Vivimos en un tiempo en el cual debemos resignificar los enlaces de interacción de la escuela con las familias y la comunidad a los fines de mejorar la calidad de oferta educativa promoviendo los procesos de Inclusión Social.
Pensemos las trayectorias escolares y los procesos formativos de los niños, niñas y jóvenes, desde la escuela, desde el ámbito doméstico y desde la comunidad en la que viven; porque en todos y cada uno de estos ambientes se producen y se reproducen conocimiento de diferentes órdenes y se intercambian enseñanzas y aprendizajes.
El mundo contemporánea se encuentra atravesado por procesos sociales, culturales e históricos complejos que producen y explican este nuevo escenario.
Pensemos al sujeto, las instituciones y la comunidad desde las prácticas. Estas son complejos esquemas , socialmente construídos, que organizan los modos de hacer, percibir, pensar, valorar y que se caracterizan justamente por los desconocimientos que se tiene de la realidad. Recuperar las acciones y experiencia de trabajo, enriquecerlas con nuevas reflexiones, resignificarlas y recrearlas con otros aportes constituye una oportunidad de mejorar las condiciones institucionales y comunitarias destacando siempre que son los alumnos y alumnas quienes singularizan con fuerza a cada escuela, ya que con su presencia portan la demanda social, con su impronta en la vida institucional.
Por Marisa Plano.
Lic. en Ciencias de la Educación.