pasa a mí cada vez que presencio un ensayo. Cuando veo la obra pienso en mi propia madre y en mis relaciones familiares”, confesó el autor de las adaptaciones teatrales de títulos como “Eva y Victoria”, “El día que Nietszche lloró” y “El anatomista”, entre otras.

La trama, protagonizada por Martina Perret, Ana Praderío y Sofía Maluf, atraviesa la fracturada relación entre una madre con algunas alteraciones cognitivas, una hija y una nieta, y cómo al verse obligadas a convivir, con todo lo que ello implica, irán camino a recomponer el vínculo a partir del humor.

“La reflexión más sobresaliente de la historia es que el rencor sólo engendra infelicidad a quien lo padece, que unirse a alguien por algo más que no sea el amor lleva indefectiblemente a una sensación de fracaso y que el perdón siempre es liberador para la víctima y no para el victimario”, dijo el actor que en cine protagonizó los filmes “Motín en Sierra Chica”, “Pájaros negros” y “Regresados”, y fue coprotagonista de “El túnel de los huesos”.

¿Cuál fue el disparador de la historia?
En cuanto al texto dramático, lo escribí hace varios años y recién ahora lo puedo llevar a escena, se dieron las condiciones y no fue una sola cosa sino varias las que lo inspiraron. Por un lado, la enfermedad de Alzheimer que siempre me llamó la atención, por miedo, por curiosidad ante algo que nadie puede comprender del todo y que cambia el comportamiento y, por ende, en muchísimos casos la personalidad por completo. Por otro lado, historias familiares desopilantes de abuelos y abuelas que tenían manías que no podían menos que hacernos reír y, por último, una breve anécdota de un amigo. Aunque también se suma a esto una frase hecha que siempre me llamó la atención: «Cuando tenía las respuestas, me cambiaron las preguntas». Ahora bien, en cuanto a la posibilidad de producir la obra, fue la iniciativa de Ana Praderío, una de las protagonistas (la abuela de la obra) que se acercó a mí para proponerme dirigirla. Ensayamos mucho tiempo en su casa de General Rodríguez y luego acercamos la propuesta al teatro El Tinglado que nos abrió las puertas.

¿Qué elementos tuviste en cuenta para el armado de los personajes?
Mi propia historia, la observación de mi madre, lo que aportó cada actriz con su “physique du role” y sus formas de actuar y de ser, la compasión, el amor, la ternura. Las diferencias de cada generación a la hora de entender qué cosas son las que nos hacen sentir realizados. Por ejemplo, hasta bien entrado el siglo XX una mujer sólo se realizaba si tenía un hombre como marido, una familia a quien cuidar casi en condiciones de esclavitud y la que no se casaba, se quedaba, según la creencia popular, para “vestir santos” así fuera una profesional de éxito y carrera.

¿Cómo describís la relación entre las tres mujeres en la trama?
Es una relación de amor, odio, ternura y humor, donde la ironía y el sarcasmo bien entendidos distiende las tensiones generadas por la convivencia y la falta de entendimiento básico.

Teniendo en cuenta que las protagonistas son mujeres de distintas generaciones, ¿hay una mirada que contemple la perspectiva de género en la obra?
Es casi inevitable que así sea, cada una de ellas tiene su propia opinión y su propia mirada generacional y eso enriquece la historia y arranca carcajadas ante lo disímiles que son. De todas formas, es dable aclarar que no pretendemos arrogarnos el derecho de ser «la voz» de lo femenino sino solamente unes opinadores. La nuestra es sólo una opinión y tengo muy en cuenta que soy un varón cis hablando de mundos femeninos. Ahora, las tres actrices que protagonizan la obra me han hecho crecer como persona al brindarme tan a flor de piel su enorme inteligencia emocional para poder hacer crecer un texto que, nobleza obliga, era mucho menos rico en el papel que lo que es ahora en escena.