La cantante brasileña Elza Soares, legendaria figura de la bossa nova, el samba y la música popular, falleció a los 91 años en su casa de Río de Janeiro “por causas naturales” según informó su oficina de prensa.
Soares, considerada “La Voz del Milenio” en su país, también fue compositora y tuvo negativa repercusión social por la tormentosa relación de 15 años con el futbolista Garrincha, quien también falleció un 20 de enero, pero de 1983.
Ese tumultuoso matrimonio fue apenas uno de los escollos que la artista superó a lo largo de su extensa y dificultosa existencia, pero ella hacía un balance positivo de aquel vínculo porque “nos amamos mucho. Fue el gran amor de mi vida. Enfrentamos a una sociedad machista en nombre de nuestro amor y lo haría todo otra vez”, aseguró a Télam en abril de 2018.
Elza nació el 23 de junio de 1930 en República Velha, una favela de Río de Janeiro, hija del obrero y guitarrista Alaúrdes Gomes Soares, su gran maestro de música, y de la empleada doméstica Josefa Maria da Conceição Soares.
Si hubiera una película sobre su vida, seguramente sobresaldrían imágenes de su niñez en donde tarareaba canciones mientras cargaba bidones de agua por los morros; o la obligación de su padre de casarse a los 12 años con un hombre mayor, con el que tendría cinco hijos.
También se rescataría la muerte de uno de sus hijos a raíz del hambre y el fin de la relación con ataque a balazos por parte del hombre por considerarla una “prostituta” por el simple hecho de amar la música y querer ser una cantante profesional.
Su ingreso a la vida pública también tuvo ribetes novelescos, con una participación en un popular concurso televisivo al que acudió con un vestido de su madre, varios talles más grandes, lo que provocó la humillante risa de los presentes y la burla del presentador, el famoso Ary Barroso, célebre autor de “Acuarela de Brasil”, quien le preguntó “de qué planeta venía”.
“Del mismo que el suyo: el planeta hambre”, respondió la mujer, que cambió risas burlonas por admiración cuando comenzó a entonar las primeras estrofas de la canción elegida y que, para el final de su interpretación, se había convertido en una nueva estrella.
“Planeta hambre”, es justamente el título que eligió para el que fuera su último disco, de una serie de más de 30 que lanzó en 2019 cuando su estrella y su talento habían vuelto a cautivar a nuevas generaciones.
Fue otro renacer de quien en 1962, en ocasión de ser elegida madrina de la Selección local de fútbol que se adjudicó el Mundial en Chile, inició un romance con su máxima estrella, el genial Garrincha, un hombre casado que dejó todo por ella y que puso a Soares como una figura repudiada por la sociedad de entonces.
Años más tarde llegaría el exilio obligado por las amenazas de la dictadura militar, la ruptura definitiva con su gran amor por los problemas de alcoholismo que padecía el futbolista, su posterior muerte y el trágico accidente que le costaría la vida a Garrinchinha, el único hijo de ambos.
“Las dificultades que viví en el pasado me dieron fuerzas para buscar mi sonido, me impulsaron y me dieron fuerzas para vencer en la vida. La música siempre fue mi refugio. Muchas veces canté para no enloquecer. La música todavía es un buen remedio para el alma”, dijo Soares días antes de presentar en Buenos Aires el espectáculo “A Voz e a Máquina”.
En esa entrevista, la artista ponderó el cruce entre el samba y la música electrónica y dijo “la fusión de estos dos géneros da mucha bossa, se convierte en un tercer género: La bossa negra de Elza (risas). Descubrí que se pueden hacer muchas cosas”.
Y también apuntó que “me enamoré de la música electrónica desde mi disco ‘Vivo feliz’, cuando montamos este show con éxitos de mi carrera con un ropaje electrónico. Es una idea osada y loca, un show súper moderno”.
Pero antes de esta innovación, la intérprete había incorporado la improvisación vocal propia del jazz (el scat) a la música brasileña, algo sobre lo que comentó que “fue algo tan natural, el scat es mi manera de cantar, así que no sé responder si fui una pionera en la fusión entre el jazz y el samba. La gente ya me conoció cantando así”.
Por esas búsquedas sonoras que también la pusieron en conexión con el hip hop y el funk y por su imponente voz, Soares fue encontrando modos de renacer cuando parecía que su camino musical estaba agotado.
En las últimas décadas, la vocalista adosó a su arte la implicación en causas sociales como el feminismo, la lucha antirracista y contra pobreza, temáticas que pueblan su producción más reciente.
“No sé qué edad tengo, todos los días me siento con una edad diferente. Hay días que me siento de 100 y otros días me siento de 20. La edad es un estado del espíritu. Estoy feliz con el trabajo que vengo realizando y listo”, expresó cuatro años atrás a esta agencia.
“La voz del milenio”