Arte

Françoise Gilot más allá de Picasso: así es la mujer que arrasa en las subastas de arte


Françoise Gilot tenía todo aquello que cualquier mujer creativa añoraba: una trayectoria reputada en el sector del arte, una pareja con la que compartía vocación y dos niños, Claude y Paloma. Podía presumir de conciliar sus tres pasiones saboreando cada día al máximo, mezclándolas en un cóctel perfecto en el que los ingredientes le permitían vincular su vida profesional con la personal en una sintonía inigualable a la que pocas mujeres tenían acceso. Era una privilegiada.

Comenzó su relación con Pablo Picasso a los 21 años, tras conocerle en 1943 cuando él, obnubilado por su belleza se acercó a ella para ofrecerle un cuenco de cerezas aún a pesar de estar cenando con la que también fuera su pareja, artista -y sombra-, Dora Maar. Todo cambió a partir de entonces y comenzaron una relación de montañas rusas, empinadas, aún más, por el agrio carácter del malagueño. «Nadie deja a un hombre como yo», llegó a decirle. «Espera y verás», contestó ella. Y así fue: su relación se basó solamente en el plano físico e intelectual, pero nunca llegó a alcanzar el emocional. Al menos para ella. No había ningún pilar que pudiera sostenerla. Siempre faltó empatía, interés y, sobre todo, entendimiento.

Pero en realidad esto no es más que una anécdota, porque hablar de Picasso al hablar de Gilot como artista no resulta adecuado ni tampoco necesario. La trayectoria de la francesa comenzó mucho antes de conocer al pintor y, afortunadamente, fue de las pocas que lograron un nombre sin estar a las espaldas del mismo. Después, también fue mujer de Luc Simon y de Jonas Salk.

Nació en Neuilly-sur-Seine como hija de un empresario agronomista y una acuarelista. Los esfuerzos de su padre por dirigirla hacia la abogacía de poco sirvieron cuando su madre le enseñó a pintar. También ingresó como estudiante de filosofía y literatura inglesa en la Universidad de Cambridge y en el Instituto de la Universidad de Londres en París. Muy a pesar de los esfuerzos que su padre empeñó en que también terminara sus estudios de Derecho que había empezado en Rennes, Françoise dejó la carrera para volcar toda su pasión en lo que realmente ella quería, que era el arte.

Siempre estuvo rodeada de un ambiente del que no podía hacer más que aprender: de Mlle Meuge hasta Jacques Beurdeley, pero la admiración más profunda la sentía por Malraux y, sobre todo, por Matisse, quién terminó convirtiéndose además en su amigo -algo que, además, enfurecía a Picasso-.

Encasillar a Françoise es buscar una pieza difícil de encajar. Estuvo influenciada en gran medida por el cubismo, pero desarrolló un ADN propio y un estilo que solo, podía ser, el estilo de Gilot ya que tomaba referencias de este movimiento pero huía de bordes afilados y marcados, apostando por siluetas mucho más orgánicas, fluidas y por la abstracción. Pertenecía a larealit nouvelle.Pintaba paisajes, naturaleza muerta y autorretratos. Cada pincelada tenía, además, una potente carga simbólica que fue lo que le llevó a ser hoy una de las mujeres artistas que más influencia continúan teniendo a pesar de sus, ya, 100 años de edad.

Porque Gilot bebió de inspiración a lo largo de toda su vida. Siempre trabajó a caballo entre París, Londres, California y Nueva York. Sobre esta última ciudad además confesaría sentir la libertad en sus calles, y por eso asentó allí su estudio. Ahora sus cuadros, que repasan más de siete décadas de trabajo, se encuentran expuestos en centros artísticos como el MoMa, el Met o el Pompidou y su obra es una de las más demandadas en las subastas más exquisitas que se celebran alrededor de todo el globo terráqueo- como Christie’s o Sotheby’s, llegado a venderse cada una de sus obras por más de un millón de dólares.

No cabe duda: sí, Françoise Gilot fue mucho más que la única mujer que abandonó a Picasso.

Por Paula Martins

Fuente: www.harpersbazzar.com

Foto portada Tony Korodi Getty Images