La cantautora Mariana Cincunegui estrena el espectáculo musical para las infancias “Canciones botánicas”, donde presentará nuevos temas y hará un recorrido por todos sus clásicos con la expectativa de “volver transformados como las mariposas” a reencontrarse con el público, desde este domingo a las 16 en el porteño Bebop Club.
“Estoy encarando este proyecto sobre muchas preguntas y pocas respuestas y a eso nos invito, hasta repensar las categorías de música ‘para niños´ revisando todas las letras y cómo nos nombramos”, expresó Cincunegui en una entrevista con Télam.
“Además, creo que es una hermosa oportunidad para compartir con las infancias la dinámica y la estética de un club de jazz, la escala cercana con los músicos, vibrar y sentir la música en esos espacios es un modo particular y hermoso, diferente a un teatro o a actuar al aire libre. Quiero encarar este proceso de armado de shows que terminará en un disco como una ´naturalista musical´”, agregó la cantante.
Junto a su banda Vivarium Music, la también docente que trabaja en la experimentación musical para chicos, contó que en el modo de mirar y escuchar le interesa “cómo suena la naturaleza hoy, la naturaleza desde el Antropoceno y así y desde ahí generar un registro del mundo que cocreamos y les dejamos a las infancias”.
Cincunegui estará acompañada en cada presentación por Guilo Villar (piano, piano toy, xilofón, melódica, acordeón y voz), Agustina Gómez (ronroco, charango, guitarra y voz), Damián Carballal (bajo, percusión y voz) y Juan Mayo (guitarras, voz y arreglos).
La intérprete reveló que en los shows tendrán invitados de diferentes lenguajes del arte y de la música y confirmó la presencia del escritor y poeta Juan Lima, del grupo Mundo Arlequín, el violinista Serdar Geldymuradov, la clown Romina Amato y Florencia Ruiz, entre otros que se irán sumando cada domingo.
Télam: ¿Cuál fue el proceso de este nuevo proyecto musical?
Mariana Cincunegui: Vengo de dos años donde la música presencial y las infancias estuvieron detenidas, retenidas en los encuentros fragmentados del Zoom que no permitían el hacer música todos juntos, como artistas, docentes, pedagogos, familias en tiempo de crianza.
Fui con urgencia al encuentro, virtualicé contenidos tanto del taller como del Teatro Colón, en la prueba, la experimentación y el error. Para las niñas y niños que podían acceder a la virtualidad y los que no, vivieron un tiempo con respecto a la música que fue largo, con una impregnación de una sonoridad individual y colectiva que dejó seguro una huella en el tiempo de cada uno y tanto los shows como la investigación en las clases quedaron con grandes signos de preguntas.
Las ciudades apagadas, las casas encendidas, la vida por las ventanas y mientras lo vivíamos yo me sumergí en un gran silencio, me preguntaba qué cantar, qué decir, qué les estaba pasando a las infancias que vivieron algo que los adultos no conocíamos.
En la pandemia “me he estado preguntando si las formas naturales, un árbol, una nube, un río, una pierda, una flor, pueden ser miradas y percibidas como mensajes”, como dice John Berger en su libro “Confabulaciones”.
En esta narrativa sentí que encajaban mis días, estaba con mis hijas en un departamento en plena ciudad con un estricto confinamiento. Mi casa tenía grandes ventanales, yo miraba el cielo, los árboles de la plaza cambiando su follaje y extrañaba cada día más la naturaleza, fue largo y triste. Ya en verano, con todos los trabajos rotos, la vida del afuera directamente desarmada seguíamos encerradas y mirando casas, vi una por internet con árboles muy hermosos, me subí a un remís, la vine a ver y acá estamos, nos mudamos y volví a empezar todo otra vez.
Siempre recolecté canciones, ahora eran sonidos de la naturaleza que necesitaban en cruce conformar un nuevo sonido, sonar con contexto, el lugar donde cada uno vive, los recursos, la utilización de la naturaleza, sus tecnologías y ecosistemas.
Me genera muchas preguntas todo lo que les pasa a las infancias habiendo atravesado la pandemia, su mundo emocional y sonoro, el planeta como está, cómo los aloja el barrio, las escuelas, la cultura de cada lugar, todo está en un proceso de transformación sin libreto y para mí la música entra en ese tiempo, hasta pensar que así como nacen estrellas también estarán naciendo sonidos nuevos y otros muriendo y desapareciendo.
T: ¿Cómo describís la propuesta sonora de «Canciones botánicas»?
MC: Es una propuesta donde todas las canciones hacen foco sobre la temática de la naturaleza, plantas, animales, la geografía, la biósfera y sus ecosistemas, las herramientas que anclan sentido y sensibilidad.
La búsqueda del decir con la botánica, la zoología, la mineralogía e incluso la astronomía. Generar estas canciones como senderos. Porque todos podemos recordar la primera canción que nos enseñaron, las de la cuna, la de los bailes, la de las fiestas y los fogones y así desovillando el adentro construir un afuera y ojalá que pronto podamos incluir el sonido de las abejas, el jadeo del perro, el crujir del fuego, el respeto por lo minúsculo que brota y crece como las infancias, como las hierbas para un tiempo nuevo.
T: ¿Qué destacás de este show?
MC: La certeza de que la música se hace de modo presencial, que ir a escuchar en vivo cerca vibrando es una experiencia que no tiene reemplazo y que sin eso los días son más tristes.
T: ¿Vas a hacer presentaciones en vacaciones de invierno?
MC: Sí, vamos a estar haciendo recitales en diferentes lugares porque queremos ir al encuentro. Ya hay algunas fechas a confirmar en capital.
Foto portada crédito:Valeria Bellusci